DMSR (textos)

Iniciado por DMSR, 24 Junio 2005, 04:47:53

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DMSR

Una de angelitos... ::)


VERDADES

No, no es verdad.
¿Quién inventaría esta falacia?
¿Quién sería el primero en inventar
que los ángeles tienen alas?
No, no es verdad.
Un ángel es un libro abierto
cuya única realidad
es guardar silencio
cuando no hay nada que contar.
Es cantar una canción
cuando es necesario cantar
para engendrar una emoción,
y aún digo más...
Es alcanzar el más alto premio,
el que sólo te da una amistad
con el horizonte en lo eterno
como fecha de caducidad.
Los ángeles no tienen alas,
yo viví esta gran verdad
al ver sus piernas bajo su falda.

DMSR_julio_2005
:-* ;) :-*
Mi novela homenaje: "TRACK AND PRINCE"

openbook

(DMSR o Lucky Luke, el vaquero más rápido que su sombra, con un teclado en lugar de pistola.)

:-*
Well, if happiness was standing at your door
I mean tell me what would you say?

DMSR

Sé que algunos de los que leáis el cuento que voy a compartir hoy aquí os sentiréis identificados. Está escrito en base a metáforas que serán difíciles de interpretar, pero es una historia autobiográfica. Fue escrito hace años, y es una mirada retrospectiva a cómo los amigos te ayudan a atravesar el camino desde la pérdida del amor hasta que lo vuelves a encontrar. Nunca sabes si está a la vuelta de la esquina. A quien lo lea: gracias. A quien le guste: que aproveche. A quien le ayude: un beso.

LA VUELTA AL MUNDO EN 17 VIDAS[/size]

Perdí mis pantalones
Con cien sueños en el bolsillo;
Nunca supe en qué batalla
Aunque recuerdo el castillo.

Recuerdo haber muerto
¿O me quedé dormido?
Si te cuento el cuento
(Es divertido)
Estate atento
Por si luego me olvido.

Me levanté y me fui de allí
Sin los pantalones, sin los sueños que tuve;
Eché a andar y creo que anduve
Un millón cuatrocientos sesenta y ocho mil
Ochocientos diecinueve segundos.
Y treinta y dos centésimas, si no me confundo.
Treinta y dos centésimas, treinta y dos...
Sí, estoy seguro.

Te sonará extraño pero en este viaje, al principio,
Conocí a un camaleón que me llamó por mi nombre.
Era un gran sabio, un erudito,
Mucho más que muchos hombres,
A sus palabras me remito.
Lo primero que me dijo:
"No llevas pantalones
Y en tus ojos veo
Que además del pantalón
Has perdido tus sueños".

Tenía una mano llena de sonrisas
Y la otra llena de aire fresco.
No aceptó nada a cambio y añadió este consejo:
"Sigas por donde sigas
No abandones tu camino.
Aprende a ser verde en lo verde,
Amarillo en lo amarillo.
Busca tu buena suerte,
Encuentra tu propio brillo".
¡Espera, no te vayas!
¿Tienes un pantalón?
"¿Cómo quieres que lo tenga?
Sólo soy un camaleón.
Nos vemos..."
Hasta la vista.
"Adiós".
Adiós.

Con las manos llenas de regalos
Y millones de milímetros recorridos
No volví a sorprenderme
Hasta que escuché un grito.
Alguien pronunciaba mi nombre
Con la garganta al rojo vivo.
La sorpresa fue aún mayor al acercarme,
¿Será verdad lo que veo?
¡Tú eres un elefante!
Mmmh... ¿de qué nos conocemos?
"Tú eres Juan Carlos Hernández,
Y yo un elefante con el alma de hielo".

Tenía sobre la boca una torpe sonrisa,
Junto a un cartel que decía "AIRE FRESCO".
Me confesó que todo era mentira
Y dimos juntos un paseo.
Abrí mis manos y le pedí que cogiera
Cien sonrisas, cien brisas, cien consejos.
Como única compensación
Le pedí un poco de compañía,
Pues no pararía
Hasta encontrar mi pantalón.
Pero tuvo que marcharse
Para probarse
Las sonrisas, las brisas, los consejos;
Para buscar en el fondo de su alma
Un rescoldo del fuego
Que se le apagaba.
Pensó que yo era un mago,
Somos amigos eternos,
Su alma ahora es un lago,
Su alma ya no es de hielo.

Andé, anduve, caminé, me detuve,
Extraña sensación...
¡Acabé en una nube!
Junto a mí apareció un animal,
Uno de estos con pico y grandes alas,
Plumas, garras y tal.
Me dijo: "Hola, Juancar, ¿cómo te va?"
Me caí de culo y respondí:
No me va mal,
¿Qué clase de animal tengo ante mí?
"¡Soy un águila imperial!"
(Creo que le ofendí)

Me acordé de una vieja canción
Cuando me pidió una respuesta:
"¿Qué hace un tipo como tú
En una nube como ésta?"
Busco mis pantalones
Con cien sueños en el bolsillo,
Busco emociones fuertes,
Busco mi propio brillo,
Busco mi buena suerte,
Busco mi camino.

El águila sonrió
Y me dio sin yo pedirlo
Dos alas y el manual
Con las instrucciones.
"Aprende a volar,
Y si encuentras tus pantalones
No olvides a este fiero animal
De buenas intenciones".
Curioso manual, decía:
"Para aprender a volar y no es trola,
Uno: ponga aire fresco en cola,
Y dos: por favor, sonría".

Era un regalo elegante,
Tan hermoso como los del camaleón,
Como la amistad del elefante;
Aprendí la primera y la segunda lección,
Aprendí a volar en un instante.
Volé sin pensar,
Tanto volé, tan alto y a gusto,
Que al no poderlo evitar
No evité el susto
De haber conseguido dar,
Sin haberme dado ni cuenta,
La vuelta completa al mundo,
La vuelta completa al planeta.
Ante mí había un castillo
Que se me hizo familiar.
Me acerqué hasta la puerta,
Me atreví a llamar
Con algo de apuro,
Pues no estaba seguro
De lo que iba a pasar.

Abrió un animal fascinante
Con alas de águila,
Trompa de elefante,
Piel de camaleón,
Cara de estrella,
Cuerpo de ratón,
Mirada penetrante
Y rugido de león.
Me dijo: "Hola, ¿cómo tú por aquí?".
Y al escuchar su voz comprendí
Que aun sin aire en los pulmones
Y sin sangre en la cabeza,
Ante aquella extraña belleza
Encontraría mis pantalones
Que tiempo atrás perdí.
No podía respirar,
Reventaba mi pecho,
No pude sujetar
Varias sonrisas y algo de aire fresco
Que cayeron de mis manos,
Se estrellaron contra el suelo.

"En fin, Juancar, has vuelto.
Has tardado en regresar
Pero lo entiendo".
Yo no supe reaccionar,
Me faltaba el aliento,
Y cuando por fin pude hablar,
En ese momento,
No pude más,
Me venció la emoción.
Y tuve que escuchar:
"Perdiste el pantalón
En el patio de atrás
La última vez que estuviste aquí,
Que fue, si no recuerdo mal,
Hace un millón
Cuatrocientos sesenta y ocho mil
Ochocientos diecinueve segundos.
Y treinta y dos centésimas, o algo así".
Eso es mucho tiempo, respondí,
Algo más de diecisiete vidas, según creo.
¿Qué has hecho tú con todo aquello?
¿Qué has hecho con mi ropa?
¿Qué has hecho con mis sueños?
¿Dónde está mi alma?
¿Dónde están tus trofeos?
¿Por qué hay una estrella en tu cara?
¿Se la has robado al cielo?
¡Para, por Dios, para!...
Que creo que me muero.

Resucité en una cama,
En una gran habitación.
Llevaba puesto mi pantalón
Y latía mi alma
En mitad de mi pecho.
Busqué en el bolsillo mis sueños,
Comprobé que alguno quedaba;
Los junté con las sonrisas,
Los consejos y las brisas
Que aún conservaba.
Busqué allí a la estrella
Con alas de águila,
Cuerpo de ratón,
Trompa de elefante,
Piel de camaleón,
Mirada penetrante
Y rugido de león.

Y al tenerla delante
Y volvernos a mirar
Comprendí al instante
Que me tenía que quedar.
Que ni vivo ni muerto
Podría escapar
Del eterno hechizo
Que me hizo
Aquel animal.
Y compartiremos
Mis pantalones y camisas,
Los aires frescos,
Las sonrisas,
Los mil consejos,
Las alas para volar.
Mi amor, mi amistad,
Mi alma, mi vida,
Lo que ella me pida,
No lo he podido evitar.

Y si has estado atento
Y has entendido
La historia del cuento
Que te he leído,
Habrás podido comprobar
Que por más vidas que haya perdido
En dar la vuelta al mundo,
El sentimiento más profundo
Que he llegado a encontrar,
La mayor maravilla,
Es la más bella y carnívora flor
Que te sella su semilla,
Que te devora sin aviso;
Sus dientes son el amor,
Su maceta sin fondo: el compromiso.


JCHO_DMSR_1996[/size]
Mi novela homenaje: "TRACK AND PRINCE"

cat

Muy bonito.

Otra vez gracias por compartir tus cuentos. :-*

openbook

#44
Vivan los camaleones, elefantes (y flores), las águilas y los amigos, el amor, el equivocarse y el dudar, los sueños y todo lo compartido entre amigos (risas, lágrimas, notas o palabras), los compromisos y los objetos recuperados (sean pantalones, gafas de sol o relojes antiguos ;D ).

Gracias tú.
Well, if happiness was standing at your door
I mean tell me what would you say?

DMSR

#45
Hola de nuevo, amigos lectores  8)

Debido a algunas "presiones"  :D y a que la persona con la que me había comprometido para no hacerlo hasta el lunes me ha dado su visto bueno, empiezo HOY la publicación de los SIETE fascículos (uno al día) de un RELATO ERÓTICO en el que he trabajado durante los meses de junio y agosto.

Este relato habría sido imposible sin tres amigos a los que tengo que citar: por un lado Cat y Openbook, las primeras que supieron allá por mayo/junio que tenía en la cabeza una idea para escribir un relato basado en el álbum "1999", y que me animaron y me insistieron lo suficiente para que empezase y sobre todo para que haya sido capaz de terminarlo (en todo julio no escribí ni una letra debido a viajes/conciertos)  Por otro lado, a mi compadre Mike T., quien desinteresadamente tradujo para mí algunas de las canciones del disco de las que yo no tenía ni idea. GRACIAS A LOS TRES.

También quiero agradecer a Shockadelica el trabajito fino de juntarme las cinco fotos con las que encabezo el relato  :-* :-*

Como he dicho, es un texto bastante largo y de temática erótica. Está basado en el álbum "1999" y en muuuuucha imaginación  ;D ;D ;D ;D ;D ;D ;D ;D ;D ;D. Yo me he divertido como nunca escribiendo, espero ser capaz de contagiar parte de ese disfrute  8)

A Enric le digo desde ya que me gustará saber qué música te apetecerá escuchar cuando acabes de leer el relato completo. Te aseguro que no será Blues  ;D ;D ;D ;D ;D

Como siempre que comparto algo en este Foro, espero que os guste a quienes le dediquéis el tiempo de leerlo despacio y con gusto. Hale, a follar...





ALGO EN LOS OJOS (Does Not Compute)

Es una experiencia curiosa. Me refiero a ojear el álbum de fotos personal, esa mirada al pasado con todas esas imágenes de tu vida que te llevan mentalmente a momentos concretos; momentos que te arrastran a épocas determinadas; épocas atrapadas en el trepidante mundo de los recuerdos.

Yo miro mis álbumes cada cierto tiempo. Supongo que como en todos los álbumes del mundo hay fotografías muy diversas, aunque normalmente existe –creo- la tendencia de conservar en ellos sentimientos agradables. Lo malo de los álbumes es que no lo guardan todo, siempre tienen carencias, algunas de ellas importantes. Hay escenas de la vida en las que no había una cámara cerca, y entonces los recuerdos sólo pertenecen a la memoria, al también trepidante mundo de la memoria.

En uno de mis álbumes hay una página con dos fotos que me gusta contemplar. Cada vez que lo cojo es automático. En ellas se me ven muy bien los ojos, y siempre me fijo en ellos como si quisiera ver dentro de mí mismo, intentando escudriñar si aquellos ojos adolescentes son los mismos que puedo ver hoy ante un espejo. También es automático.

Una es del 13 de noviembre de 1999, cuando tenía diecisiete años... y diecisiete días. Corresponde a la tarde en que empecé a salir con Leire; una relación que duró algo más de año y medio y que tuvo que ser casi furtiva porque yo era menor de edad, y ella, bastante mayor que yo, era amiga de una de mis profesoras. La otra es de mayo del mismo año, una fotografía en primer plano que me sacaron en el colegio cuando estaba terminando 3º de BUP. De hecho, fue Leire quien sacó esa foto, así fue como nos conocimos.

Pero entre ambas instantáneas, colocadas una encima y otra debajo, tengo escrita una frase que junto a todo lo que me evoca es la culpable de que yo preste tanta atención a esas dos fotos, a los ojos de esas dos fotos. Durante algún tiempo busqué imágenes de auroras boreales para ilustrar esas palabras, aunque nunca he encontrado ninguna que haga justicia a lo que yo conservo en mi retina, así que mi álbum está bien como está. Todo el mundo tiene una bomba en su biografía y la mía fue esta frase y lo que llegó detrás la frase. Una bomba, que desde que salió de los deliciosos labios de aquella pelirroja, me ha seguido explotando cientos de veces en la cabeza, una frase que a falta de fotografías comprime más recuerdos que muchas de éstas:

"No te preocupes, no te haré daño. Sólo quiero que tengas un poco de diversión".

Menuda historia. Han pasado ya seis años y aún me sorprendo al recordar aquello. Curiosamente, no la he contado casi nunca, porque el primer amigo con quien quise compartir la experiencia no me creyó una sola palabra. Ja, ja, jaaa... lo que hace la puta envidia, que se joda, pensé yo. Y pasé de él (y él de mí) como de la mierda. Hoy la voy a exponer aquí, íntegra, con todos los detalles que consiga rememorar, que intentaré que sean muchos. Quien quiera creer algo de lo que sigue, adelante, quien no, que no siga leyendo o que se rasque al acabar. A falta de una imagen, aquí van mis mil palabras.

La historia que voy a desmenuzar podría parecer un sueño pero no lo es. Al contrario, empieza con un despertar, uno cualquiera, y termina veinticuatro horas más tarde cayendo fulminado en la misma cama, tras una agotadora jornada en la que el baile, la música, el sexo y los flirteos se conjugaron para siempre en mi vida, en una inesperable secuencia vital que me cambió las tuercas, la piel y los sentidos. Aquel día aprendí a sentirme libre, aprendí a ser capaz de hacer casi cualquier cosa; aquella pelirroja me supo enseñar que hay días en los que no hay que dormir hasta que salga el sol, y que la magia iniciática de los primeros delirios es indeleble.

Delirio, delirio... Uhmm... delirio...

En el año 1999, sin haber cumplido los diecisiete años, yo me consideraba un chiquillo. Mi prioridad sí era conocer y conquistar el mundo, pero en realidad buena parte de mis esfuerzos se los llevaba mi pasión por el Atletismo, una pasión sin límites. En el terreno de lo que quiero contar, había tenido ya algún roce con un par de compañeras de clase, pero poca cosa. Más listo que inteligente, sí puedo decir que no estaba muy espabilado. Era (y soy) bajito y delgado, pero con un cuerpo fibroso por el deporte, tenía y sigo teniendo "cara de niño", y siempre he oído decir que soy guapo y que tengo unos ojos "muy bonitos". En fin, no diré que soy feo, pero no sé qué me ven para opinar que yo soy guapo. Mis ojos... sí, mis ojos tienen algo. Nadie ha sabido concretarme esta afirmación, yo tampoco la he descifrado nunca, por eso sigo contemplando algunas fotografías.

Se me olvidaba, ya que voy a hablar de mí debería haber empezado por mi nombre. Lo diré ahora: mi nombre es Dámaso, Dámaso Erre, un apellido vasco que puede traducirse como "arder" o como "quemar" o como "fumar". Y soy de San Sebastián, una pequeña y preciosa ciudad que merece la pena conocer.

El día de 1999 del que quiero hablar es el sábado cuatro de septiembre, en la recta final de un verano mágico que terminó siendo inolvidable. Llevaba una semana de entrenamientos, al inicio de una nueva temporada. Mis pilas estaban más cargadas que nunca tras haber vuelto de Sevilla a San Sebastián la semana anterior, después de haber vivido desde la grada el inigualable espectáculo del Campeonato del Mundo de Atletismo, una de esas experiencias que también atesoraré para siempre en mi interior.

Me levanté a las nueve de la mañana, temprano para ser un sábado, pero quería ir a entrenar y había quedado antes con un amigo para hacer unos recados. Luego fui a la pista; hice un buen entrenamiento, de los que te dejan satisfecho, aunque a esas alturas de la temporada tampoco se hacen grandes cosas. Hacía un día radiante y soleado, como cabe esperar de los días especiales, y decidí ir a la playa para coger algo de color para la noche, en la que se preveía fiesta. Fui corriendo, hay días en los que me gusta sentirme un poco chulo; quizá es que me sobraban pilas, si es que sobran alguna vez. En la playa me encontré con un grupo de amigas, a las que estuve achicharrando con las recientes vivencias de Sevilla, con el récord de Johnson, el 3.27 de El Guerrouj, con Green, Pedroso, Reyes Estévez... En fin, yo soy bastante hablador, y si me dan cuerda pues todavía más.

Volví a casa, esta vez andando, y comí todo lo que fui capaz de meterme en el cuerpo. Al acabar de comer me disponía a echar una siesta gigante cuando sonó el teléfono de casa. En 1999 los teléfonos móviles empezaban a ser comunes, pero yo aún no podía permitirme uno. Descolgué, y al preguntar quién llamaba, una voz de chica que no identifiqué preguntó por mí. La conversación fue breve pero intensa:

-      "Hola, ¿está Dámaso, por favor?".
-      "Sí, soy yo, ¿quién eres?", pregunté intentando adivinar antes de que lo dijera de quién era esa voz desconocida. Pero ella se adelantó a mi memoria:
-      "Soy Leire, ¿te acuerdas de mí? Soy amiga de Amagoia, tu profesora de biología".

En ese momento se me escapó un "joder" que siguió con un "uy" y con una sonrisa avergonzada que, aunque ella no la vio, supongo que la intuyó. Y cuando superé el balbuceo dije:

-      "Claro, claro que me acuerdo... jo, qué sorpresa...".

Recuerdo que el corazón me latía a mil por hora, aunque creo que a ella se le debía estar saliendo por la boca. Me ahorré la tontería de cómo había conseguido mi número, pero sí le pregunté el porqué de su llamada. Me comentó que tenía unas fotos mías, las que había sacado en mayo, que salía muy guapo y que quería dármelas. Yo me puse muy nervioso porque algo había en sus palabras y en el tono de su voz que parecía evidenciar que esa chica, una amiga de una de mis profesoras, estaba intentando seducir (no sé si es la palabra más correcta) a un niñato como yo.

Con la mente un tanto aturdida, mi reacción no fue muy coherente, de hecho ahora la recuerdo como totalmente estúpida: "Esto... mira, Leire, ahora me iba a echar una siesta. ¿Por qué no me llamas otro día y quedamos para lo de las fotos?". Noté que ella se sorprendió, y tartamudeó para despedirse. Eso sí, lo hizo de una forma que me alegró aún más el día:

-      "Bue... bueno, Dámaso, quiero que tengas estas fotos. Sales muy guapo, yo no me canso de mirarlas. ¿Na... nadie te ha dicho que hay algo especial en tus ojos? Te volveré a llamar para tu cumpleaños, que me ha dicho Amagoia que es pronto. Que descanses, un beso, Dámaso".

Justo me quedó un segundo para decir que sí, que mi cumpleaños era el 27 de octubre, y creo que no llegó a escuchar que podía llamarme antes si quería, dos meses no era tan "pronto".

Al colgar el teléfono me sentí algo patético por la torpeza que había demostrado, pero me fui a la cama con el ego embrutecido. Antes de dormir llegué a pensar si mi aparente falta de interés le habría hecho cambiar la cara y si ya no me volvería a llamar. Pero me llamó. Aunque tensó la cuerda hasta el día de mi cumpleaños, ya he dicho antes que acabamos siendo pareja. Una apasionada relación, algo descompensada por la edad, que se prolongó durante diecinueve meses hasta el lluvioso amanecer de un 25 de junio. Pero ésta sería otra historia, seguiré con la que he empezado.

Dormí durante tres horas, y tuve sueños tórridos y fascinantes. Una voz, no sé si interior o exterior, retumbaba en mi cabeza cantando frases parecidas a esto:


Finjamos que estamos casados y hagámoslo toda la noche.
No pararé hasta el amanecer.
Quiero follarte tan fuerte que duela, duela, duela.
Quiero, quiero, quiero, quiero, quiero, quiero, quiero follarte.
Sí, quiero, quiero, quiero, quiero, quiero follarte.
Quiero sinceramente follar el sabor de tu boca.


Madre mía, quiero creer que es algo normal en los sueños de un chico de diecisiete años.

A pesar de todo me desperté muy descansado, tres horas de siesta no son pocas... Y unos minutos después, como si hubiera sabido que ya estaba en pie, me llamó un amigo para quedar a la noche. Perfecto, ya estaba todo organizado.

La siguiente hora y media la disfruté a rabiar haciendo algo que no había hecho en bastante tiempo. Me puse en plan DJ a pinchar vinilos de la colección de mi padre. Mi viejo tiene buen gusto, es y seguirá siendo un 'funkyman', qué tío. No sé si tengo muchas más cosas en común con él (aparte de la que se me reveló aquella noche), seguro que sí, pero la música Funk es algo que corre por sus venas y yo he heredado su pasión por esa música que te obliga a bailar, que te mueve los pies y la cabeza, que te seduce y te agita las caderas como si tuvieras un demonio dentro. El caso es que me puse como loco, una canción me llevaba a otra y ésta a la siguiente. ¡¡Qué gozada!!

Tras ducharme y cenar... ¡coño!, ¡Atletismo en la tele! Atletismo del bueno, y yo despistado y sin enterarme, en qué tendría la cabeza. Llegué tarde a la cita con mis amigos, pero sabía que ellos conocían el motivo de mi retraso, que por otro lado no incomodaba los planes del grupo. De todos modos, no terminé de ver la retransmisión y dejé el vídeo grabando las pruebas que faltaban. Decidí que esa noche iba a ser mi noche, que iba a hacer caso a mi cuerpo y que me iba a divertir como si fuera la noche del Juicio Final. Destino: DIVERSIÓN.

Cuando llegué, mis amigos bebían cerveza. A mí no me gusta demasiado, pero hay noches en las que es difícil no sucumbir a algunas tentaciones y me sumé a ellos. Hablando de Atletismo y de chicas, que eran los temas trascendentes de nuestra existencia en aquel momento, terminamos haciendo una memorable sentada cervecera en la que el dueño del bar nos acabó invitando a alguna ronda. Luego hicimos otra sentada menor, y después ya era todo desfase.

Anduvimos por la Parte Vieja, riendo, bailando en algunos bares, intentando conocer gente... en fin, lógicamente no estábamos inventando nada nuevo, pero sí se puede decir que estábamos descubriendo parcelas de la vida y parcelas de nosotros mismos. Hay algo mágico en la diversión adolescente; no es fácil darse cuenta en directo, pero cada sensación es aprendizaje y cada sorpresa aprendida será bagaje personal para el futuro, acaso para siempre.

De la Parte Vieja fuimos a "Komplot", un local a unos quince minutos andando en el que solíamos terminar las noches bailando como posesos para sudar lo que hubiéramos bebido; y aquella noche habíamos bebido más de lo habitual. Actualmente ha cambiado mucho, pero en 1999 la música que ponían en "Komplot" nos resultaba excelente. A bailar.

Había pasado un buen rato cuando ELLA, la pelirroja con el culo más inquieto que yo hubiera visto, que haya visto en la actualidad, y que probablemente vea en toda mi vida, se hizo de carne, hueso y química ante mis atónitos ojos.

No tardó en percatarse de la mirada estúpida que había dibujada en mi cara y enseguida iniciamos un, para mí, inquietante juego de miradas. Embutida en una blusa y una falda rojas y sobre unos zapatos planos del mismo color, ella era algo así como una fantasía hecha realidad, alguien salido de un cómic o una canción. Esa melena pelirroja, ese rostro perfecto, aquellas curvas de vértigo, aquellas piernas que se alejaban de su minúscula minifalda, su forma de moverse y de bailar...

Busqué a mis amigos para que no se perdieran el prodigio, pero ya se habían marchado. Allí estaba yo solo, dando palmas en el cuarto compás en una pista de baile abarrotada, con los ojos entregados a aquella figura de mujer que parecía estar tan sola como yo. Ella bailaba sin parar, se acercaba a mí, me sonreía y luego se alejaba, aunque mantenía ese juego con mucha más gente de la pista, chicos y chicas. Todo el mundo la miraba, era el auténtico centro de atención, pero supongo que tenía que haber sabido, por la manera en que finalmente acercó sus caderas a mi lado, que iban a ser mis frenos los que acabarían saltando por los aires aquella calurosa noche del cuatro al cinco de septiembre. No tardé en saberlo.

Se puso delante de mí y dejó de bailar súbitamente. Nos quedamos clavados, mirándonos fijamente a los ojos a poco más de un palmo de distancia. Ella habló para seguir asustándome: "Niño, ¿no te parezco una puta irresistible?". Me quedé aún más mudo y rígido de lo que ya estaba, y ella soltó una carcajada aterradora. "¡Es broma, tonto!", (menuda broma, joder)  Y añadió: "¿Quieres bailar?". "Claro", conseguí decir recuperando un poco del aire que me había faltado el último medio minuto. Pero ella se volvió a reír de mí: "Pues baila"... y desapareció entre la gente. Al perderla de vista pensé que debía haber algo en su bebida, ¿por qué si no una mujer querría tratar tan mal a un chico como yo?

Algo abochornado por la guasa, hice algo atípico en mí a esas horas. En vez de irme a casa como habían hecho mis amigos, me acerqué a la barra y pedí una cerveza. La imagen y las burlas de la pelirroja se me habían incrustado en el pensamiento y necesité sacudirme aquella tensión de alguna manera.

Al rato miré a mi izquierda y allí volvía a estar ella, la pelirroja del culo inquieto, sonriendo y buscándome los ojos con su mirada. Disimulé el cosquilleo que volvió a brotar en mi interior, procurando aparentar una indiferencia irreal. "Hola, niño", dijo con una voz muy dulce esta vez. "¿Aquí sirven alcohol a menores de edad?", me preguntó, imagino que queriendo asegurarse de mi corta edad porque ella pasaba de los veinte con holgura. "Supongo que no, pero aquí me conocen; uno de mis amigos es primo del dueño", conseguí explicar en lo que ya se parecía bastante a una conversación. "Sé que antes te he hecho sentir mal, lo siento". Su disculpa me sorprendió, pero yo seguí a lo mío, no estaba seguro de querer seguirle el juego a la "puta irresistible". "No te preocupes", dije, "así tengo algo que contar mañana a los amigos". Y le regalé una sonrisa que ella aceptó con otra. Manteniendo la sonrisa, cambió de tercio: "¿Te importa que te llame "niño"? Lo hago sólo con los chicos guapos". "Mi nombre es Dámaso, pero llámame como quieras, lo de "niño" en tu boca me suena bien, me lo tomo como un piropo. ¿Y tú? ¿Cómo te llamas tú?". Y ella volvió a sacar a relucir su cara enigmática: "Niño, no hagas preguntas y prometo no decirte mentiras". "Uf, como quieras, ¿qué podría añadir a eso?", y le di un buen trago a mi cerveza, que sorprendentemente me estaba sabiendo riquísima.

Me quedé mirando al vaso, aturdido, ajeno a la música que sonaba, lleno de pensamientos acelerados en confusión en masa en mi cabeza, mientras ella me miraba, no dejaba de mirarme, como si yo fuera un cuadro o una escultura. Que yo me quedara inmóvil y callado sólo tiene una explicación muy simple: no sabía ni qué hacer ni qué decir. Supongo que esperaba que ella tomara el control, porque mi temperatura estaba llegando a su límite y todo aquello era demasiado nuevo para mí.

Y el universo inició su cambio. Ella se acercó a mí, me cogió muy suavemente de la mano y sentí que algo eléctrico me invadía de la nuca a los pies. Entonces acercó sus labios a mi oído y susurró la frase bomba que explotó en mi cabeza y que tengo escrita en mi álbum entre las fotografías de mayo y noviembre. No me importa repetirla:

"No te preocupes, no te haré daño. Sólo quiero que tengas un poco de diversión".

Cuando aquello entró en mi cerebro saltaron todas mis alarmas de incendio y supe, ahí sí, que esa noche iba a ser muy distinta a cualquier otra noche anterior. Ella siguió hablando, y todo "Komplot" empezó a dar vueltas y vueltas. Decía cosas realmente extrañas, casi daba la sensación de que alguien hablaba por ella: "El peligro de tus ojos no está calculado, niño, pero necesito una boca como la tuya para olvidar a la basura que acaba de salir por la puerta de mi vida". Siguió un buen rato articulando palabras por el estilo, y si hasta ese momento yo estaba desorientado, cuando empezó a hablar de esa manera tan chocante, yo ya no sabía si reír o si salir corriendo. Pero la feromona tira mucho, quién no lo sabe, y yo llevaba empalmado desde que me había cogido la mano con su mano caliente. Tenía un león rugiendo en algún bolsillo de mis pantalones, así que allí me quedé para comprobar qué era aquello que aparentemente se me venía encima.

Mantuvo su incontinencia verbal y continuó con su lujuriosa intimidación: "Niño, puedo ver en tus ojos lo que necesitas y veo que lo necesitas ya. Sé que es difícil de creer pero este cuerpo que ves está libre esta noche. Así que si tú también estás libre por un par de horas, abróchate el cinturón y prepárate para el despegue. ¿Volamos? ¿Te gustaría volar, niño?". Yo retomé sus palabras de piloto de aviones y dije entre dientes "Mayday! Mayday!", a lo que ella replicó que qué coño era eso de "mayday". "Nada, nada...", respondí, "cosas mías, no me hagas caso, estoy un poco tenso". Cosas mías que me ayudaron a relajarme y a volver a sonreír, tras un rato, el que había estado escuchando su perorata, en el que había pasado bastante canguelo, y en el que me había tomado casi de un trago otra cerveza.

Pero era sábado por la noche y supongo que eso lo arregla todo. Me armé de humildad y confesé: "Soy un niño que no ha volado nunca, voy a ser una marioneta en tus manos, pero has encontrado alguien que te va a decir que sí a todo ¿Qué tengo que perder?". Y entonces ella me cerró la boca con un beso, un beso que a mí me pareció sobrenatural, un beso en el que sentí sus labios y su lengua, y todo su cuerpo abrazado al mío, pero también sentí (y esto me fascinó) su alma girando a mi alrededor. "Prepárate para luchar", volvió a susurrarme al oído...

Se detuvo un momento, y me comentó que a las siete tenía que estar en el barrio de Gros para echar una mano a unos amigos que abrían su bar a esa hora, y que no teníamos tiempo que perder. Lo de no perder el tiempo me sonó a gloria. Alguna vez me había planteado dónde, cuándo y con quién perdería mi virginidad y, por fin, estaba ante los pasos previos. Me llevó a los servicios de las chicas y nos encerramos en uno de los reservados. Tras un vistazo rápido, me agradó constatar que aquello estaba bastante limpio y que aunque el espacio no era precisamente sobrado, para ser un retrete era generoso. Además, no había ningún tipo de comunicación ni por arriba ni por abajo con las otras cabinas, tan sólo una pequeña ranura bajo la puerta, por lo que había algo de intimidad, dentro de lo que cabe. El volumen de la música que llegaba desde la pista también participó de esta intimidad tan especial.

Yo me dejaba llevar, ¿qué otra cosa podía hacer?  Y en la siguiente media hora comprobé sorprendido lo que podían dar de sí los váteres de un sitio como "Komplot".

En mi sistema nervioso se confundía una explosiva mezcla entre pánico y diversión, entre temor a lo desconocido y el gusto de estar conociendo. Entre besos, abrazos y rozamientos, el sonido de nuestras respiraciones agitaba cada vez más mi libido. Yo suponía que para besarnos no hacía falta esconderse en un váter, por lo que esperaba que en cualquier momento la pelirroja hiciera algo distinto. Y vaya si lo hizo.

Yo tenía desabrochada la camisa, caída hacia la espalda con los hombros al aire. Ella me besaba por todas partes, y cada beso era un placentero aguijón que me atravesaba el cuerpo entero como si me clavara contra la pared. Yo me limitaba torpemente a besar su boca –cuando se dejaba- o su cuello, o intentaba acariciarle los pechos, con el permiso y complicidad de su blusa desabotonada, pero me sentía demasiado ignorante y estaba demasiado nervioso como para controlar mis movimientos. Aunque en momentos de lucidez logré descubrir lo suave que puede llegar a ser la piel de una mujer, y por qué una palabra tan cursi como "turgencia" tiene un lugar de privilegio en este mundo. Repartidos los papeles de aprendiz y maestra, ella se agachó y continuaron las enseñanzas. "Segunda lección", pensé para mis adentros con los ojos en blanco.

Ante el primer contacto entre su boca y mi polla, al sentir aquel gustazo caliente y húmedo, un largo "oooh" se me escapó del interior. Jamás habría imaginado que una mamada pudiera provocar una sensación tan inmediatamente extraordinaria. Ella me besaba y lamía el miembro, arriba y abajo, lo acariciaba, me tocaba el abdomen, me sujetaba y apretaba de los muslos y del culo. Yo intentaba juguetear con su pelo, pero creo recordar que casi todo el rato tenía las manos contra la pared, menuda estampa la mía. Buscó un par de veces un cruce de miradas, joder, yo veía una imagen deliciosa, no quiero imaginar la cara de gilipollas que debía tener yo en aquel momento. Súbitamente, en un estallido interno, sentí que me iba a correr. "Ay, que me corro", avisé. "Aguanta, niño, que esto está muy rico". Pero ya no tuve ocasión de avisar de nuevo y me corrí...

Sentí como si me dieran con un bate en la cabeza, aunque en vez de dolor me dominaba una felicidad extrema. Coincidiendo ese golpe con el primer fogonazo de mi eyaculación, todos mis sentidos se debieron metamorfosear en esperma, porque tengo una increíble imagen visual en la memoria de cómo atravesé el velo del paladar y me perdí en la garganta de la pelirroja. No sabía si a ella le habría hecho gracia que me corriera así, de pronto, pero cuando vi cómo se regodeaba con el resto de mi eyaculación entendí que las cosas estaban en su sitio. Joder, qué a gusto me quedé.

Ajenos al ajetreo que se escuchaba al otro lado de la puerta, como habitantes únicos de un planeta abandonado, ella se puso en pie como si tuviera un resorte en las piernas y me sopló en los párpados cerrados. Me subió un poco los pantalones y el calzoncillo aunque me dejó con todo al aire. Me agarró del pene con la mano derecha y me dio un largo beso en la boca. Cuando conseguí respirar de nuevo, dije una estupidez: "Me he corrido muy rápido, perdona". "Calla, niño", me atajó ella, "¿te ha gustado mi regalo?". "¿Re... regalo? Háblame claro, por favor, que me están pasando muchas cosas en demasiado poco tiempo", alargué cuanto pude la frase intentando pensar. "Has tardado en correrte más de lo que esperaba, aunque ha sido una pena, sí, me estaba divirtiendo mucho. De todos modos tu trabajo empieza ahora", y me estiró del pene con fuerza, hasta casi hacerme daño. "Mira en qué poca cosa se nos ha quedado ahora el juguete", afirmó sin soltarme, exhibiendo una risa macabra. "Coño, lo normal, ¿no?", dije casi preocupándome, y provocando que ella se riera todavía más. "¡Pues claro, tonto!", y me dio un extraordinario beso en el centro del alma.

Me atreví a preguntarle qué era eso de que mi trabajo empezaba ahora, y ella fue tajante: "No creerás que yo me voy a ir así al bar de mis amigos, ¿verdad? Quiero que mi coño huela a hombre, y como te corras antes que yo te la corto. Si te la he chupado primero ha sido para hacer tiempo y para que descargases balas...", y aunque volvió a besarme tras decir esas palabras, semejante amenaza no podía dejarme indiferente; ella seguía sin soltarme el pene, un pene que pocos minutos antes había estado entre sus dientes, lo que me trajo al cerebro la preocupante imagen de una guillotina. Ay.

Pero seguía siendo sábado por la noche y supongo que eso lo arregló todo. Me miró a los ojos y me acarició con sus palabras: "Hay algo en tus ojos, niño, no sé qué es pero hay algo en tus ojos. Me da pena saber que no los volveré a ver. Escucha: ¿tienes bastante gasolina?". Y a mí me salió en inglés: "Oh, yeah".

Nos quedamos unos instantes mirándonos a los ojos. Yo iba a preguntarle por qué sabía con esa seguridad que no volveríamos a vernos, cuando "el juguete" despertó y creció en cuestión de segundos. Los dos sonreímos, pero me encantó ver su rostro especialmente iluminado y su sonrisa, que me mostró completa su fabulosa dentadura (nada que ver con una guillotina)  "¿Ves? Ahora sí que has estado rápido, no hay nada como un adolescente en celo para recuperar una erección. ¿De qué cosecha eres?". Ella no me había soltado, y el calor de su mano en mi polla me subió hasta las mejillas. "¿Cosecha? ¿En qué año nací, quieres decir?". Asintió con un gesto. A mí me habría gustado mentir, pero no supe: "Voy a cumplir diecisiete, soy del 27 de octubre de 1982". "Pues hagamos trabajar a tus diecisiete añazos", exclamó besándome el oído.

Por fin me soltó, y se apartó de mí cuanto pudo alejarse estando en aquel cubículo. No tenía ni idea de qué iba a ocurrir, aunque hoy puedo afirmar que vi abrirse de par en par la caja de las mil sorpresas. Y que una a una o varias a la vez, las mil vinieron a cambiarme la vida, pero sobre todo los sentidos.

Se metió las manos entre la falda y con un gesto habilidoso se quitó las bragas, una tanga minúscula de color rojo. Y escuché estupefacto: "Huélelas y dime a qué te huelen". Se me abrieron los ojos como soperas, pero cogí las bragas obediente y me las llevé a la nariz. Un aroma desconocido me embriagó, había una mezcla de perfume con algo más en aquella prenda. "Eso lo has conseguido tú, niño, eso que hueles es aroma de mujer. Yo también estoy como una perra, ¿qué te crees? Pero ese es el olor que tenemos que cambiar, que tú me tienes que cambiar".

¿A cuántas pulsaciones ha de latir un corazón humano para sufrir un colapso? Dios mío, ¡mi teóricamente entrenado corazón de atleta estaba a punto de estallar!  La pelirroja se acercó de nuevo a mí, me quitó la tanga de la mano y me la metió en un bolsillo del pantalón mientras me besaba el pecho. Yo no conseguía recuperarme, cuando ella me cogió de la mano y me la llevó por debajo de su falda. "Toca, perrillo, así es como me tienes, guau, guau. ¿Habías tocado alguna vez algo tan jugoso?". No quiero recordar los balbuceos bobalicones que no conseguí ni que salieran de mi boca, pero ella tenía razón, jamás había tocado nada como aquello. Ni siquiera parecido.

No sé cómo lo hizo, no sé si con un botón, un corchete o una cremallera, pero en otro gesto automático se quitó la falda en un segundo. Me apartó la mano y allí se quedó, bailando ante mis ojos, de puntas sobre sus zapatos planos, dejándome que la contemplara de arriba abajo, con una blusa suelta como única prenda y un sujetador que le colgaba por un lado. Verla así, desnuda de cuerpo entero, me trastornó. Sentí que me llegaba, más intenso aún, el olor que había descubierto en las bragas, y si mi corazón estaba cerca del infarto, mi respiración se debía parecer a un tren de mercancías. Ella colocó su pie izquierdo sobre la tapa de la taza del váter, que estaba bajada, y yo retrocedí cien mil años en la escala evolutiva. "Come, niño, come, ya verás qué bueno está. Pero cuidado, trátalo como si creyeras que se puede romper, que esto está pensado para gozar y hacer gozar". Me clavé de rodillas en el suelo, esclavo de sus palabras, y mi universo se redujo a descubrir con la lengua y con los labios cada recoveco de aquel nuevo regalo. Creo que ella lo pasaba bien con aquello, pero yo me encontraba en la cima del mundo libando aquel licor dulce que jamás olvidaré.

Aunque aún subí más alto. Ella seguía teniendo razón desde el principio, desde que me invitó a volar. Menos mal que acepté el convite, ¿cómo habría sido mi vida sin la experiencia de aquella madrugada del cuatro de septiembre?

Bajó la pierna al suelo y me ayudó a incorporarme, sacándome de algo parecido a un estado de trance. Ella se giró y me dio la espalda. Colocó su mano derecha en la pared de la que salía la taza, y se reclinó mostrándome todo su sexo desde atrás. De todo lo que vi aquella noche, que fue mucho, sin duda ESA es la imagen por la que pagaría para tener una fotografía. Me vinieron a la mente, como he esbozado al principio, unas fantásticas imágenes de auroras boreales, esos cielos iluminados por luces encarnadas y púrpuras que pueden verse en otras latitudes. Pero no hay foto que pueda igualar aquello, imposible. Ver aquella desnudez como la estaba viendo fue el inicio del éxtasis, del delirio.

La pelirroja me retó: "Sabes lo que tienes que hacer, ¿verdad, niño? Toma las llaves, a ver si eres capaz de dominar mi maquinita roja del amor", y completó el desafío con una mirada llena de centellas en las pupilas. Yo no dije ni media palabra, me limité a encontrar posición y la penetré de un golpe tan profundamente como fui capaz. Y sentí que el cielo y el infierno me besaban la polla al unísono.

Ella emitió un suave chillido, como de satisfacción, y, de repente, me atacó un miedo absurdo: "¿No deberíamos usar condón?". A ella no le gustó mi pregunta (ahora me río al recordarlo): "Calla, hijoputa, que como pares te mato". Consiguió que me acordara de la amenaza de la guillotina, así que allí empecé a poner todo mi empeño. Su respiración se empezaba a parecer a la mía, la de hacía un rato, y recuerdo el frenesí que me provocaban sus pequeños aullidos y sus resuellos. Yo la sujetaba con fuerza de las caderas y aquello era el no va más, el sonido de mi cuerpo chocando contra el culo más redondo y duro del mundo me hizo entender muchas cosas, aquello era música celestial, aquello era funk en estado puro, funk, funk, funk, ¡¡funk!!

Y allí estaban mis diecisiete años, dale que te pego al funk, cuando me agaché un poco sobre la pelirroja, le cogí la melena con una mano, y tiré de ella con fuerza. Ella hizo un gesto de aprobación, y masculló alguna palabra que no llegué a escuchar. Y en ese momento, cuando mejor nos lo estábamos pasando, me volvió a asaltar otro pensamiento que probablemente estuvo cerca de echar a perder toda la escena. Me vino a la mente una chorrada que siempre decía un amigo mío, un disparate que no sé de dónde lo había sacado. El caso es que me llegué a ver tan crecido en aquella posición de dominio, con la pelirroja totalmente entregada a la música de nuestros cuerpos, que no pude evitar el soltar la parida de mi amigo: "Relincha o paro". Ella abrió los ojos, y a punto de perder el ritmo dijo: "¡¿Qué?!". Y yo enfaticé tirándole del pelo: "Relincha o paro". Ahí, cuando ella supo entender lo que había escuchado, es donde creo que realmente me la jugué, porque intentó girarse para verme la cara y espetó con veneno: "¡¿Qué estás diciendo, hijoputa?!". Entonces yo me la jugué al todo o nada, le metí un estirón en el pelo que la enderecé y amagué que detenía el funk: "Digo que relinches o paro".

Pasé uno, dos segundos de miedo, por no decir terror. Y cuando creí que la había cagado... ¡¡la pelirroja empezó a relinchar!! ¡¡¡JAAJAJAJAAAJAAAAA!!! ¡¡EMPEZÓ A RELINCHAR!! ¡¡La puta irresistible relinchó!!  Los dos nos volvimos locos de pasión, y entre relincho y relincho ella exclamaba: "¡Fóllame! ¡Fóllame! ¡No dejes de follarme, hijoputa!", algo que, obviamente, no entraba en mis planes.

La pelirroja que tanto miedo me había dado se corrió dos veces entre insultos de placer antes de que yo también me corriera. Esta vez, el bate de béisbol de la mamada se convirtió en espuma en el cerebro, escalofríos por la espalda y temblores repartidos por todo mi cuerpo, que chorreaba un sudor incontrolable. Cuando nos separamos, ella se sentó sobre la tapa de la taza, aparentemente exhausta, dándome la espalda pero (se ve que era un gesto natural en ella) se volvió a quedar agarrándome el pene, que poco a poco también se deshinchaba, dejando un reguero en la espalda de su blusa roja; o no se dio cuenta, que lo dudo, o no le importó en absoluto. Y así nos quedamos al menos un par de minutos.

Yo le besaba el cuello, los hombros, le acariciaba el pelo, los pezones y los pechos. Ella permaneció muda. Al cabo de esos dos minutos sacudió todo su cuerpo como despertando de un letargo, se puso en pie, me miró de forma que no supe identificar, mitad ira mitad lujuria, tomó aire y me dijo: "Hijoputa, ¡me has hecho relinchar!". Yo, que en ese momento me sentía por encima del bien y del mal, le contesté: "Sí, ¡y ha estado cojonudo!" ...Y los dos estallamos en una recíproca carcajada que aún hoy me río cuando pienso en ella, y que debió escucharse en cada esquina de "Komplot". "Te seguiré llamando niño, pero sólo por lo guapo", y me dio un beso mientras me subía, con esa habilidad suya, el calzoncillo y el pantalón. "Te las dejaría como recuerdo, pero tengo que ponérmelas para ir al bar", y cogió su tanga de mi bolsillo y empezó también a vestirse. Yo aproveché para hacer pis, que la cerveza no perdona.

Salimos de aquel retrete y unas chicas nos miraron sin disimular sus risas, algo que nos importó bien poco. De hecho, la pelirroja se tomó su tiempo de tranquilidad para echarse agua por la nuca en el lavabo, y yo me quedé ahí mismo, mirándolas, mientras ellas tuvieron que esconder sus risitas. Tras refrescarse, me dio la mano y atravesamos todo "Komplot" hasta la puerta de la salida. En mitad del local recogió un pequeño bolso que, por lo que deduje, había dejado allí abandonado durante mucho rato. El contraste entre las luces y el bullicio de "Komplot" con el aire, la noche y el relativo silencio de la calle, me obligó a entender que todo aquello estaba llegando a su fin.

Sonaron siete campanadas en una iglesia y yo confirmé la hora en mi reloj. "Vas a llegar tarde, Gros no está aquí mismo", le comenté. Ella consiguió intrigarme y casi preocuparme con su respuesta: "Voy bien, no te apures, pero tenemos que coger un taxi. No quiero quedar mal con mis amigos, también hoy es el último día que les veré". Al sentirme preocupado, quise bromear con ella intentando ver su reacción: "Supongo que si te pregunto algo volveré a escuchar eso de que no haga preguntas y prometes no contarme mentiras...". "Oh, Dámaso" me interrumpió, "veo que me has escuchado cuando te hablaba", dijo ella, llamándome por mi nombre por primera y penúltima vez. "¡Pues claro que te he escuchado! Esta noche he estado muy atento a muchas cosas", añadí con buen humor. "Y me has llamado por mi nombre. Si te debo algo por esto, ¿aceptarás que te pague con lágrimas?", y simulé unos pucheros: "Si tú lloras yo lloro, boo hoo...", y conseguí con esta pequeña tontería que ella volviera a sonreír tras unos segundos de inesperado semblante triste.

"Taxi, ¡taxi!", voceó ella al paso de un coche junto a nosotros. Montamos en el asiento de atrás y la pelirroja le dio la dirección a la chica taxista que estaba al volante; una calle que no reconocí. De camino, la pelirroja se me echaba un poco encima y me besaba y abrazaba. "Saluda a tu novia de mi parte", runruneó en uno de esos abrazos. "No tengo novia", me defendí siendo sincero. "Pues cuando la tengas, niño", y nos reímos tan a gusto. También me seguía hablando de ese "algo en los ojos" que había visto en mí, o insistía en que no me preocupara por ella ni por la cara triste que había puesto a la salida de "Komplot". "No me pasa nada, estoy muy bien, considera simplemente que hoy te has convertido en un amante internacional", dijo como única indescifrable explicación. La explicación con la que tuve que quedarme porque, en efecto, jamás he vuelto a saber de ella. Con todo, reconozco que este viaje en taxi fue muy entretenido, aunque pasé algo de apuro porque la taxista escuchaba nuestra conversación, porque veía cómo nos achuchábamos en su coche, ¡y porque empezaban a clarear las primeras luces del día!

Se detuvo el taxi ante la puerta del bar al que íbamos. Definitivamente, yo no conocía ni el bar ni la calle. Ni siquiera conocía la existencia de este tipo de garitos en mi ciudad. Era un local pequeño, oscuro y ruidoso al que había acudido "lo mejor de cada casa" a rematar la noche. La pelirroja desapareció un minuto y la siguiente vez que la vi estaba al otro lado de la barra. "¿Qué quieres tomar? ¿Una cerveza?", me preguntó mientras ya servía a más gente. La cabeza me viajó hacia mi vida anterior y contesté: "No, no, una Coca-cola". Ella me dijo que sí, pero puso un botellín de "Heineken" entre mis manos. Yo le di las gracias y me reí con su desparpajo, tras la barra ella movía el culo con la misma soltura que en la pista de baile. Apoyé la espalda contra la pared, miré a mi alrededor y me vi a mí mismo como un monigote que se ha equivocado de cuadro. Eran casi las ocho de la mañana y estaba en un bar desayunando una "Heineken".

En una metáfora de la noche, apuré la cerveza hasta la última gota. Me acerqué a la barra y le hice a la pelirroja un gesto de que me marchaba. Ella se reclinó y conseguí que me oyera entre tanto ruido: "Gracias por todo, me tengo que ir". Ella aún consiguió sorprenderme con un piropo: "Gracias a ti por tus ojos", y cuando estiré el cuello intentando despedirme con un beso, me remató con las últimas palabras que escuché saliendo de sus labios: "No llores a menos que seas feliz, Dámaso, y gracias por haberme cambiado el olor". No estoy seguro de si iba a ser capaz de responder algo, pero ella me selló la boca con un beso, el último. Me guiñó el ojo y se cambió de sitio en la barra dándome la espalda, por lo que conservo también una excelente última imagen de su culo. Qué culo.

Salí de aquel tugurio y era totalmente de día, totalmente domingo. Decidí ir andando hasta casa, la hora de llegada ya me daba igual, era "tarde" hacía mucho rato. Así llegaría despejado o, al menos, esa era mi intención.

Conseguí centrarme un poco y entré en una pastelería. Me comí el bollo más grande que tenían expuesto, queriendo echar algo sólido en el estómago. Obviamente, en mi cabeza hervían miles de pensamientos, sensaciones y recuerdos que hicieron que la caminata se me pasase en un voleo. Llegando a casa, usé el viejo truco de comprar el periódico y unos bollos para que mis padres pusieran buena cara al verme o chantajearles un poquillo si me la ponían mala.

Cuando llegué, más cerca de las nueve que de las ocho y media, mis padres, en efecto, estaban esperándome. Pero lo primero que reclamó mi atención tras abrir la puerta fue que sonaba música. Qué extraño, los sonidos de uno de los discos favoritos de mi padre llenaban cada rincón:

U can dance if U want, All the critics love U in New York.
All the critics love U, All the critics love U
All the critics love U in New York.
It's time 4 a new direction...


Le cuesta reconocerlo, pero estoy seguro de que a mi madre también le gusta esta música, aunque aquel día, al cruzar nuestras miradas, no parecía estar contenta. Se limitó a declarar: "De dónde vendrás a estas horas, vaya pelos que traes", y yo, sin contestar, le di el paquete con los bollos. Mi padre, sin embargo, esbozaba una curiosa sonrisa. "¿Te lo has pasado bien?", me preguntó. "Sí. Curioso disco para un domingo a la mañana", opiné intentando desviar la atención. "Hoy no irás a entrenar, ¿verdad?", ironizó mi padre ampliando su sonrisa y sin dejarse engatusar. Yo no sabía si seguirle la broma o si mi papel debía ser el del hijo serio que reconoce que no se ha portado bien, pero miré a los ojos de mi padre y descubrí con asombro algo que jamás había percibido: ¡tengo los mismos ojos que él! ¡Tengo su misma mirada! Y comprendí en ese preciso instante que mi padre sabía perfectamente lo que yo había vivido esa noche, y sus ojos me daban su aprobación.

Yo interpreté el silencio de mi madre como que era un tema que habían hablado entre ellos previamente. Sin embargo, mi madre reapareció y no pudo guardarse dentro un lógico "¿no podías haber llamado?". Intentando pergeñar alguna excusa creíble, antes de articular la primera sílaba, habló mi padre y me heló la sangre: "Marsha, cariño, ya sabes que en días como hoy no hay que hacer preguntas, si no quieres escuchar mentiras", y entreví al fin, cuando menos la esperaba, una tenue sonrisa en los labios de mi madre.

Me sentí de nuevo tan eléctrico ante la coincidencia entre las palabras de la pelirroja sin nombre y las palabras de mi padre, que decidí que aún me quedaban fuerzas en el cuerpo para ver antes de acostarme la grabación de las pruebas de Atletismo del día anterior. Mi padre volvió a bromear y ya se reía descaradamente: "Si quieres, puedes ver los resultados en el periódico. Lo has traído tú, ¿recuerdas?". Yo también conseguí reírme, pero no, quería verlo en el vídeo. Me despedí de mis padres, y me encerré en mi habitación después de mear y lavarme las manos y los dientes. Aún me llegaban las caricias del disco que tenía puesto mi padre, cuando sentí otro fogonazo musical que también me llevó la memoria hasta unas de las últimas palabras de la pelirroja:

I'm an international lover
Let me take U round the world
I'll buy U diamonds and pearls
But only if you're good girl...


No debí llegar despierto ni al cuarto fotograma del vídeo, y caí rendido en la cama. Las pocas horas que dormí las pasé soñando con auroras boreales, con aromas de pequeñas bragas rojas, con todo aquel delirio para los sentidos de un adolescente que había descubierto aquella noche. Pero eso sí, antes de dormirme aún conseguí traer a la mente un último pensamiento, tan claro y lúcido que supo ser premonitorio: "Cómo se va a poner de polla la amiga de mi profesora".


JCHO_DMSR_AGOSTO_2005
Mi novela homenaje: "TRACK AND PRINCE"

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Well, if happiness was standing at your door
I mean tell me what would you say?

Babyknows

Se puede escribir aqui??  ;D

We want more funk! ;D  [smiley=smash.gif] [smiley=smartass2.gif]

(y gracias)

I believe that we don't have to change friends if we understand that friends change.   http://www.myspace.com/soulvigilantes

capitanaHook


DMSR

Fascículo 2 publicado  8)  
Mi novela homenaje: "TRACK AND PRINCE"

capitanaHook

whyyyy U wanna treat me so bad?  ;D ;D

cat


DMSR

#52
Citarwhyyyy U wanna treat me so bad?  ;D ;D


No, nooo, esa frase del final viene de "Must be something in the water they drink / Why else would a woman wanna treat a man so bad?", del "Something In The Water (Does Not Compute)", canción que también inspira el título del relato  ;D ;D ;D  Recordad que todo está basado en el álbum "1999" y en imaginación a manta  ::) ;D




Mi novela homenaje: "TRACK AND PRINCE"

DMSR

Ya está editado el tercer fascículo. Poco a poco sube la temperatura. Que aproveche  8)
Mi novela homenaje: "TRACK AND PRINCE"

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Oye, dile al Dámaso Errequeerre ése que tenga cuidao, que la pelirroja ésa por como habla parece fan de Prince, y las fans de Prince tenemos mucho peligro  ;D ;D
Well, if happiness was standing at your door
I mean tell me what would you say?

DMSR

CitarOye, dile al Dámaso Errequeerre ése que tenga cuidao, que la pelirroja ésa por como habla parece fan de Prince, y las fans de Prince tenemos mucho peligro  ;D ;D


Pues la pelirroja y el Dámaso han empezado a "empeligrarse" juntos. Fascículo 4 publicado, espero que os guste. Sed buenos, que ha llegado la noche del sábado  ::)
Mi novela homenaje: "TRACK AND PRINCE"

DMSR

Fascículo 5 editado. Feliz semana.
Mi novela homenaje: "TRACK AND PRINCE"

DMSR

Relato TERMINADO. Como no sé si mañana iba a poder publicar el final, he puesto ahora los dos fascículos que faltaban. Gracias a quienes lo hayáis leído o a quienes lo leáis. Y si os ha gustado, pues ya sería la hostia  :D
Mi novela homenaje: "TRACK AND PRINCE"

capitanaHook

 O0 mu porno-erótico sis xD me ha gustao eso de "funk, funk funk!!!" jajajaja

cat

De aqui a la "sonrisa vertical" ;),

Deberías dejar los masajes y dedicarte a ésto, a escribir, vamos

;D 8)