Juego: la historia

Iniciado por PatricioRey, 16 Diciembre 2008, 02:07:58

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DMSR

Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.

     Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.

     Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.

     En medio de aquella confusión la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar
Mi novela homenaje: "TRACK AND PRINCE"

ibiza

Cita de: DMSR en 23 Diciembre 2008, 21:42:41
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.

     Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.

     Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.

     En medio de aquella confusión la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar

"chupariencia me da miedo" pero solo se que no se nada..

Chuck Romerales

     Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.

     Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.

     Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.

     En medio de aquella confusión la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno... ;D
Me subí a la rejaaaa

PatricioRey

Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.

     Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.

     Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.

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Do you promise the funk?

mecky

¿Caramelos de criadillas?.....qué asco  :sick: ..... :laugh4: :laugh4: :laugh4:...


Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.

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     Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.

     Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.

     En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada...
Mi novela homenaje: "TRACK AND PRINCE"

Chuck Romerales


     Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.

     Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.

     Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó Â"va a arder TroyaÂ". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.

     En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso ;D
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     Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.

     En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se.....
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#69
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     Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.

     Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.

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    Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.

     Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.

     Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.

     En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se aparto sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y
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     Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.

     Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.

     En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se aparto sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita...
Do you promise the funk?

mecky

Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.

     Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.

     Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.

     En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se aparto sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar...
U + me, what a ride

Shockadelica

Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.

     Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.

     Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.

     En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se aparto sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos
Oh baby, I really like your look
When U lay your eyes on me, U know I'm hooked
I'm waiting 2 feel your touch
Your body, your mind, and soul...
Is that 2 much?

DMSR

    Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.

     Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.

     Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.

     En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa
Mi novela homenaje: "TRACK AND PRINCE"

PatricioRey

 Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.

     Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.

     Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.

     En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa con anhelos de libertad, le dijo...
Do you promise the funk?

mecky

Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.

     Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.

     Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.

     En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa con anhelos de libertad, le dijo: estoy amedrentado, pero sigo sin poder ...
U + me, what a ride

PRiNCe_

Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.

     Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.

     Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.

     En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa con anhelos de libertad, le dijo: estoy amedrentado, pero sigo sin poder. Ella simulaba ser incapaz de soportar...

Ametlla_

Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.

     Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.

     Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.

     En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa con anhelos de libertad, le dijo: estoy amedrentado, pero sigo sin poder. Ella simulaba ser incapaz de soportar llevar la camisa empapada, comenzó a desabotorársela...
If anybody ask U... U belonge 2 Prince