DMSR (textos)

Iniciado por DMSR, 24 Junio 2005, 04:47:53

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ShockadelicQuake

Mi opinion es que lamentablemente todos (me incluyo) decimos eso de que si no se hubiera dopado hubiera sido un corredor "mediocre", que con un poco de suerte hubiera participado en alguna final mas o menos importante, etc, sin posibilidad alguna de conseguir ninguna medalla, y eso debia ser lo que pensaba el propio Ben.

Si a eso le añadimos la personalidad que tenia BJ..... pues no es de extrañar lo que sucedio.

Creo que un corredor (deportista en general) que se esfuerza al maximo y que, por no tener las cualidades de los MONSTRUOS (por que lo del algunos es para llamarlos asi) solo puede, pues eso, alcanzar alguna finalucha que otra y con muhisima suerte (se lesionan unos, otros se caen, etc) llevarse una medalla mas o menos importante en su vida no es MEDIOCRE: Es un ejemplo a seguir  ;)

OJO: Pongo esto como AUTOcritica en la que me incluyo. Ni por asomo para empezar discusiones absurdas.

Pero quizas la mejor forma de acabar con el doping (y es posible que hasta la UNICA forma) sea la de cambiar nuestros valores y apreciar el esfuerzo que hacen algunos deportistas totalmente anonimos (a los que llamaMOS mediocres) casi tanto, o tanto como lo que consiguen algunos MONSTRUOS a quienes la naturaleza ha dotado de poderes realmente super-naturales y sobre todo, inalcanzables para la mayoria de los mortales.

Y DMSR, ayer me quede corto. Por si te sirve de halago, decirte que si hace unos meses alguien me hubiera vaticinado que ayer iba a estar en un foro de Prince leyendo un articulo de atletismo tan extenso como el que aqui has puesto le hubiera dicho que estaba majara. Merito tuyo el que lo hiciera  ;)

DMSR

#101
Cita de: Anabel en 27 Enero 2008, 16:29:54
Gracias chicos.. ya os contaré si se mueve al ritmo de Housequake (como su madre )
;)

Aunque últimamente apenas si participo en el Foro, me ha apetecido retomar la vieja y buena costumbre de dedicar un poemilla a una recién nacida. Dedicado a Noelia, hija de Anabel y César, he aquí mi particular versión materno-filial de "Housequake". Pinchando en la flor, jeje :daisy:.

Besos de vuestro amigo DMSR  :glasses2:.

Mi novela homenaje: "TRACK AND PRINCE"

Anabel

Cita de: DMSR en 08 Febrero 2008, 00:46:42
Cita de: Anabel en 27 Enero 2008, 16:29:54
Gracias chicos.. ya os contaré si se mueve al ritmo de Housequake (como su madre )
;)

Aunque últimamente apenas si participo en el Foro, me ha apetecido retomar la vieja y buena costumbre de dedicar un poemilla a una recién nacida. Dedicado a Noelia, hija de Anabel y César, he aquí mi particular versión materno-filial de "Housequake". Pinchando en la flor, jeje :daisy:.

Besos de vuestro amigo DMSR  :glasses2:.


Gracias Juan Carlos, guardaré la dedicatoria para el album de recuerdos ;)

Everytime I am with U, U just love me 2 death
Ooh wee baby, U leave me without breath ... oh baby
Ooh yeah

Babyknows

Me encanta DMSR, esa sí que el del "old school" :D Que chikitina... muy guapa! besos!

I believe that we don't have to change friends if we understand that friends change.   http://www.myspace.com/soulvigilantes

Lucas

Muy Requeteguapa!!! :baby:
¿Saldrá al menos la mitad de guapa que su Madre? :kiss2:
A Face 2 be soft as a flower!!! :daisy:

DMSR


Dedicado a Tototote, mi hermano sevillano, y sus niñas. Pinchando en la foto:



Mi novela homenaje: "TRACK AND PRINCE"

Babyknows

como siempre, demserre, así nos dejas!  :o con tus sumas y tus restas, pa sacar el día del cumpleaños de  la pitu... qué curioso :D que chulo, gracias x compartirlo con nosotr@s =)  :cool4:

I believe that we don't have to change friends if we understand that friends change.   http://www.myspace.com/soulvigilantes

DMSR

Hola, últimamente no participo demasiado en el Foro sobre todo porque sigo aislado de las opiniones sobre Lotusflow3r y no estoy leyendo nada. Por si alguien está interesado en un ratillo de lectura aquí os dejo un relato que escribí el año pasado. Si alguien lo lee entero y le gusta eso que se lleva  :glasses2:.


ME LLAMO ROBERTO

He sobrevivido a la pesadilla. Qué limpio está todo, qué limpio me encuentro. Hoy intento llorar y ni eso puedo. Tendido en una cama de hospital, solo, noto tantos dolores que me liberan de la agonía que padecí ayer, la angustia que me hizo desear el fin, el tormento que quiso empujarme a saltar y finalmente lo consiguió sin querer.

No debería pensar en todo esto, pero cómo evitarlo. Soy una persona más en el mundo, un lobo solitario que lleva con dignidad un negocio de alfombras en la pequeña ciudad de San Sebastián. Mi nombre es Roberto Vimon y no se me ocurre nada sobre mí que pueda interesar a nadie. ¿Y a quién estoy contando esto sino a mí mismo? ¿Por qué me viene a la mente mi propio nombre? Un nombre que no está en boca de nadie... Aunque al otro lado siempre puede haber alguien. Sí, seguro que hay alguien.

Era impensable hace dos días. Sé que hoy es sábado, sábado 19 de octubre, acabo de escuchárselo a unos médicos al recuperar la consciencia. Sin duda algo empezó a torcerse a partir de las cinco y media del pasado jueves, cuando entró en la tienda aquel individuo mal encarado y sus abalorios y sus figuras de vudú. No vino a comprar sino a vender y reconozco mi mal carácter ante estas situaciones, aunque nada fue igual a otras veces. Era un charlatán que defendía muy bien su oficio, y en un inusual gesto de respeto decidí comprarle un cachivache. Abrió una bolsa enorme y me mostró toda su mercancía. Un ligero resplandor parecía brotar desde el interior de la saca. Supuse que se trataba de algún truco y dejándome llevar por mi curiosidad acerqué la mano al primer bulto que encontré.

"Intento fallido, amigo. No elija al azar", me advirtió adivinando mis pensamientos. "Imagine qué le gustaría ser o cavile en el mal que desee a sus enemigos. No está comprando una vulgar figurita para la balda de su biblioteca, el poder de este vudú procede de México y se ha forjado con la sangre derramada hace dos semanas en la Plaza de las Tres Culturas en la matanza de Tlatelolco. Hoy sólo se habla allí de los Juegos Olímpicos, la "Olimpiada de la Paz" en boca del presidente Díaz Ordaz. Pero la sangre siempre acude a la sangre si se la sabe llamar, así que concéntrese y elija pensando en el amor o pensando en la sangre".

Sus palabras adquirieron un tono tan intrigante que tuvieron un inesperado eco dentro de mi cabeza. Me tomé en serio la búsqueda y quise comprar algún objeto que llamase realmente mi atención. Por supuesto, no pensé en muertes o en enemigos, dejé la mente en blanco y la primera imagen que me sobrevino fue la de Brigitte Bardot, mi musa, mi reina, mi amor platónico. Al instante tenía en las manos una figura de cerámica que, a pesar de la advertencia, imaginé decorando mi biblioteca. El charlatán me clavó su mirada y quiso refunfuñar, aunque sus palabras sonaron cordiales.

"Amigo, déjeme decirle que es usted transparente. Esta vez ha elegido la pieza por su estética y lo ha hecho imaginando un amor irreal. No se sonroje, mucha gente actúa así y no es reprochable. Pero yo le estoy ofreciendo algo más elevado que todo eso, yo le estoy otorgando poder, magia, vudú. Quizá no está usted familiarizado con esta jerga pero ya lo entenderá, se lo aseguro. Asuma que la desgracia de unos hace feliz a otros, que si alguien llora en algún lugar del mundo el mismo mundo se compensa con la risa de otro. Permítame vaciar mi bolsa en su mostrador y encuentre el objeto que verdaderamente desea ser encontrado por usted. Es su tercer y último intento, no lo desaproveche".

Parece mentira lo claras que recuerdo hoy las frases de aquel desconocido. El amplio mostrador de mi tienda quedó casi desbordado con todo lo que cabía en aquella bolsa fosforescente. Me tomé mi tiempo, no sé si por hacerle caso o por seguirle el juego a aquel hombre. Necesité varios minutos y reconozco que llegué a ponerme nervioso. Docenas de objetos preciosos, horribles, exquisitos, recorrieron mis dedos. Cerré los ojos y dejé la elección al tacto. Los abrí con una talla de madera en las manos, miré al vendedor y tuve la impresión de que él estaba más sorprendido que yo. Rompí el silencio que súbitamente se había apoderado de mi tienda mientras él se apresuraba en recoger su mercancía.

"Ha dicho que era mi último intento, me quedo con esta figura, ¿qué le parece?". Él titubeó antes de hablar. "Ha, ha hecho usted una excelente elección. Excelente. Su precio le va a parecer excesivo, cuesta 819 pesetas, aunque no se preocupe, no ponga esa cara, yo se la regalo. Nunca creí que alguien elegiría ese trozo de samán, el árbol de la lluvia, que pliega sus hojas cuando el cielo amenaza agua. Recuerde los consejos que le he dado, cuide su acierto como un tesoro y disfrútelo".

Masculló una despedida que apenas salió de sus dientes y desapareció. Tardé un rato en volver a pensar en él, metí el trozo de madera en un bolsillo del pantalón y dejé que llegase la hora del cierre de una jornada con poco trabajo. Anochecía. Di un breve paseo desde la tienda hasta la barandilla de la playa y respiré profundamente los aromas de un mar Cantábrico enfurecido. Si no fueran tormentosos, estos días de otoño serían inigualables. Quizá son las tormentas las que dan a la ciudad tanto encanto los meses de octubre. La cabeza me traicionó y volví a sentirme solo, como casi siempre desde hace ya tantos años, más de veintidós, cuando aquel lamentable 29 de agosto de 1946 ella murió en mis brazos. Ella perdió su vida, y yo, que sólo la tenía a ella, llevo arruinados la mitad de mis cuarenta y cuatro. Y los que queden, puedo hoy exclamar desde aquí. El amor pasó de largo en mi biografía, pasó de largo y por eso elegí una diosa de mentira para que gobernara mi mundo. Brigitte Bardot, BB, mi Brigitte, la mujer que me mantiene cuerdo sabiendo que pisa el mismo planeta que yo, la mujer que me mantiene vivo con su simple existencia en mi mismo tiempo.

Reparé en la madera de mi bolsillo. Metí la mano en el pantalón y jugueteé unos segundos. Recordé entonces los ojos de aquel vendedor, más bien su mirada fija, y repasé mentalmente algunas de sus palabras; aquella palabrería sobre el vudú, la sangre, los enemigos, el poder, la matanza de México. ¿Los Juegos Olímpicos? Yo he detestado el deporte desde que entendí mi torpeza, desde que comprendí la limitación de mi cuerpo, quizá lo aborrezco desde la cuna. Ni sé ni quiero saber nada de toda esa bazofia que estará celebrándose en México. Y volví a sentir que aquel hombre me miraba y, con el viento y el sonido del mar en mis oídos, recapacité sobre el mundo al revés que me habían planteado. Un desconocido entra en mi negocio y en vez de comprar viene a vender... y lo consigue. ¿819 pesetas? A quién se le ocurre semejante estupidez. Menos mal que decidió no cobrarme y en vez de volverse el mundo del revés la escena quedó como algo parecido a una broma absurda. Maldita broma.

Saqué la talla del bolsillo y por primera vez me fijé en ella. Tenía en las manos un objeto negro, alargado, ligero, fibroso. Se asemejaba a una pequeña flauta aunque uno de sus extremos estaba cortado en dos hasta la mitad. Llegué a vislumbrar una figura antropomorfa pero era un trozo de madera demasiado simple. Pensé si el precio (si es que era real) tendría relación con la calidad de la madera. ¿Árbol de la lluvia? El rumor del mar volvió a sacudirme y Brigitte Bardot se mezcló de nuevo con mis pensamientos. Bendije una vez más aquel 25 de abril de hace once años en el que fui hechizado en una sala de cine en Burdeos. El cine me regaló "Y Dios creó la mujer", la vida al otro lado de la pantalla me regaló a Brigitte Bardot y sus labios me regalaron la frase que tanto ha retumbado en mi cabeza: "El problema con el futuro es que siempre arruina el presente". Mi vida reflejada en el espejo de un enunciado de película.

Ahora es fácil plantearme si cometí algún error, alguna imperdonable herejía que volvió contra mí el poder y la magia prometidos. Me duele el cerebro al pensar así desde mi escepticismo, pero he sufrido tanto desde el jueves que ya no sé a qué razón sujetarme.

"Elija pensando en el amor o pensando en la sangre", habían sido sus palabras. Brigitte volvió a mi mente. Sentí el impulso de hacer caso al charlatán y decidí esculpir las iniciales de mi fantasía en la madera que me había regalado. Busqué en la chaqueta una pequeña navaja y con ella cincelé, pausada y profundamente, mis letras mágicas: BB. Evoqué el flechazo de Burdeos y también grabé la fecha: 254. ¿Profanación? Ay.

Profanación. Hoy lo veo probable, sí, porque un escalofrío me recorrió la espalda y empezaron a sudarme las manos. ¿Acaso no pensé en el amor? Mi salud siempre ha sido buena y no di importancia a estas primeras alteraciones que iniciaron mi caída en el abismo que me ha traído hasta esta cama de hospital. Sospecho que no habría podido hacer nada contra ellas. Mientras caminaba hacia casa tarareé sin cesar el "La, la, la" de Massiel en vez de saborear las melodías de Otis Redding , los Temptations, los Beatles o tantos otros, la música con la que me embriago en mis viajes de negocio a Francia, tan poco difundida aquí. Sí, algo distinto a lo normal corría ya por mis venas cuando llegué a mi piso de la calle Hernán Cortés 8, 9ºA.

Tomaba el aire junto a la ventana del salón mientras comprobaba en la enciclopedia la existencia del samán cuando varias punzadas en la tripa me cortaron la respiración. Supongo que palidecí como una hoja de papel y asumí un principio de enfermedad. Las manos me ardían. Un súbito mareo me hizo caer de rodillas y sollocé sin motivo. Junté algunas fuerzas para recorrer el pasillo y llegar hasta el dormitorio. Agotado, me tumbé en la cama con la corbata, la camisa y el pantalón puestos. Urgía dormir. Por fin quedaba atrás el jueves 17 de octubre. Ingenuo de mí, no podía sospechar que me encontraba al borde de un precipicio de varias horas de trances y amarguras atroces.

La habitación entera daba vueltas a mi alrededor a una velocidad vertiginosa. Dudo de si aquello estaba dentro o fuera de mi cabeza. O dentro y fuera. Algo ilusorio debía de haber porque no había luz y yo veía mejor que en pleno día. Cerraba los ojos y la claridad seguía envolviéndome. Las alucinaciones eran ya evidentes. ¿Alucinaciones? Una terrible desazón recorrió mi garganta, mi respiración se encrespó y los estertores me quemaban los pulmones. Mi cuerpo se agitó como un caballo loco y vomité. Qué pudo ser aquella pestilencia que salió de mi boca si no había comido nada desde el mediodía. Un hedor repugnante se sumó a los delirios. Con terribles dolores me quité la corbata y con ella traté de apartar el vómito. En pleno calvario me quedaban recursos para pensar en la tienda y en si podría abrir el negocio por la mañana. ¿Acaso era todo real o se me mezclaban las ideas? Con la viscosidad extendida asquerosamente por la almohada y el cabezal de la cama empezaron las voces. Voces que me llamaban por mi nombre. Sentí tanto miedo que noté cada átomo de mi cuerpo explotarme hacia dentro.

"Por qué, Roberto, por qué..."

"Quién eres tú, Roberto..."

"¿Eres tú tu peor enemigo?"


Aquí, en el hospital, me siento hoy a salvo. Pero cómo entender lo de las voces. Todas ellas eran diferentes y todas igual de nítidas. Sentí pánico, terror, cómo no sentirlo. No sé cómo se llama lo que sentí.

"La sangre siempre acude a la sangre"


¡Esa frase la había dicho el charlatán! Después de temblar no sé cuánto tiempo, emití algo similar a un chillido y se me aflojó tanto el cuerpo que me cagué y me meé encima. Las voces no cesaban, yo no podía hablar, no podía defenderme y el olor era fétido, nauseabundo, extremo. Como mi miedo, como mi enajenación.

Encharcado en mis excrementos y sacudido por el terror, intentaba gritar pero mi garganta estaba encogida. La saliva tenía gusto a sangre. Los dolores eran insoportables tanto si me agitaba como si permanecía inmóvil. Hasta dónde llegó mi tortura. Las voces pasaron a ser sólidas, a tener ojos y extremidades. Me susurraban, me gritaban, me abrazaban y abofeteaban. Temblores, patéticos temblores me sacudían el cuerpo y las entrañas cuando notaba a flor de piel los gélidos abrazos de aquellas presencias cada vez más físicas.

En el límite del desmayo llegó el primer viaje. Mi capacidad de asombro seguía ensanchándose. No eran alucinaciones, no podían serlo. Me vi de cuerpo presente en México, en la Plaza de las Tres Culturas en el momento que empezó la matanza de la que había hablado el vendedor ambulante. No sé cómo lo sabía pero lo sabía. Envuelto en los empujones, las carreras, los disparos, el olor a pólvora; los gritos de desesperación, la sangre tiñendo el asfalto y las aceras. Corría y lloraba con la marea humana hasta que caí al suelo y fui pisoteado por la marabunta. Seguía vivo. Enjugué mis lágrimas y me incorporé torpemente. Estaba en Praga, en el aeropuerto de Rucyné. Aviones, paracaidistas. Parpadeaba y cambiaba de lugar. Tanques, atrocidades, muerte. Me perseguía la sangre, con sus voces y amenazas.

Llegó la claustrofobia. Yo corría por una sala de máquinas. Militares de todos los rangos corrían también. No necesitaba entender porque las respuestas llegaban a mi mente. Estaba dentro un submarino nuclear, el USS Scorpion. Nos hundíamos sin remedio. Viví, vivimos la atrocidad de la muerte segura. Algunos cantaban, otros reían. Rezos, suicidios. El miedo en una de sus variables más perversas.

Regresé a la realidad pútrida de la cama. La desesperación, los dolores, el asco y el pánico me impedían cualquier acto racional. Si hubiera podido moverme yo también habría intentado poner fin a tanto sufrimiento, pero aquellas voces y sus fríos brazos espectrales me retenían e incrementaban su fiesta aterradora. Comprendí que me estaban obligando a recorrer algunas de las desgracias de los últimos meses y caí en la posibilidad de que en otro lugar o en otro tiempo mi situación debía estar haciendo muy feliz a otro ser humano.

Sonó un disparo y el Dr. Martin Luther King cayó al suelo en un charco de su propia sangre con el rostro destrozado. Corrí hacia él, trataba de alcanzar el balcón del segundo piso donde agonizaba pero al llegar me encontré en My Lai, envuelto en la más atroz y sanguinaria matanza de civiles en la guerra que está devastando el Vietnam. Violaciones de mujeres y niñas, destrucción a fuego, ejecuciones a sangre fría. Y yo allí en medio. Volví a vomitarme encima y no sé si abrí o cerré los ojos pero repetí la congoja virulenta de encontrar la muerte en el hundimiento de un submarino. En el submarino Dakar del ejército israelí aprendí que todas las muertes se parecen a la misma muerte.

El vómito me recorría la cara y se me metía por los oídos. Encontré alguna energía para sacudirme y vi en el reloj de la mesilla que eran más de las nueve y media. No podía ser, no había luz en el pasillo. Descifré que no eran las nueve y media de la mañana sino de la noche, llevaba más de veinticuatro horas en el filo de la locura. Diez menos veinticinco. Yo no era yo, el miedo y los dolores seguían acechándome aunque las voces, sus ojos y sus abrazos estremecedores habían cesado. Me sangraban la nariz y la garganta. La sensación de la ropa pegada al cuerpo y el cuerpo aglutinado a la cama eran repugnantes; la pestilencia de la habitación iba más allá de lo tolerable. Tenía que escapar de allí, de aquella situación repulsiva; que el 18 de octubre no fuera un día perdido. Me fallaron las fuerzas pero conseguí moverme. Eran las diez menos veinte. Noté que se me clavaba algo en el muslo y entendí que se trataba del trozo de samán que había ultrajado. Lo saqué del bolsillo y comprobé con un nuevo espanto que de las letras y números que yo había grabado rezumaba un líquido pestilente. Intuí mi pecado y sospeché por vez primera la culpa del objeto en todo lo que me había sucedido. Al final del pasillo estaba la ventana del salón y consideré que la víspera se había quedado abierta. Mi meta en la vida pasó a ser arrojar a la calle la diabólica pieza de madera.

Me dejé caer de la cama al suelo y me arrastré hasta el pasillo. En el otro extremo vi la ventana abierta de par en par. Un pasillo, tan sólo unos metros me separaban del objetivo. Eran las diez menos cuarto. Cerré los ojos, me concentré, respiré profundamente y busqué en lo más remoto de mi alma los recursos necesarios para tomar impulso. Junté todo el asco, el terror, la desesperanza y el dolor por todas las muertes que había presenciado y mi cuerpo reaccionó. El pasillo me pareció más largo de lo habitual pero conseguí correr hacia la ventana con un ímpetu en el que tampoco me reconocí. Lancé la talla de samán con tantísima fuerza que yo mismo despegué los pies del suelo y salté al vacío.

El maldito cachivache se volatilizó en el aire, lo vi con mis propios ojos, creo, y yo volé los nueve pisos que me separaban del suelo sintiéndome en paz conmigo mismo. No recuerdo el impacto.

Hoy los médicos se preguntan cómo es posible que esté vivo. Hace unos minutos, sin saber que yo les oía, comentaban su sorpresa. Al parecer, en una primera auscultación contabilizaron 890 fracturas pero ante la incredulidad general el siguiente recuento ha llegado a 804, lo que debe de ser mucho más normal. Yo no entiendo de medicina pero también creo que tengo la suerte de seguir vivo, y no me refiero al vuelo o a las fracturas.

Se abre la puerta, alguien está entrando. El perfume me dice que es una mujer pero no puedo moverme para comprobarlo.

- Hola, Bob Vimon, ¿puedes hablar? Mi nombre es Viviana y voy a ser tu enfermera particular.

- Pue, puedo hablar, pero yo no me llamo Bob, me llamo Roberto.

- ¿Roberto? ¡Tú no sabes qué cosas están pasando en el mundo! Espera a leer los periódicos y ya verás qué gracia te hace. A partir de ayer no habrá nadie que no te llame Bob.




DMSR'2008




Mi novela homenaje: "TRACK AND PRINCE"

Ernesto

me ha encantado lo que he leido :)

mecky

Qué maravilla, pero se me ha hecho tan corto y me queda la duda de...qué sería de Bob después de aquello?
Gracias DMSR
U + me, what a ride

tototote

Cita de: DMSR en 18 Marzo 2009, 18:41:02

Dedicado a Tototote, mi hermano sevillano, y sus niñas. Pinchando en la foto:
Perdón por el retraso, pero es que no había visto. Y menos mal, porque es una preciosidad. Como siempre, GRACIAS por ser bastante más que un gran amigo.
Gom's Prince Guitar Picks Collection:www.gpgpc.com

DMSR

Mi novela homenaje: "TRACK AND PRINCE"

mecky

 :thumbsup:
Gracias por este relato, no es que entienda de atletismo, no, pero me ha gustado la imaginación y creatividad que plasmas en él.  ;)
U + me, what a ride