Miles Davis: Autobiografía, reeditada en castellano

Iniciado por Madriles, 08 Julio 2009, 21:36:16

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Madriles

Pues eso. Descatalagoda desde hace muchísimos años (desde 1990 o 1991 creo recordar), aprovechando el 50 aniversario de Kind Of Blue, la editorial Alba ha vuelto a publicarla en castellano.

Ya era hora, por fin.



Yo la compré ayer en El Corte Inglés de Sol por 24 euros. Sólo quedaban 2 ejemplares.

Chuck Romerales

Me subí a la rejaaaa

Sexual Suicide

En el que, por cierto, menciona a Prince en diversas ocasiones y como si fuera lo más de lo más.
Well... maybe not the ride.

Madriles

Cita de: Mike T. en 09 Julio 2009, 00:08:03
     Un libro imprescindible. ;D

Pues sí, y lleno de "hijoputas" en todas las páginas jejeje.

PatricioRey

#4
Pongo unos extractos que hizo DMSR del libro hace (mucho) tiempo, en este post, en donde Miles habla de Prince. Lo pongo porque él me pasó el link cuando yo puse este otro post de una entrevista a Alan Leeds en la que habla de la relación entre Miles y Prince ;)

(Pág. 358 )  En la música 'fusión' había cosas que estaban bien, especialmente algunas de las que hacían Weather Report, Stanley Clarke y otros pocos. Pero yo veía espacio para que una nueva clase de música se expresara por sí misma. Intuía que algo de lo que producía el género 'rap' podía llegar a ser importante, aunque resultaba un poco marginal. Y estaba sobre todo la música de Prince, que oía por primera vez. Sus paridas eran lo más excitante que sonaba en 1982, por los días de mi gira europea. Allí había alguien que hacía algo diferente, así que decidí no quitarle el ojo.

(Págs. 389 y 390)  En 1987 yo estaba realmente entrando en la música de Prince y en la de Cameo y Larry Blackmon, y en la del grupo caribeño llamado Kassav. Me gusta lo que ellos hacen. Pero quien de verdad me gusta es Prince, y en cuanto le oí quise tocar alguna vez con él. Prince es de la escuela de James Brown, y me gusta James Brown por los estupendos ritmos que toca. Prince me lo recuerda, como Cameo me recuerda a Sly Stone. Pero Prince parece llevar algo dentro de Marvin Gaye, de Jimi Hendrix y de Sly, incluso algo de Little Richard. Es una mezcla de todos esos músicos y Duke Ellington. Me recuerda en cierto modo a Charlie Chaplin; me lo recuerdan tanto él como Michael Jackson, a quien también admiro como artista. Prince hace tantas cosas que se diría que puede hacerlo todo: compone, canta, produce y toca música, actúa en películas, las produce y dirige y, al igual que Michael, baila como un dios.

Ambos son auténticos hijoputas, pero Prince me gusta un poco más como fuerza musical completa. Toca perdiendo el culo, tan bien como canta y compone. En todo cuanto hace hay un toque como de iglesia. Domina  la guitarra y el piano. Sin embargo, es esa cosa de iglesia que oigo en su música lo que hace de él alguien especial, esa cosa quizá de órgano. Es una cosa negra, no una cosa blanca. Prince es como la iglesia para los gays. Es el músico de la gente que sale después de las diez u once de la noche. Está en la onda y por delante de la onda. Pienso que, cuando hace el amor, Prince escuchará tambores en lugar de a Ravel. En suma, que no es un hombre blanco. Su música es nueva, pero tiene raíces; surge de 1988 y 89 y 90 y refleja fielmente lo que son estos años. Para mí, puede ser el nuevo Duke Ellington de nuestro tiempo, sólo con que se lo proponga.


Último capítulo, edito extractos del principio y el final (Págs. 399, 400 y 418 )  Son muchas las personas que me preguntan adónde va actualmente mi música. Yo diría que se dirige hacia las frases cortas. Por poco oído que tengas, si escuchas lo notarás. La música cambia constantemente.[...] Opino que la música de Prince apunta hacia el futuro; su música y mucha de la que se está haciendo en África y en el Caribe. (...) Un buen caudal de música nos llega también desde Brasil. Pero quizá la más importante surja en torno a París, debido a que es allí donde va a tocar gran número de músicos africanos y caribeños, especialmente los que hablan francés. Los que hablan inglés suelen ir a Londres. Alguien me ha dicho recientemente que Prince tiene en mente trasladar algunas de sus operaciones a un lugar a las afueras de París, con intención de empaparse de lo que por allí ocurre. Ésta es una de las razones que me impulsa a afirmar que Prince es uno de los principales músicos de hoy que marca el camino del futuro. Ha comprendido que el sonido debe internacionalizarse, y ahí está.

Hoy me considero creativamente fuerte y noto que mi fortaleza aumenta. Hago ejercicio cada día, y como casi siempre alimentos adecuados. A veces me tienta la comida negra, como las barbacoas, el pollo frito, la tripa de cerdo que llamamos 'chitterlings'; ya sabes, cosas que se supone que no debo comer: tarta de batata, 'greens', pies de cerdo, todo eso. Pero ya no bebo ni fumo ni tomo drogas, excepto las que el médico me prescribe para la diabetes. Estoy bien, porque nunca me he sentido más creativo. Pienso que lo mejor todavía ha de llegar. Como dice Prince que uno debe hacer para incorporarse a una música y coger el ritmo, voy a seguir "entrando en el primer compás", hermano; trataré de que mi música entre siempre en el primer compás, siempre en el primer compás mientras yo toque. Entrará en el primer compás. Más adelante.
Do you promise the funk?

eldoctorjota

Ya lo tengo en casa  ;)
El tercer libro de Miles que me compro  ::)

wembley

por fin es mio!! :) ayer que volvia de viaje lo comence a leer y me esta pareciendo absoultamente apasionante, tanto lo que cuenta como la forma en lo que lo cuenta.
"Don't need no reefer, don't need cocaine, FUNKY music does the same 2 my brain and I'm high, so high"

PatricioRey

#7
Todas las veces que nombra a Prince en el libro:

Bird manejaba cinco o seis estilos, todos diferentes. Uno era como el de Lester Young, otro como el de Ben Webster, otro el que Sonny Rollins llamaba «picoteo», que es cuando un trompetista toca con frases extremadamente cortas (Prince utiliza actualmente este estilo); y dos o tres más que ahora no sabría describirte. Monk también era así; tanto en su aspecto de compositor como en el de pianista; no totalmente como Bird, pero comparable.

Pienso mucho en Monk estos días, porque toda la música que escribió puede ser incorporada a esos ritmos nuevos que hoy toca un buen puñado de músicos jóvenes: Prince, mi nueva música, infinidad de cosas. Era un gran músico, un innovador, especialmente componiendo y escribiendo.

Betty tuvo una gran influencia en mi vida, tanto personal como musical. Me introdujo en la música de Jimi Hendrix (y me presentó al propio Jimi Hendrix), pero también me dio a conocer otra música y otros músicos representantes del rock negro. Tenía amistad con Sly Stone y con todos aquellos tipos, y ella misma era una figura destacada. Si Betty continuara cantando hoy, sería alguien como Madonna, alguien como Prince, pero en mujer.

Decidí pasarme por entero a lo eléctrico (Yamaha me facilitó un equipo en 1973).
Antes había comprado un sistema de sonido muy barato, adecuado para los clubs donde tocaba en aquel momento, pero inservible en los locales grandes porque los músicos no se oían unos a otros. Si el sonido se hace cada vez más alto se debe a que cuando lo elevas consigues que la gente sienta mejor las cosas, vibre y responda más. (Hoy, sin embargo, puede que Prince resucite aquel sonido profundo, porque tiene un doble bajo. Tú no oyes una línea de bajo en la música de Prince porque toma el bajo de teclado y lo dobla con un bajo tradicional, que es lo mismo que hace Marcus Miller.)

En la música fusión había cosas que estaban bien, especialmente algunas de las que hacían
Weather Report, Stanley Clarke y otros pocos. Pero yo veía espacio para que una nueva clase de música se expresara por sí misma. Intuía que algo de lo que producía el género rap podía llegar a ser importante, aunque resultaba un poco marginal. Y estaba sobre todo la música de Prince, que oía por primera vez. Sus paridas eran lo más excitante que sonaba en 1982, por los días de mi gira europea. Allí había alguien que hacía algo diferente, así que decidí no quitarle el ojo.

Prince quiso incluir una canción suya en Tutu, llegó a escribirla, pero cuando le enviamos la cinta y oyó lo que contenía consideró que su composición no encajaba. Prince es musicalmente muy exigente, como yo, de modo que prefirió reservar la pieza destinada al álbum en espera de que más adelante pudiéramos hacer alguna otra cosa. Su sello discográfico es también Warner Bros. y fue a través de ciertas personas de la Warner cómo me enteré de que le gustaba mi música y me consideraba uno de sus héroes musicales. Me honró y me hizo muy feliz que tuviera de mí aquella opinión.

En 1987 yo estaba realmente entrando en la música de Prince y en la de Cameo y Larry Blackmon, y en la del grupo caribeño llamado Kassav. Me gusta lo que ellos hacen. Pero quien de verdad me gusta es Prince, y en cuanto le oí quise tocar alguna vez con él. Prince es de la misma escuela que James Brown, y me gusta James Brown por los estupendos ritmos que toca. Prince me lo recuerda, como Cameo me recuerda a Sly Stone. Pero Prince parece llevar dentro algo de Marvin Gaye, de Jimi Hendrix y de Sly, incluso algo de Little Richard. Es una mezcla de todos esos músicos y Duke Ellington. Me recuerda en cierto modo a Charlie Chaplin; me lo recuerdan tanto él como Michael Jackson, a quien también admiro como artista. Prince hace tantas cosas que se diría que puede hacerlo todo: compone, canta, produce y toca música, actúa en películas, las produce y dirige y, al igual que Michael, baila como un dios.Ambos son auténticos hijoputas, pero Prince me gusta un poco más como fuerza musical completa. Toca perdiendo el culo, tan bien como canta y compone. En todo cuanto hace hay como un toque de iglesia. Domina la guitarra y el piano. Sin embargo, es esa cosa de iglesia que oigo en su música lo que hace de él alguien especial, esa cosa quizá de órgano. Es una cosa negra, no una cosa blanca. Prince es como la iglesia para los gays. Es el músico de la gente que sale después de las diez u once de la noche. Está en la onda y por delante de la onda. Pienso que, cuando hace el amor, Prince escuchará tambores en lugar de Ravel. En suma, que no es un hombre blanco. Su música es nueva, pero tiene raíces; surge de 1988 y 89 y 90 y refleja fielmente lo que son estos años. Para mí, puede ser el nuevo Duke Ellington de nuestro tiempo, sólo con que se lo proponga.
Cuando Prince me pidió que fuera a Minneapolis para celebrar la entrada del año 1988 y quizá para tocar una o dos canciones juntos, evidentemente fui. Para ser grande, un músico ha de tener la habilidad de abrirse y extenderse, y Prince ciertamente la tiene. Foley y yo viajamos a Minneapolis. Macho, vaya complejo el que. Prince tiene allí. Equipo de grabación y de cine y un apartamento completo para que me instalase como huésped suyo. La totalidad del conjunto ocupa como media manzana de casas. Hay instalaciones de sonido, lo que quieras. Prince organizó un concierto para ayudar a los sin hogar de Minneapolis y cobró doscientos dólares de entrada por persona. El concierto se celebraba en sus nuevos
estudios de Paisley Park. Llenazo absoluto. A medianoche, Prince cantó Auld Lang Syne y me pidió que saliera a tocar algo con la banda, y así lo hice, y lo grabaron.
Prince es muy amable, una persona tímida, y sobre todo un pequeño genio. Sabe muy bien lo que puede y no puede hacer, tanto en música como en todo lo demás. Seduce a todos porque colma las ilusiones de todos. Tiene esa cosa desaseada, casi como de un chulo y una puta confundidos en una sola imagen, esa cosa de travesti. Pero cuando canta aquellas cosas fétidas, aquellas cosas calificables con una X que suele cantar sobre sexo y mujeres, lo hace con una voz que viene a ser como la voz de una chica. Si yo digo a alguien «Que te jodan», estará a punto de llamar a la policía. Pero si lo dice Prince en aquella voz de chica característica suya, todo el mundo comentará que es encantador. Y su vida no está siempre a la vista del público: para muchas personas es un misterio. Michael Jackson y yo somos del mismo estilo. Pero él es realmente lo que indica su nombre, macho, un príncipe en persona cuando llegas a conocerle.
Me chocó que me dijera que quería hacer un álbum entero conmigo. También quería que nuestros grupos salieran de gira juntos. Esto sería muy interesante. No sé cuándo ocurrirá, ni si ocurrirá, pero es ciertamente una idea interesante.
Prince vino a la fiesta que con motivo de mi sesenta y dos aniversario celebramos en un restaurante de Nueva York. Vinieron toda la gente de Cameo, Hugh Masekela, George Wein, Nick Asliford y Valerie Simpson, Marcus Miller, Jasmine Guy y los chicos de mi banda que estaban en la ciudad; Peter, mi abogado y representante; Gordon, mi gerente de gira, y Michael, mi asistente. Había unas treinta personas, fue una cena de rigor, todos sentados a la mesa. Lo pasamos en grande.

Tengo un tipo allá en California, John Bigham de nombre, que como compositor es genial; un joven negro, de unos veintitrés años, que escribe una bella música funky. Es guitarrista. Compone con la ayuda de un ordenador, y cuando se pone a explicarme detalles de su trabajo me pierdo en la jerga propia de la informática. Pero no sabe cómo terminar nada, hasta el extremo de que un día le dije: «Jolin, no te preocupes por eso; pásamelo a mí y yo lo terminaré.» Esto es lo que hace. No sabe una palabra de orquestación. Simplemente, oye unos sonidos increíbles. No para de decirme que quiere estudiar, aprender orquestación y todas las demás cosas, pero yo le replico que no se inquiete porque aquellas cosas ya las sé yo. Temo que si se dedica a aprender joderá él mismo sus dotes naturales. Porque esto ocurre con frecuencia, ya sabes. Personajes como Jimi Hendrix, Sly o Prince quizá no habrían hecho lo que han hecho si hubieran tenido que embarullarse en los aspectos técnicos de su arte, que probablemente se habrían interpuesto en su camino. Conociendo esos aspectos es posible que hubieran hecho otras cosas.

En lo que se refiere al camino que lleva mi música, yo siempre trato de oír algo nuevo. En cierta ocasión pregunté a Prince:
«¿Dónde está la línea del bajo en esta composición?»
Él dijo: «Miles, yo nunca escribo ninguna, y si alguna vez oyes una despediré al bajista, porque una línea de bajos me estorba. » Añadió que nunca confesaría aquello a nadie, pero sabía que yo lo comprendería porque en mucha de mi música había percibido el mismo concepto. Ahora, cuando tengo ideas musicales, las llevo inmediatamente al sintetizador. Escribo notas y signos musicales en cualquier cosa que tenga a mano cuando las oigo. Me veo a mí mismo progresando todavía como artista y así es como quiero verme siempre: quiero constantemente progresar y crecer.

Me gustan los desafíos y las novedades, que acrecientan mi vigor. Pero la música siempre ha sido para mí curativa, y además espiritual. Cuando toco bien y mi banda toca bien, la mayor parte del tiempo estoy de buen humor e incluso mi salud suele ser buena. Sigo aprendiendo algo cada día. Aprendo cosas de Prince y de Cameo. Por ejemplo, me interesa la forma en que Cameo presenta sus espectáculos en vivo.

Opino que la música de Prince apunta hacia el futuro; su música y mucha de la que se está haciendo en Africa y en el Caribe. Piensa en gente como Fela, de Nigeria, y Kassav, de las Indias Occidentales. Muchos músicos y bandas de blancos se nutren abundantemente de ellos, como los Talking Heads, Sting, Madonna y Paul Simon. Un buen caudal de música nos llega también de Brasil. Pero quizá la más importante surja en torno a París, debido a que es allí donde va a tocar gran número de músicos africanos y caribeños, especialmente los que hablan francés. Los que hablan inglés suelen ir a Londres. Alguien me
ha dicho recientemente que Prince tiene en mente trasladar algunas de sus operaciones a un lugar en las afueras de París, con intención de empaparse de lo que por allí ocurre. Ésta es una de las razones que me impulsa a afirmar que Prince es uno de los principales músicos de hoy que marca el camino del futuro. Ha comprendido que el sonido debe internacionalizarse, y ahí está.

Siempre he considerado un don el que yo oiga la música como la oigo. No sé de dónde procede, está sencillamente ahí y no lo cuestiono. Como cuando noto inmediatamente que ha fallado un compás, o cuando oigo que es Prince quien toca la bateria, que no se trata de un ritmo pregrabado. Es meramente una cualidad que siempre he tenido. Puedo, es un decir, interrumpir un ritmo, echarme a dormir, regresar retomar el mismo ritmo exacto que seguía antes de dormirme. Nunca he dudado sobre si me equivocaba o acertaba en este género de cosas. Porque instintivamente, o por la razón que sea, me paro si falla el compás, o si es erróneo. Quiero decir que ello realmente me impide hacer nada. Y cuando un técnico ha
empalmado mal una cinta, me paro en seco porque lo oigo al instante.

A mi entender, los grandes músicos son como los grandes púgiles que conocen la autodefensa. Tienen en sus mentes un alto sentido de la teoría como los músicos africanos. Pero nosotros no estamos en África y no nos limitamos a entonar cánticos. Debajo de lo que hacemos hay mucha teoría. Si tú sitúas en el fondo acordes disminuidos, éstos dan un sonido de cántico y el fondo te queda mucho más lleno, cosa comprensible porque lo sustentan todos aquellos sonidos diferentes. Y hoy en día
puedes hacerlo mejor gracias a que el público ha estado oyendo excelente música durante los últimos veinte años: Coltrane, yo mismo, Herbie Hancock, James Brown, Sly, Jimi Hendrix, Prince, Stravinsky, Bernstein. Sin contar a personas como Harry Parch y John Cage. La música de Cage suena como cristales que caen. Mucha gente anda metida en esto. Así pues, el público está a punto para un amplio. abanico de estilos de música diferentes. Y si es capaz de digerir a Martha Graham y lo que hace y lo que hizo con Cage allá por 1984 en la Juilliard cuando les vi a los dos allí, entonces significa que el público está preparado para todo tipo de mierdas.

Tengo fama de ser una persona de trato difícil. Pero quien me conoce de verdad sabe que esto no es cierto, porque seguro que nos llevamos bien. Me molesta ser siempre el centro de la atención, hago sólo lo que debo hacer, y basta. No obstante, tengo algunas amistades excelentes, con Max Roach, por ejemplo, y con Richard Pryor, Quincy Jones, Bill Cosby, Prince, mi sobrino Vincent y otras personas más. Creo que mi mejor amigo fue Gil Evans. Los componentes de mi banda son buenos amigos míos, como lo son mis caballos allá en Malibu. Amo a los caballos y a otros animales. Pero quizá las personas que realmente mejor me conocen son algunos de los tipos con quienes crecí en East St. Louis, pese a que ya raras veces los veo. Pienso en ellos, y si en alguna ocasión nos encontramos es como si no nos hubiéramos separado nunca. Me hablan como si acabara de salir de su casa.

Hoy me considero creativamente fuerte y noto que mi fortaleza aumenta. Hago ejercicio cada día, y como casi siempre alimentos adecuados. A veces me tienta la comida negra, como las barbacoas, el pollo frito, la tripa de cerdo que llamamos chitterlings; ya sabes, cosas que se supone que no debo comer: tarta de batata, greens, pies de cerdo, todo eso. Pero ya no bebo ni fumo ni tomo drogas, excepto las que el médico me prescribe contra la diabetes. Estoy bien, porque nunca me he sentido más creativo. Pienso que lo mejor todavía ha de llegar. Como dice Prince que uno debe hacer para incorporarse a una música y coger el ritmo, voy a seguir «entrando en el primer compás», hermano; trataré de que mi música entre siempre en el primer compás, siempre en el primer compás mientras yo toque. Entrará en el primer compás. Más adelante.


Y otras frases geniales de Miles:

Como músico y como artista, siempre he querido llegar a través de la música al mayor número de personas posible. Y nunca me he avergonzado de ello. Nunca he creído que la música llamada «jazz» estuviera destinada sólo a un reducido número de personas o a convertirse en una pieza de museo guardada bajo cristal como otras cosas muertas que en algún momento se consideraron artísticas. Siempre he pensado que debería llegar a tantas personas como pudiera, igual que la llamada música popular, ¿por qué no? Nunca he sido de aquellos que opinan que cuanto menos, mejor; cuantas menos personas te escuchen,
mejor eres, porque lo que tú haces es demasiado complicado para que lo entiendan muchos. Abundan los músicos de jazz que declaran en público que ellos piensan así, que tendrían que comprometer, si no degradar su arte si se dirigieran a un público más amplio. Pero en secreto aspiran también a llegar a la mayor cantidad de gente posible. Bueno, no diré sus nombres. El detalle no importa. Sin embargo, siempre he defendido que, la música no tiene fronteras, que no hay límites a la dirección en que quiera ir ni al lugar en que quiera crecer, ni restricciones a su creatividad. La buena música es buena, no importa la clase de música que sea. Porque otra cosa que he detestado siempre son las categorías. Siempre. Considero que en la música no tienen sentido.

Los músicos a quienes de verdad escuchaba yo en 1968 eran James Brown, el estupendo guitarrista Jimi Hendrix y un grupo nuevo que acababa de darse a conocer con un disco de éxito titulado Dance to the Music: Sly y la Familia Stone, liderado por Sly Stewart, de San Francisco. Lo que él estaba haciendo era digno del más genial hijoputa, llevaba dentro todo tipo de mierda funky. Pero fue a Jimi Hendrix a quien primero me aficioné, cuando Betty Mabry me llamó la atención sobre él.

Los músicos deben tocar los instrumentos que mejor reflejan la época en que viven, deben aprovechar
la tecnología que les dará lo que quieren oír. Por ahí circula una pandilla de puristas pronosticando que los instrumentos eléctricos arruinarán la música. No señor. Lo que arruinará la música será la música mala, no serán los instrumentos que los músicos elijan para tocar. No veo nada negativo en los instrumentos eléctricos, siempre y cuando uno disponga de grandes músicos que los toquen bien.

Después de aquellas actuaciones, o aproximadamente por la misma época, empecé a darme cuenta de que la mayoría de los músicos de rock no sabían prácticamente nada de música. No la habían estudiado, eran incapaces de tocar en estilos diferentes, y no hablemos de leer partituras. Pero eran populares y vendían montones de discos porque daban al público un determínado sonido que era el que aquél quería oír. Pensé, por lo tanto, que sí ellos podían hacerlo (llegar a tantas personas y vender tantos discos sin saber realmente lo que hacían) también podía hacerlo yo, sólo que mejor.

Más tarde, en Nueva York, se cruzó en mi camino una hermosa muchacha hispana que quería acostarse conmigo. Fui a su casa y me dijo que Betty salía con su novio. Cuando le pregunté quién era su novio, me dijo: «Jimi Hendrix.» Era una hijaputa rubia, una preciosidad,.y cuando se desnudó me mostró un cuerpo que, sencillamente, no podía esperar. Le dije: «Si Betty quiere joder con Jimi Hendrix, es asunto suyo, y yo nada tengo que ver con ello, ni ello tiene tampoco nada que ver contigo y conmigo.» Ella me dijo entonces que sí Betty jodía con su hombre, ella me jodería a mí. Yo le dije: «No, yo no juego a esas cosas, yo no jodo con nadie por motivos así. Si jodes conmigo será porque te apetece hacerlo, no porque Betty joda con Jimi.» Volvió a vestirse y nos limitamos a conversar. Macho, aquello que le dije la desmontó. Era tan bonita que estaba acostumbrada a que los hombres pelearan por conseguirla. Pero yo no era de aquella manera ni lo había sido nunca. El que una mujer fuera solamente bonita no significaba nada para mí ni lo había significado nunca: siempre he tenido mujeres bonitas. Para que yo me interese por ellas deben poseer además una mente y pensar en algo más que en su físico.

En aquella época hice muchas cosas extrañas, demasiadas para que ahora me entretenga en describirlas. Pero te contaré un par. Recuerdo un día en que estaba verdaderamente paranoico de tanto esnifar y permanecer constantemente despierto. Conducía mi Ferrari por la West End Avenue y pasé Junto a unos policías parados en un coche patrulla. Me conocían (todos los policías del barrio me conocían) y hablamos un instante. Cuando me había alejado ya dos manzanas de ellos, me entró de repente la paranoia y pensé que existía una conspiración para atraparme, para detenerme por cualquier cuestión de droga.
Entonces miré en el compartimiento interior que tenía la puerta del coche y vi un polvo blanco. jamás saco cocaína de mi casa, nunca la llevo conmigo. Era invierno, nevaba y en el coche había entrado un poco de nieve. Pero esto ni siquiera se me ocurrió: pensé que el polvo blanco era coca y que alguien la había «plantado» para provocar mi arresto. Presa del pánico, detuve el coche en mitad de la calle, corrí hacia un edificio de la West End Avenue, miré si estaba el portero y no le vi. Seguí hasta el ascensor, entré en él y subí al séptimo piso y me escondí en el cuarto de las basuras. Pasé horas oculto allí, con mi Ferrari abandonado en medio de la West End Avenue con las llaves puestas en el contacto. Finalmente recobré la lucidez. El coche seguía, por fortuna, donde lo había dejado.
En otra ocasión hice más o menos lo mismo, pero ahora encontré a una mujer en el ascensor. Pensando que estaba todavía en mi Ferrari, le dije: « ¡Zorra! ¿Qué coño haces tú en mi coche?» Y le di un mamporro y salí corriendo del edificio. Éstas son las cosas, fantasmales y enfermizas, que el exceso de droga te impulsa a hacer. La mujer llamó a la policía y ésta me echó mano y me encerró en el pabellón de locos del Roosevelt Hospital por unos cuantos días, antes de ponerme en libertad.

También hice un anuncio para la casa Honda, y aquel spot publicitario me dio más fama y popularidad que todo cuanto había hecho en mi vida. Después de aparecer en «Corrupción en Miami» y en el anuncio de Honda, gente que nunca había oído hablar de mí me paraba en la calle para hablarme; chicos blancos y negros, portorriqueños y asiáticos, personas que no tenían ni idea de lo que había hecho, venían a decirme cosas después de aquellas apariciones. Macho, no vayas a creer que se lo echo en cara. Tras haber creado tanta música, tras haber tocado para darle gusto a tanta gente, tras ser conocido en el
mundo entero, descubres que todo lo que se necesita para que se fijen en ti es un spot publicitario. Lo único que has de hacer hoy en este país es simplemente salir en televisión, y serás más conocido y respetado que el tipo que pinta un gran cuadro o crea una música soberbia o escribe un libro formidable o es un bailarín genial. La gente me llamaba ya «Señor Tyson», o decía: «Sé quién es usted. ¡Usted es el que está casado con Cicely Tyson!» Y quienes lo decían eran totalmente sinceros. Ello me enseñó que cualquier desastre de persona, sin ningún talento, que aparezca en la televisión o actúe en el cine, será
más considerada y respetada que un genio que no salga en la pantalla.

Así es como montamos los conciertos en vivo, y funciona tal como lo hemos preparado. Gusta a los públicos del mundo entero, y éste es el barómetro de lo que tú haces: no los críticos, sino el público. El público no tiene una agenda oculta ni motivos ocultos. Paga su dinero para verte y oírte, y si no le gusta lo que haces, descuida que te lo hará saber, y muy pronto.

Entre otros motivos, me gusta tocar con muchos de los jóvenes músicos actuales porque he comprobado que la mayoría de los viejos músicos de jazz son unos holgazanes hijoputas que se resisten a cambiar y se aferran a los antiguos modelos para no esforzarse en intentar algo distinto. Escuchan a los críticos que les dicen que sigan donde están, porque esto es precisamente lo que a ellos les gusta. Los críticos son igualmente holgazanes. No quieren molestarse en comprender cualquier música que sea diferente. Los músicos viejos, pues, se quedan donde están y se convierten en algo parecido a piezas de museo guardadas en una vitrina, seguros, fáciles de entender, tocando sus antiguallas desvencijadas una vez y otra y otra. Luego pasean por ahí diciendo que los instrumentos electrónicos y el sonido electrónico están jodiendo de mala manera la música y la tradición. Bien, yo no soy como ellos, ni tampoco lo fueron Bird o Trane o Sonny Rollins o Duke o cualquiera que quisiera continuar creando. El bebop fue un impulso de cambio, de evolución. Nada tenía que ver con quedarse quieto en un lugar seguro. Si alguien quiere seguir creando debe optar por el cambio. Vivir es una aventura y un reto. Cuando ciertos tipos vienen a mí y me piden que toque algo como My Funny Valentine, alguna cosa antigua que pude tocar cuando ellos jodían con aquella chica tan especial y la música les hacía sentirse felices y tiernos, lo comprendo perfectamente. Pero lo que hago es decirles que vayan a comprarse el disco. Yo ya no estoy en aquel lugar ni en aquel tiempo y tengo que vivir para lo que es mejor para mí y no para lo que es mejor para ellos.

Y muchas más. Acabo de terminarlo y se lo recomiendo a todo el mundo :yes:
Do you promise the funk?

Nuria1999

Cita de: PatricioRey en 06 Agosto 2009, 07:40:07
Todas las veces que nombra a Prince en el libro:

Bird manejaba cinco o seis estilos, todos diferentes. Uno era como el de Lester Young, otro como el de Ben Webster, otro el que Sonny Rollins llamaba «picoteo», que es cuando un trompetista toca con frases extremadamente cortas (Prince utiliza actualmente este estilo); y dos o tres más que ahora no sabría describirte. Monk también era así; tanto en su aspecto de compositor como en el de pianista; no totalmente como Bird, pero comparable.

Pienso mucho en Monk estos días, porque toda la música que escribió puede ser incorporada a esos ritmos nuevos que hoy toca un buen puñado de músicos jóvenes: Prince, mi nueva música, infinidad de cosas. Era un gran músico, un innovador, especialmente componiendo y escribiendo.

Betty tuvo una gran influencia en mi vida, tanto personal como musical. Me introdujo en la música de Jimi Hendrix (y me presentó al propio Jimi Hendrix), pero también me dio a conocer otra música y otros músicos representantes del rock negro. Tenía amistad con Sly Stone y con todos aquellos tipos, y ella misma era una figura destacada. Si Betty continuara cantando hoy, sería alguien como Madonna, alguien como Prince, pero en mujer.

Decidí pasarme por entero a lo eléctrico (Yamaha me facilitó un equipo en 1973).
Antes había comprado un sistema de sonido muy barato, adecuado para los clubs donde tocaba en aquel momento, pero inservible en los locales grandes porque los músicos no se oían unos a otros. Si el sonido se hace cada vez más alto se debe a que cuando lo elevas consigues que la gente sienta mejor las cosas, vibre y responda más. (Hoy, sin embargo, puede que Prince resucite aquel sonido profundo, porque tiene un doble bajo. Tú no oyes una línea de bajo en la música de Prince porque toma el bajo de teclado y lo dobla con un bajo tradicional, que es lo mismo que hace Marcus Miller.)

En la música fusión había cosas que estaban bien, especialmente algunas de las que hacían
Weather Report, Stanley Clarke y otros pocos. Pero yo veía espacio para que una nueva clase de música se expresara por sí misma. Intuía que algo de lo que producía el género rap podía llegar a ser importante, aunque resultaba un poco marginal. Y estaba sobre todo la música de Prince, que oía por primera vez. Sus paridas eran lo más excitante que sonaba en 1982, por los días de mi gira europea. Allí había alguien que hacía algo diferente, así que decidí no quitarle el ojo.

Prince quiso incluir una canción suya en Tutu, llegó a escribirla, pero cuando le enviamos la cinta y oyó lo que contenía consideró que su composición no encajaba. Prince es musicalmente muy exigente, como yo, de modo que prefirió reservar la pieza destinada al álbum en espera de que más adelante pudiéramos hacer alguna otra cosa. Su sello discográfico es también Warner Bros. y fue a través de ciertas personas de la Warner cómo me enteré de que le gustaba mi música y me consideraba uno de sus héroes musicales. Me honró y me hizo muy feliz que tuviera de mí aquella opinión.

En 1987 yo estaba realmente entrando en la música de Prince y en la de Cameo y Larry Blackmon, y en la del grupo caribeño llamado Kassav. Me gusta lo que ellos hacen. Pero quien de verdad me gusta es Prince, y en cuanto le oí quise tocar alguna vez con él. Prince es de la misma escuela que James Brown, y me gusta James Brown por los estupendos ritmos que toca. Prince me lo recuerda, como Cameo me recuerda a Sly Stone. Pero Prince parece llevar dentro algo de Marvin Gaye, de Jimi Hendrix y de Sly, incluso algo de Little Richard. Es una mezcla de todos esos músicos y Duke Ellington. Me recuerda en cierto modo a Charlie Chaplin; me lo recuerdan tanto él como Michael Jackson, a quien también admiro como artista. Prince hace tantas cosas que se diría que puede hacerlo todo: compone, canta, produce y toca música, actúa en películas, las produce y dirige y, al igual que Michael, baila como un dios.Ambos son auténticos hijoputas, pero Prince me gusta un poco más como fuerza musical completa. Toca perdiendo el culo, tan bien como canta y compone. En todo cuanto hace hay como un toque de iglesia. Domina la guitarra y el piano. Sin embargo, es esa cosa de iglesia que oigo en su música lo que hace de él alguien especial, esa cosa quizá de órgano. Es una cosa negra, no una cosa blanca. Prince es como la iglesia para los gays. Es el músico de la gente que sale después de las diez u once de la noche. Está en la onda y por delante de la onda. Pienso que, cuando hace el amor, Prince escuchará tambores en lugar de Ravel. En suma, que no es un hombre blanco. Su música es nueva, pero tiene raíces; surge de 1988 y 89 y 90 y refleja fielmente lo que son estos años. Para mí, puede ser el nuevo Duke Ellington de nuestro tiempo, sólo con que se lo proponga.
Cuando Prince me pidió que fuera a Minneapolis para celebrar la entrada del año 1988 y quizá para tocar una o dos canciones juntos, evidentemente fui. Para ser grande, un músico ha de tener la habilidad de abrirse y extenderse, y Prince ciertamente la tiene. Foley y yo viajamos a Minneapolis. Macho, vaya complejo el que. Prince tiene allí. Equipo de grabación y de cine y un apartamento completo para que me instalase como huésped suyo. La totalidad del conjunto ocupa como media manzana de casas. Hay instalaciones de sonido, lo que quieras. Prince organizó un concierto para ayudar a los sin hogar de Minneapolis y cobró doscientos dólares de entrada por persona. El concierto se celebraba en sus nuevos
estudios de Paisley Park. Llenazo absoluto. A medianoche, Prince cantó Auld Lang Syne y me pidió que saliera a tocar algo con la banda, y así lo hice, y lo grabaron.
Prince es muy amable, una persona tímida, y sobre todo un pequeño genio. Sabe muy bien lo que puede y no puede hacer, tanto en música como en todo lo demás. Seduce a todos porque colma las ilusiones de todos. Tiene esa cosa desaseada, casi como de un chulo y una puta confundidos en una sola imagen, esa cosa de travesti. Pero cuando canta aquellas cosas fétidas, aquellas cosas calificables con una X que suele cantar sobre sexo y mujeres, lo hace con una voz que viene a ser como la voz de una chica. Si yo digo a alguien «Que te jodan», estará a punto de llamar a la policía. Pero si lo dice Prince en aquella voz de chica característica suya, todo el mundo comentará que es encantador. Y su vida no está siempre a la vista del público: para muchas personas es un misterio. Michael Jackson y yo somos del mismo estilo. Pero él es realmente lo que indica su nombre, macho, un príncipe en persona cuando llegas a conocerle.
Me chocó que me dijera que quería hacer un álbum entero conmigo. También quería que nuestros grupos salieran de gira juntos. Esto sería muy interesante. No sé cuándo ocurrirá, ni si ocurrirá, pero es ciertamente una idea interesante.
Prince vino a la fiesta que con motivo de mi sesenta y dos aniversario celebramos en un restaurante de Nueva York. Vinieron toda la gente de Cameo, Hugh Masekela, George Wein, Nick Asliford y Valerie Simpson, Marcus Miller, Jasmine Guy y los chicos de mi banda que estaban en la ciudad; Peter, mi abogado y representante; Gordon, mi gerente de gira, y Michael, mi asistente. Había unas treinta personas, fue una cena de rigor, todos sentados a la mesa. Lo pasamos en grande.

Tengo un tipo allá en California, John Bigham de nombre, que como compositor es genial; un joven negro, de unos veintitrés años, que escribe una bella música funky. Es guitarrista. Compone con la ayuda de un ordenador, y cuando se pone a explicarme detalles de su trabajo me pierdo en la jerga propia de la informática. Pero no sabe cómo terminar nada, hasta el extremo de que un día le dije: «Jolin, no te preocupes por eso; pásamelo a mí y yo lo terminaré.» Esto es lo que hace. No sabe una palabra de orquestación. Simplemente, oye unos sonidos increíbles. No para de decirme que quiere estudiar, aprender orquestación y todas las demás cosas, pero yo le replico que no se inquiete porque aquellas cosas ya las sé yo. Temo que si se dedica a aprender joderá él mismo sus dotes naturales. Porque esto ocurre con frecuencia, ya sabes. Personajes como Jimi Hendrix, Sly o Prince quizá no habrían hecho lo que han hecho si hubieran tenido que embarullarse en los aspectos técnicos de su arte, que probablemente se habrían interpuesto en su camino. Conociendo esos aspectos es posible que hubieran hecho otras cosas.

En lo que se refiere al camino que lleva mi música, yo siempre trato de oír algo nuevo. En cierta ocasión pregunté a Prince:
«¿Dónde está la línea del bajo en esta composición?»
Él dijo: «Miles, yo nunca escribo ninguna, y si alguna vez oyes una despediré al bajista, porque una línea de bajos me estorba. » Añadió que nunca confesaría aquello a nadie, pero sabía que yo lo comprendería porque en mucha de mi música había percibido el mismo concepto. Ahora, cuando tengo ideas musicales, las llevo inmediatamente al sintetizador. Escribo notas y signos musicales en cualquier cosa que tenga a mano cuando las oigo. Me veo a mí mismo progresando todavía como artista y así es como quiero verme siempre: quiero constantemente progresar y crecer.

Me gustan los desafíos y las novedades, que acrecientan mi vigor. Pero la música siempre ha sido para mí curativa, y además espiritual. Cuando toco bien y mi banda toca bien, la mayor parte del tiempo estoy de buen humor e incluso mi salud suele ser buena. Sigo aprendiendo algo cada día. Aprendo cosas de Prince y de Cameo. Por ejemplo, me interesa la forma en que Cameo presenta sus espectáculos en vivo.

Opino que la música de Prince apunta hacia el futuro; su música y mucha de la que se está haciendo en Africa y en el Caribe. Piensa en gente como Fela, de Nigeria, y Kassav, de las Indias Occidentales. Muchos músicos y bandas de blancos se nutren abundantemente de ellos, como los Talking Heads, Sting, Madonna y Paul Simon. Un buen caudal de música nos llega también de Brasil. Pero quizá la más importante surja en torno a París, debido a que es allí donde va a tocar gran número de músicos africanos y caribeños, especialmente los que hablan francés. Los que hablan inglés suelen ir a Londres. Alguien me
ha dicho recientemente que Prince tiene en mente trasladar algunas de sus operaciones a un lugar en las afueras de París, con intención de empaparse de lo que por allí ocurre. Ésta es una de las razones que me impulsa a afirmar que Prince es uno de los principales músicos de hoy que marca el camino del futuro. Ha comprendido que el sonido debe internacionalizarse, y ahí está.

Siempre he considerado un don el que yo oiga la música como la oigo. No sé de dónde procede, está sencillamente ahí y no lo cuestiono. Como cuando noto inmediatamente que ha fallado un compás, o cuando oigo que es Prince quien toca la bateria, que no se trata de un ritmo pregrabado. Es meramente una cualidad que siempre he tenido. Puedo, es un decir, interrumpir un ritmo, echarme a dormir, regresar retomar el mismo ritmo exacto que seguía antes de dormirme. Nunca he dudado sobre si me equivocaba o acertaba en este género de cosas. Porque instintivamente, o por la razón que sea, me paro si falla el compás, o si es erróneo. Quiero decir que ello realmente me impide hacer nada. Y cuando un técnico ha
empalmado mal una cinta, me paro en seco porque lo oigo al instante.

A mi entender, los grandes músicos son como los grandes púgiles que conocen la autodefensa. Tienen en sus mentes un alto sentido de la teoría como los músicos africanos. Pero nosotros no estamos en África y no nos limitamos a entonar cánticos. Debajo de lo que hacemos hay mucha teoría. Si tú sitúas en el fondo acordes disminuidos, éstos dan un sonido de cántico y el fondo te queda mucho más lleno, cosa comprensible porque lo sustentan todos aquellos sonidos diferentes. Y hoy en día
puedes hacerlo mejor gracias a que el público ha estado oyendo excelente música durante los últimos veinte años: Coltrane, yo mismo, Herbie Hancock, James Brown, Sly, Jimi Hendrix, Prince, Stravinsky, Bernstein. Sin contar a personas como Harry Parch y John Cage. La música de Cage suena como cristales que caen. Mucha gente anda metida en esto. Así pues, el público está a punto para un amplio. abanico de estilos de música diferentes. Y si es capaz de digerir a Martha Graham y lo que hace y lo que hizo con Cage allá por 1984 en la Juilliard cuando les vi a los dos allí, entonces significa que el público está preparado para todo tipo de mierdas.

Tengo fama de ser una persona de trato difícil. Pero quien me conoce de verdad sabe que esto no es cierto, porque seguro que nos llevamos bien. Me molesta ser siempre el centro de la atención, hago sólo lo que debo hacer, y basta. No obstante, tengo algunas amistades excelentes, con Max Roach, por ejemplo, y con Richard Pryor, Quincy Jones, Bill Cosby, Prince, mi sobrino Vincent y otras personas más. Creo que mi mejor amigo fue Gil Evans. Los componentes de mi banda son buenos amigos míos, como lo son mis caballos allá en Malibu. Amo a los caballos y a otros animales. Pero quizá las personas que realmente mejor me conocen son algunos de los tipos con quienes crecí en East St. Louis, pese a que ya raras veces los veo. Pienso en ellos, y si en alguna ocasión nos encontramos es como si no nos hubiéramos separado nunca. Me hablan como si acabara de salir de su casa.

Hoy me considero creativamente fuerte y noto que mi fortaleza aumenta. Hago ejercicio cada día, y como casi siempre alimentos adecuados. A veces me tienta la comida negra, como las barbacoas, el pollo frito, la tripa de cerdo que llamamos chitterlings; ya sabes, cosas que se supone que no debo comer: tarta de batata, greens, pies de cerdo, todo eso. Pero ya no bebo ni fumo ni tomo drogas, excepto las que el médico me prescribe contra la diabetes. Estoy bien, porque nunca me he sentido más creativo. Pienso que lo mejor todavía ha de llegar. Como dice Prince que uno debe hacer para incorporarse a una música y coger el ritmo, voy a seguir «entrando en el primer compás», hermano; trataré de que mi música entre siempre en el primer compás, siempre en el primer compás mientras yo toque. Entrará en el primer compás. Más adelante.


Y otras frases geniales de Miles:

Como músico y como artista, siempre he querido llegar a través de la música al mayor número de personas posible. Y nunca me he avergonzado de ello. Nunca he creído que la música llamada «jazz» estuviera destinada sólo a un reducido número de personas o a convertirse en una pieza de museo guardada bajo cristal como otras cosas muertas que en algún momento se consideraron artísticas. Siempre he pensado que debería llegar a tantas personas como pudiera, igual que la llamada música popular, ¿por qué no? Nunca he sido de aquellos que opinan que cuanto menos, mejor; cuantas menos personas te escuchen,
mejor eres, porque lo que tú haces es demasiado complicado para que lo entiendan muchos. Abundan los músicos de jazz que declaran en público que ellos piensan así, que tendrían que comprometer, si no degradar su arte si se dirigieran a un público más amplio. Pero en secreto aspiran también a llegar a la mayor cantidad de gente posible. Bueno, no diré sus nombres. El detalle no importa. Sin embargo, siempre he defendido que, la música no tiene fronteras, que no hay límites a la dirección en que quiera ir ni al lugar en que quiera crecer, ni restricciones a su creatividad. La buena música es buena, no importa la clase de música que sea. Porque otra cosa que he detestado siempre son las categorías. Siempre. Considero que en la música no tienen sentido.

Los músicos a quienes de verdad escuchaba yo en 1968 eran James Brown, el estupendo guitarrista Jimi Hendrix y un grupo nuevo que acababa de darse a conocer con un disco de éxito titulado Dance to the Music: Sly y la Familia Stone, liderado por Sly Stewart, de San Francisco. Lo que él estaba haciendo era digno del más genial hijoputa, llevaba dentro todo tipo de mierda funky. Pero fue a Jimi Hendrix a quien primero me aficioné, cuando Betty Mabry me llamó la atención sobre él.

Los músicos deben tocar los instrumentos que mejor reflejan la época en que viven, deben aprovechar
la tecnología que les dará lo que quieren oír. Por ahí circula una pandilla de puristas pronosticando que los instrumentos eléctricos arruinarán la música. No señor. Lo que arruinará la música será la música mala, no serán los instrumentos que los músicos elijan para tocar. No veo nada negativo en los instrumentos eléctricos, siempre y cuando uno disponga de grandes músicos que los toquen bien.

Después de aquellas actuaciones, o aproximadamente por la misma época, empecé a darme cuenta de que la mayoría de los músicos de rock no sabían prácticamente nada de música. No la habían estudiado, eran incapaces de tocar en estilos diferentes, y no hablemos de leer partituras. Pero eran populares y vendían montones de discos porque daban al público un determínado sonido que era el que aquél quería oír. Pensé, por lo tanto, que sí ellos podían hacerlo (llegar a tantas personas y vender tantos discos sin saber realmente lo que hacían) también podía hacerlo yo, sólo que mejor.

Más tarde, en Nueva York, se cruzó en mi camino una hermosa muchacha hispana que quería acostarse conmigo. Fui a su casa y me dijo que Betty salía con su novio. Cuando le pregunté quién era su novio, me dijo: «Jimi Hendrix.» Era una hijaputa rubia, una preciosidad,.y cuando se desnudó me mostró un cuerpo que, sencillamente, no podía esperar. Le dije: «Si Betty quiere joder con Jimi Hendrix, es asunto suyo, y yo nada tengo que ver con ello, ni ello tiene tampoco nada que ver contigo y conmigo.» Ella me dijo entonces que sí Betty jodía con su hombre, ella me jodería a mí. Yo le dije: «No, yo no juego a esas cosas, yo no jodo con nadie por motivos así. Si jodes conmigo será porque te apetece hacerlo, no porque Betty joda con Jimi.» Volvió a vestirse y nos limitamos a conversar. Macho, aquello que le dije la desmontó. Era tan bonita que estaba acostumbrada a que los hombres pelearan por conseguirla. Pero yo no era de aquella manera ni lo había sido nunca. El que una mujer fuera solamente bonita no significaba nada para mí ni lo había significado nunca: siempre he tenido mujeres bonitas. Para que yo me interese por ellas deben poseer además una mente y pensar en algo más que en su físico.

En aquella época hice muchas cosas extrañas, demasiadas para que ahora me entretenga en describirlas. Pero te contaré un par. Recuerdo un día en que estaba verdaderamente paranoico de tanto esnifar y permanecer constantemente despierto. Conducía mi Ferrari por la West End Avenue y pasé Junto a unos policías parados en un coche patrulla. Me conocían (todos los policías del barrio me conocían) y hablamos un instante. Cuando me había alejado ya dos manzanas de ellos, me entró de repente la paranoia y pensé que existía una conspiración para atraparme, para detenerme por cualquier cuestión de droga.
Entonces miré en el compartimiento interior que tenía la puerta del coche y vi un polvo blanco. jamás saco cocaína de mi casa, nunca la llevo conmigo. Era invierno, nevaba y en el coche había entrado un poco de nieve. Pero esto ni siquiera se me ocurrió: pensé que el polvo blanco era coca y que alguien la había «plantado» para provocar mi arresto. Presa del pánico, detuve el coche en mitad de la calle, corrí hacia un edificio de la West End Avenue, miré si estaba el portero y no le vi. Seguí hasta el ascensor, entré en él y subí al séptimo piso y me escondí en el cuarto de las basuras. Pasé horas oculto allí, con mi Ferrari abandonado en medio de la West End Avenue con las llaves puestas en el contacto. Finalmente recobré la lucidez. El coche seguía, por fortuna, donde lo había dejado.
En otra ocasión hice más o menos lo mismo, pero ahora encontré a una mujer en el ascensor. Pensando que estaba todavía en mi Ferrari, le dije: « ¡Zorra! ¿Qué coño haces tú en mi coche?» Y le di un mamporro y salí corriendo del edificio. Éstas son las cosas, fantasmales y enfermizas, que el exceso de droga te impulsa a hacer. La mujer llamó a la policía y ésta me echó mano y me encerró en el pabellón de locos del Roosevelt Hospital por unos cuantos días, antes de ponerme en libertad.

También hice un anuncio para la casa Honda, y aquel spot publicitario me dio más fama y popularidad que todo cuanto había hecho en mi vida. Después de aparecer en «Corrupción en Miami» y en el anuncio de Honda, gente que nunca había oído hablar de mí me paraba en la calle para hablarme; chicos blancos y negros, portorriqueños y asiáticos, personas que no tenían ni idea de lo que había hecho, venían a decirme cosas después de aquellas apariciones. Macho, no vayas a creer que se lo echo en cara. Tras haber creado tanta música, tras haber tocado para darle gusto a tanta gente, tras ser conocido en el
mundo entero, descubres que todo lo que se necesita para que se fijen en ti es un spot publicitario. Lo único que has de hacer hoy en este país es simplemente salir en televisión, y serás más conocido y respetado que el tipo que pinta un gran cuadro o crea una música soberbia o escribe un libro formidable o es un bailarín genial. La gente me llamaba ya «Señor Tyson», o decía: «Sé quién es usted. ¡Usted es el que está casado con Cicely Tyson!» Y quienes lo decían eran totalmente sinceros. Ello me enseñó que cualquier desastre de persona, sin ningún talento, que aparezca en la televisión o actúe en el cine, será
más considerada y respetada que un genio que no salga en la pantalla.

Así es como montamos los conciertos en vivo, y funciona tal como lo hemos preparado. Gusta a los públicos del mundo entero, y éste es el barómetro de lo que tú haces: no los críticos, sino el público. El público no tiene una agenda oculta ni motivos ocultos. Paga su dinero para verte y oírte, y si no le gusta lo que haces, descuida que te lo hará saber, y muy pronto.

Entre otros motivos, me gusta tocar con muchos de los jóvenes músicos actuales porque he comprobado que la mayoría de los viejos músicos de jazz son unos holgazanes hijoputas que se resisten a cambiar y se aferran a los antiguos modelos para no esforzarse en intentar algo distinto. Escuchan a los críticos que les dicen que sigan donde están, porque esto es precisamente lo que a ellos les gusta. Los críticos son igualmente holgazanes. No quieren molestarse en comprender cualquier música que sea diferente. Los músicos viejos, pues, se quedan donde están y se convierten en algo parecido a piezas de museo guardadas en una vitrina, seguros, fáciles de entender, tocando sus antiguallas desvencijadas una vez y otra y otra. Luego pasean por ahí diciendo que los instrumentos electrónicos y el sonido electrónico están jodiendo de mala manera la música y la tradición. Bien, yo no soy como ellos, ni tampoco lo fueron Bird o Trane o Sonny Rollins o Duke o cualquiera que quisiera continuar creando. El bebop fue un impulso de cambio, de evolución. Nada tenía que ver con quedarse quieto en un lugar seguro. Si alguien quiere seguir creando debe optar por el cambio. Vivir es una aventura y un reto. Cuando ciertos tipos vienen a mí y me piden que toque algo como My Funny Valentine, alguna cosa antigua que pude tocar cuando ellos jodían con aquella chica tan especial y la música les hacía sentirse felices y tiernos, lo comprendo perfectamente. Pero lo que hago es decirles que vayan a comprarse el disco. Yo ya no estoy en aquel lugar ni en aquel tiempo y tengo que vivir para lo que es mejor para mí y no para lo que es mejor para ellos.

Y muchas más. Acabo de terminarlo y se lo recomiendo a todo el mundo :yes:


Ha Hablado PatricioRey.... que calle el mundo XD

eldoctorjota

Cita de: Nuria1999 en 06 Agosto 2009, 10:39:44
Cita de: PatricioRey en 06 Agosto 2009, 07:40:07
Todas las veces que nombra a Prince en el libro:

Bird manejaba cinco o seis estilos, todos diferentes. Uno era como el de Lester Young, otro como el de Ben Webster, otro el que Sonny Rollins llamaba «picoteo», que es cuando un trompetista toca con frases extremadamente cortas (Prince utiliza actualmente este estilo); y dos o tres más que ahora no sabría describirte. Monk también era así; tanto en su aspecto de compositor como en el de pianista; no totalmente como Bird, pero comparable.

Pienso mucho en Monk estos días, porque toda la música que escribió puede ser incorporada a esos ritmos nuevos que hoy toca un buen puñado de músicos jóvenes: Prince, mi nueva música, infinidad de cosas. Era un gran músico, un innovador, especialmente componiendo y escribiendo.

Betty tuvo una gran influencia en mi vida, tanto personal como musical. Me introdujo en la música de Jimi Hendrix (y me presentó al propio Jimi Hendrix), pero también me dio a conocer otra música y otros músicos representantes del rock negro. Tenía amistad con Sly Stone y con todos aquellos tipos, y ella misma era una figura destacada. Si Betty continuara cantando hoy, sería alguien como Madonna, alguien como Prince, pero en mujer.

Decidí pasarme por entero a lo eléctrico (Yamaha me facilitó un equipo en 1973).
Antes había comprado un sistema de sonido muy barato, adecuado para los clubs donde tocaba en aquel momento, pero inservible en los locales grandes porque los músicos no se oían unos a otros. Si el sonido se hace cada vez más alto se debe a que cuando lo elevas consigues que la gente sienta mejor las cosas, vibre y responda más. (Hoy, sin embargo, puede que Prince resucite aquel sonido profundo, porque tiene un doble bajo. Tú no oyes una línea de bajo en la música de Prince porque toma el bajo de teclado y lo dobla con un bajo tradicional, que es lo mismo que hace Marcus Miller.)

En la música fusión había cosas que estaban bien, especialmente algunas de las que hacían
Weather Report, Stanley Clarke y otros pocos. Pero yo veía espacio para que una nueva clase de música se expresara por sí misma. Intuía que algo de lo que producía el género rap podía llegar a ser importante, aunque resultaba un poco marginal. Y estaba sobre todo la música de Prince, que oía por primera vez. Sus paridas eran lo más excitante que sonaba en 1982, por los días de mi gira europea. Allí había alguien que hacía algo diferente, así que decidí no quitarle el ojo.

Prince quiso incluir una canción suya en Tutu, llegó a escribirla, pero cuando le enviamos la cinta y oyó lo que contenía consideró que su composición no encajaba. Prince es musicalmente muy exigente, como yo, de modo que prefirió reservar la pieza destinada al álbum en espera de que más adelante pudiéramos hacer alguna otra cosa. Su sello discográfico es también Warner Bros. y fue a través de ciertas personas de la Warner cómo me enteré de que le gustaba mi música y me consideraba uno de sus héroes musicales. Me honró y me hizo muy feliz que tuviera de mí aquella opinión.

En 1987 yo estaba realmente entrando en la música de Prince y en la de Cameo y Larry Blackmon, y en la del grupo caribeño llamado Kassav. Me gusta lo que ellos hacen. Pero quien de verdad me gusta es Prince, y en cuanto le oí quise tocar alguna vez con él. Prince es de la misma escuela que James Brown, y me gusta James Brown por los estupendos ritmos que toca. Prince me lo recuerda, como Cameo me recuerda a Sly Stone. Pero Prince parece llevar dentro algo de Marvin Gaye, de Jimi Hendrix y de Sly, incluso algo de Little Richard. Es una mezcla de todos esos músicos y Duke Ellington. Me recuerda en cierto modo a Charlie Chaplin; me lo recuerdan tanto él como Michael Jackson, a quien también admiro como artista. Prince hace tantas cosas que se diría que puede hacerlo todo: compone, canta, produce y toca música, actúa en películas, las produce y dirige y, al igual que Michael, baila como un dios.Ambos son auténticos hijoputas, pero Prince me gusta un poco más como fuerza musical completa. Toca perdiendo el culo, tan bien como canta y compone. En todo cuanto hace hay como un toque de iglesia. Domina la guitarra y el piano. Sin embargo, es esa cosa de iglesia que oigo en su música lo que hace de él alguien especial, esa cosa quizá de órgano. Es una cosa negra, no una cosa blanca. Prince es como la iglesia para los gays. Es el músico de la gente que sale después de las diez u once de la noche. Está en la onda y por delante de la onda. Pienso que, cuando hace el amor, Prince escuchará tambores en lugar de Ravel. En suma, que no es un hombre blanco. Su música es nueva, pero tiene raíces; surge de 1988 y 89 y 90 y refleja fielmente lo que son estos años. Para mí, puede ser el nuevo Duke Ellington de nuestro tiempo, sólo con que se lo proponga.
Cuando Prince me pidió que fuera a Minneapolis para celebrar la entrada del año 1988 y quizá para tocar una o dos canciones juntos, evidentemente fui. Para ser grande, un músico ha de tener la habilidad de abrirse y extenderse, y Prince ciertamente la tiene. Foley y yo viajamos a Minneapolis. Macho, vaya complejo el que. Prince tiene allí. Equipo de grabación y de cine y un apartamento completo para que me instalase como huésped suyo. La totalidad del conjunto ocupa como media manzana de casas. Hay instalaciones de sonido, lo que quieras. Prince organizó un concierto para ayudar a los sin hogar de Minneapolis y cobró doscientos dólares de entrada por persona. El concierto se celebraba en sus nuevos
estudios de Paisley Park. Llenazo absoluto. A medianoche, Prince cantó Auld Lang Syne y me pidió que saliera a tocar algo con la banda, y así lo hice, y lo grabaron.
Prince es muy amable, una persona tímida, y sobre todo un pequeño genio. Sabe muy bien lo que puede y no puede hacer, tanto en música como en todo lo demás. Seduce a todos porque colma las ilusiones de todos. Tiene esa cosa desaseada, casi como de un chulo y una puta confundidos en una sola imagen, esa cosa de travesti. Pero cuando canta aquellas cosas fétidas, aquellas cosas calificables con una X que suele cantar sobre sexo y mujeres, lo hace con una voz que viene a ser como la voz de una chica. Si yo digo a alguien «Que te jodan», estará a punto de llamar a la policía. Pero si lo dice Prince en aquella voz de chica característica suya, todo el mundo comentará que es encantador. Y su vida no está siempre a la vista del público: para muchas personas es un misterio. Michael Jackson y yo somos del mismo estilo. Pero él es realmente lo que indica su nombre, macho, un príncipe en persona cuando llegas a conocerle.
Me chocó que me dijera que quería hacer un álbum entero conmigo. También quería que nuestros grupos salieran de gira juntos. Esto sería muy interesante. No sé cuándo ocurrirá, ni si ocurrirá, pero es ciertamente una idea interesante.
Prince vino a la fiesta que con motivo de mi sesenta y dos aniversario celebramos en un restaurante de Nueva York. Vinieron toda la gente de Cameo, Hugh Masekela, George Wein, Nick Asliford y Valerie Simpson, Marcus Miller, Jasmine Guy y los chicos de mi banda que estaban en la ciudad; Peter, mi abogado y representante; Gordon, mi gerente de gira, y Michael, mi asistente. Había unas treinta personas, fue una cena de rigor, todos sentados a la mesa. Lo pasamos en grande.

Tengo un tipo allá en California, John Bigham de nombre, que como compositor es genial; un joven negro, de unos veintitrés años, que escribe una bella música funky. Es guitarrista. Compone con la ayuda de un ordenador, y cuando se pone a explicarme detalles de su trabajo me pierdo en la jerga propia de la informática. Pero no sabe cómo terminar nada, hasta el extremo de que un día le dije: «Jolin, no te preocupes por eso; pásamelo a mí y yo lo terminaré.» Esto es lo que hace. No sabe una palabra de orquestación. Simplemente, oye unos sonidos increíbles. No para de decirme que quiere estudiar, aprender orquestación y todas las demás cosas, pero yo le replico que no se inquiete porque aquellas cosas ya las sé yo. Temo que si se dedica a aprender joderá él mismo sus dotes naturales. Porque esto ocurre con frecuencia, ya sabes. Personajes como Jimi Hendrix, Sly o Prince quizá no habrían hecho lo que han hecho si hubieran tenido que embarullarse en los aspectos técnicos de su arte, que probablemente se habrían interpuesto en su camino. Conociendo esos aspectos es posible que hubieran hecho otras cosas.

En lo que se refiere al camino que lleva mi música, yo siempre trato de oír algo nuevo. En cierta ocasión pregunté a Prince:
«¿Dónde está la línea del bajo en esta composición?»
Él dijo: «Miles, yo nunca escribo ninguna, y si alguna vez oyes una despediré al bajista, porque una línea de bajos me estorba. » Añadió que nunca confesaría aquello a nadie, pero sabía que yo lo comprendería porque en mucha de mi música había percibido el mismo concepto. Ahora, cuando tengo ideas musicales, las llevo inmediatamente al sintetizador. Escribo notas y signos musicales en cualquier cosa que tenga a mano cuando las oigo. Me veo a mí mismo progresando todavía como artista y así es como quiero verme siempre: quiero constantemente progresar y crecer.

Me gustan los desafíos y las novedades, que acrecientan mi vigor. Pero la música siempre ha sido para mí curativa, y además espiritual. Cuando toco bien y mi banda toca bien, la mayor parte del tiempo estoy de buen humor e incluso mi salud suele ser buena. Sigo aprendiendo algo cada día. Aprendo cosas de Prince y de Cameo. Por ejemplo, me interesa la forma en que Cameo presenta sus espectáculos en vivo.

Opino que la música de Prince apunta hacia el futuro; su música y mucha de la que se está haciendo en Africa y en el Caribe. Piensa en gente como Fela, de Nigeria, y Kassav, de las Indias Occidentales. Muchos músicos y bandas de blancos se nutren abundantemente de ellos, como los Talking Heads, Sting, Madonna y Paul Simon. Un buen caudal de música nos llega también de Brasil. Pero quizá la más importante surja en torno a París, debido a que es allí donde va a tocar gran número de músicos africanos y caribeños, especialmente los que hablan francés. Los que hablan inglés suelen ir a Londres. Alguien me
ha dicho recientemente que Prince tiene en mente trasladar algunas de sus operaciones a un lugar en las afueras de París, con intención de empaparse de lo que por allí ocurre. Ésta es una de las razones que me impulsa a afirmar que Prince es uno de los principales músicos de hoy que marca el camino del futuro. Ha comprendido que el sonido debe internacionalizarse, y ahí está.

Siempre he considerado un don el que yo oiga la música como la oigo. No sé de dónde procede, está sencillamente ahí y no lo cuestiono. Como cuando noto inmediatamente que ha fallado un compás, o cuando oigo que es Prince quien toca la bateria, que no se trata de un ritmo pregrabado. Es meramente una cualidad que siempre he tenido. Puedo, es un decir, interrumpir un ritmo, echarme a dormir, regresar retomar el mismo ritmo exacto que seguía antes de dormirme. Nunca he dudado sobre si me equivocaba o acertaba en este género de cosas. Porque instintivamente, o por la razón que sea, me paro si falla el compás, o si es erróneo. Quiero decir que ello realmente me impide hacer nada. Y cuando un técnico ha
empalmado mal una cinta, me paro en seco porque lo oigo al instante.

A mi entender, los grandes músicos son como los grandes púgiles que conocen la autodefensa. Tienen en sus mentes un alto sentido de la teoría como los músicos africanos. Pero nosotros no estamos en África y no nos limitamos a entonar cánticos. Debajo de lo que hacemos hay mucha teoría. Si tú sitúas en el fondo acordes disminuidos, éstos dan un sonido de cántico y el fondo te queda mucho más lleno, cosa comprensible porque lo sustentan todos aquellos sonidos diferentes. Y hoy en día
puedes hacerlo mejor gracias a que el público ha estado oyendo excelente música durante los últimos veinte años: Coltrane, yo mismo, Herbie Hancock, James Brown, Sly, Jimi Hendrix, Prince, Stravinsky, Bernstein. Sin contar a personas como Harry Parch y John Cage. La música de Cage suena como cristales que caen. Mucha gente anda metida en esto. Así pues, el público está a punto para un amplio. abanico de estilos de música diferentes. Y si es capaz de digerir a Martha Graham y lo que hace y lo que hizo con Cage allá por 1984 en la Juilliard cuando les vi a los dos allí, entonces significa que el público está preparado para todo tipo de mierdas.

Tengo fama de ser una persona de trato difícil. Pero quien me conoce de verdad sabe que esto no es cierto, porque seguro que nos llevamos bien. Me molesta ser siempre el centro de la atención, hago sólo lo que debo hacer, y basta. No obstante, tengo algunas amistades excelentes, con Max Roach, por ejemplo, y con Richard Pryor, Quincy Jones, Bill Cosby, Prince, mi sobrino Vincent y otras personas más. Creo que mi mejor amigo fue Gil Evans. Los componentes de mi banda son buenos amigos míos, como lo son mis caballos allá en Malibu. Amo a los caballos y a otros animales. Pero quizá las personas que realmente mejor me conocen son algunos de los tipos con quienes crecí en East St. Louis, pese a que ya raras veces los veo. Pienso en ellos, y si en alguna ocasión nos encontramos es como si no nos hubiéramos separado nunca. Me hablan como si acabara de salir de su casa.

Hoy me considero creativamente fuerte y noto que mi fortaleza aumenta. Hago ejercicio cada día, y como casi siempre alimentos adecuados. A veces me tienta la comida negra, como las barbacoas, el pollo frito, la tripa de cerdo que llamamos chitterlings; ya sabes, cosas que se supone que no debo comer: tarta de batata, greens, pies de cerdo, todo eso. Pero ya no bebo ni fumo ni tomo drogas, excepto las que el médico me prescribe contra la diabetes. Estoy bien, porque nunca me he sentido más creativo. Pienso que lo mejor todavía ha de llegar. Como dice Prince que uno debe hacer para incorporarse a una música y coger el ritmo, voy a seguir «entrando en el primer compás», hermano; trataré de que mi música entre siempre en el primer compás, siempre en el primer compás mientras yo toque. Entrará en el primer compás. Más adelante.


Y otras frases geniales de Miles:

Como músico y como artista, siempre he querido llegar a través de la música al mayor número de personas posible. Y nunca me he avergonzado de ello. Nunca he creído que la música llamada «jazz» estuviera destinada sólo a un reducido número de personas o a convertirse en una pieza de museo guardada bajo cristal como otras cosas muertas que en algún momento se consideraron artísticas. Siempre he pensado que debería llegar a tantas personas como pudiera, igual que la llamada música popular, ¿por qué no? Nunca he sido de aquellos que opinan que cuanto menos, mejor; cuantas menos personas te escuchen,
mejor eres, porque lo que tú haces es demasiado complicado para que lo entiendan muchos. Abundan los músicos de jazz que declaran en público que ellos piensan así, que tendrían que comprometer, si no degradar su arte si se dirigieran a un público más amplio. Pero en secreto aspiran también a llegar a la mayor cantidad de gente posible. Bueno, no diré sus nombres. El detalle no importa. Sin embargo, siempre he defendido que, la música no tiene fronteras, que no hay límites a la dirección en que quiera ir ni al lugar en que quiera crecer, ni restricciones a su creatividad. La buena música es buena, no importa la clase de música que sea. Porque otra cosa que he detestado siempre son las categorías. Siempre. Considero que en la música no tienen sentido.

Los músicos a quienes de verdad escuchaba yo en 1968 eran James Brown, el estupendo guitarrista Jimi Hendrix y un grupo nuevo que acababa de darse a conocer con un disco de éxito titulado Dance to the Music: Sly y la Familia Stone, liderado por Sly Stewart, de San Francisco. Lo que él estaba haciendo era digno del más genial hijoputa, llevaba dentro todo tipo de mierda funky. Pero fue a Jimi Hendrix a quien primero me aficioné, cuando Betty Mabry me llamó la atención sobre él.

Los músicos deben tocar los instrumentos que mejor reflejan la época en que viven, deben aprovechar
la tecnología que les dará lo que quieren oír. Por ahí circula una pandilla de puristas pronosticando que los instrumentos eléctricos arruinarán la música. No señor. Lo que arruinará la música será la música mala, no serán los instrumentos que los músicos elijan para tocar. No veo nada negativo en los instrumentos eléctricos, siempre y cuando uno disponga de grandes músicos que los toquen bien.

Después de aquellas actuaciones, o aproximadamente por la misma época, empecé a darme cuenta de que la mayoría de los músicos de rock no sabían prácticamente nada de música. No la habían estudiado, eran incapaces de tocar en estilos diferentes, y no hablemos de leer partituras. Pero eran populares y vendían montones de discos porque daban al público un determínado sonido que era el que aquél quería oír. Pensé, por lo tanto, que sí ellos podían hacerlo (llegar a tantas personas y vender tantos discos sin saber realmente lo que hacían) también podía hacerlo yo, sólo que mejor.

Más tarde, en Nueva York, se cruzó en mi camino una hermosa muchacha hispana que quería acostarse conmigo. Fui a su casa y me dijo que Betty salía con su novio. Cuando le pregunté quién era su novio, me dijo: «Jimi Hendrix.» Era una hijaputa rubia, una preciosidad,.y cuando se desnudó me mostró un cuerpo que, sencillamente, no podía esperar. Le dije: «Si Betty quiere joder con Jimi Hendrix, es asunto suyo, y yo nada tengo que ver con ello, ni ello tiene tampoco nada que ver contigo y conmigo.» Ella me dijo entonces que sí Betty jodía con su hombre, ella me jodería a mí. Yo le dije: «No, yo no juego a esas cosas, yo no jodo con nadie por motivos así. Si jodes conmigo será porque te apetece hacerlo, no porque Betty joda con Jimi.» Volvió a vestirse y nos limitamos a conversar. Macho, aquello que le dije la desmontó. Era tan bonita que estaba acostumbrada a que los hombres pelearan por conseguirla. Pero yo no era de aquella manera ni lo había sido nunca. El que una mujer fuera solamente bonita no significaba nada para mí ni lo había significado nunca: siempre he tenido mujeres bonitas. Para que yo me interese por ellas deben poseer además una mente y pensar en algo más que en su físico.

En aquella época hice muchas cosas extrañas, demasiadas para que ahora me entretenga en describirlas. Pero te contaré un par. Recuerdo un día en que estaba verdaderamente paranoico de tanto esnifar y permanecer constantemente despierto. Conducía mi Ferrari por la West End Avenue y pasé Junto a unos policías parados en un coche patrulla. Me conocían (todos los policías del barrio me conocían) y hablamos un instante. Cuando me había alejado ya dos manzanas de ellos, me entró de repente la paranoia y pensé que existía una conspiración para atraparme, para detenerme por cualquier cuestión de droga.
Entonces miré en el compartimiento interior que tenía la puerta del coche y vi un polvo blanco. jamás saco cocaína de mi casa, nunca la llevo conmigo. Era invierno, nevaba y en el coche había entrado un poco de nieve. Pero esto ni siquiera se me ocurrió: pensé que el polvo blanco era coca y que alguien la había «plantado» para provocar mi arresto. Presa del pánico, detuve el coche en mitad de la calle, corrí hacia un edificio de la West End Avenue, miré si estaba el portero y no le vi. Seguí hasta el ascensor, entré en él y subí al séptimo piso y me escondí en el cuarto de las basuras. Pasé horas oculto allí, con mi Ferrari abandonado en medio de la West End Avenue con las llaves puestas en el contacto. Finalmente recobré la lucidez. El coche seguía, por fortuna, donde lo había dejado.
En otra ocasión hice más o menos lo mismo, pero ahora encontré a una mujer en el ascensor. Pensando que estaba todavía en mi Ferrari, le dije: « ¡Zorra! ¿Qué coño haces tú en mi coche?» Y le di un mamporro y salí corriendo del edificio. Éstas son las cosas, fantasmales y enfermizas, que el exceso de droga te impulsa a hacer. La mujer llamó a la policía y ésta me echó mano y me encerró en el pabellón de locos del Roosevelt Hospital por unos cuantos días, antes de ponerme en libertad.

También hice un anuncio para la casa Honda, y aquel spot publicitario me dio más fama y popularidad que todo cuanto había hecho en mi vida. Después de aparecer en «Corrupción en Miami» y en el anuncio de Honda, gente que nunca había oído hablar de mí me paraba en la calle para hablarme; chicos blancos y negros, portorriqueños y asiáticos, personas que no tenían ni idea de lo que había hecho, venían a decirme cosas después de aquellas apariciones. Macho, no vayas a creer que se lo echo en cara. Tras haber creado tanta música, tras haber tocado para darle gusto a tanta gente, tras ser conocido en el
mundo entero, descubres que todo lo que se necesita para que se fijen en ti es un spot publicitario. Lo único que has de hacer hoy en este país es simplemente salir en televisión, y serás más conocido y respetado que el tipo que pinta un gran cuadro o crea una música soberbia o escribe un libro formidable o es un bailarín genial. La gente me llamaba ya «Señor Tyson», o decía: «Sé quién es usted. ¡Usted es el que está casado con Cicely Tyson!» Y quienes lo decían eran totalmente sinceros. Ello me enseñó que cualquier desastre de persona, sin ningún talento, que aparezca en la televisión o actúe en el cine, será
más considerada y respetada que un genio que no salga en la pantalla.

Así es como montamos los conciertos en vivo, y funciona tal como lo hemos preparado. Gusta a los públicos del mundo entero, y éste es el barómetro de lo que tú haces: no los críticos, sino el público. El público no tiene una agenda oculta ni motivos ocultos. Paga su dinero para verte y oírte, y si no le gusta lo que haces, descuida que te lo hará saber, y muy pronto.

Entre otros motivos, me gusta tocar con muchos de los jóvenes músicos actuales porque he comprobado que la mayoría de los viejos músicos de jazz son unos holgazanes hijoputas que se resisten a cambiar y se aferran a los antiguos modelos para no esforzarse en intentar algo distinto. Escuchan a los críticos que les dicen que sigan donde están, porque esto es precisamente lo que a ellos les gusta. Los críticos son igualmente holgazanes. No quieren molestarse en comprender cualquier música que sea diferente. Los músicos viejos, pues, se quedan donde están y se convierten en algo parecido a piezas de museo guardadas en una vitrina, seguros, fáciles de entender, tocando sus antiguallas desvencijadas una vez y otra y otra. Luego pasean por ahí diciendo que los instrumentos electrónicos y el sonido electrónico están jodiendo de mala manera la música y la tradición. Bien, yo no soy como ellos, ni tampoco lo fueron Bird o Trane o Sonny Rollins o Duke o cualquiera que quisiera continuar creando. El bebop fue un impulso de cambio, de evolución. Nada tenía que ver con quedarse quieto en un lugar seguro. Si alguien quiere seguir creando debe optar por el cambio. Vivir es una aventura y un reto. Cuando ciertos tipos vienen a mí y me piden que toque algo como My Funny Valentine, alguna cosa antigua que pude tocar cuando ellos jodían con aquella chica tan especial y la música les hacía sentirse felices y tiernos, lo comprendo perfectamente. Pero lo que hago es decirles que vayan a comprarse el disco. Yo ya no estoy en aquel lugar ni en aquel tiempo y tengo que vivir para lo que es mejor para mí y no para lo que es mejor para ellos.

Y muchas más. Acabo de terminarlo y se lo recomiendo a todo el mundo :yes:


Ha Hablado PatricioRey.... que calle el mundo XD
Es Miles quién habla, ¿no?. Patricio sólo transcribe...
El libro no está mal si te va el morbo (me va  ;D ) pero, al menos en el primer tercio sólo habla de drogas, de drogas y de drogas. De vez en cuando se sale del tema para hablar de racismo y sólo si se le va mucho la pinza hace algún comentario musical interesante (decir que éste o el otro es un hijoputa tocando no lo veo muy técnico, la verdad).
Como soy carne de Tómbola, terminaré de leerlo.

PatricioRey

Cita de: Nuria1999 en 06 Agosto 2009, 10:39:44
Ha Hablado PatricioRey.... que calle el mundo XD

¿El mundo? Yo diría el Universo entero. Un poco más de respeto, por favor, gracias, muy amable.

Cita de: eldoctorjota en 06 Agosto 2009, 14:42:17
Es Miles quién habla, ¿no?. Patricio sólo transcribe...
El libro no está mal si te va el morbo (me va  ;D ) pero, al menos en el primer tercio sólo habla de drogas, de drogas y de drogas. De vez en cuando se sale del tema para hablar de racismo y sólo si se le va mucho la pinza hace algún comentario musical interesante (decir que éste o el otro es un hijoputa tocando no lo veo muy técnico, la verdad).
Como soy carne de Tómbola, terminaré de leerlo.

¿Sólo drogas? Yo creí que hablaba de su infancia, su familia, sus amigos, su ciudad, el racismo, su acercamiento a la música, sus primeros amoríos, su llegada a Nueva York, su encuentro con los monstruos del jazz, su modo de ver y sentir la música y... las drogas ;D
Do you promise the funk?

eldoctorjota

#11
Cita de: PatricioRey en 06 Agosto 2009, 16:06:42
¿Sólo drogas? Yo creí que hablaba de su infancia, su familia, sus amigos, su ciudad, el racismo, su acercamiento a la música, sus primeros amoríos, su llegada a Nueva York, su encuentro con los monstruos del jazz, su modo de ver y sentir la música y... las drogas ;D
Sólo drogas y drogas y entre ellas racismo. Sólo de vez en cuando cita nombres (para relacionarlos con drogas o racismo, claro) pero nada o poco de lo que realmente interesa ... cómo creaba obra maestra tras obra maestra, cómo logró reinventarse media docena de veces y cómo revolucionó el mundo del jazz 3 veces como poco ...
Insisto, soy "tombolero" así que lo terminaré de leer pero, para mí, el libro de Ian Carr "Miles Davis. La biografía definitiva" es mucho más interesante.

Madriles

Doctor Jota, creo que exageras un poco! xD

A mi me resulta de lo más interesante, y me gusta que precisamente se centre en su vida, porque muchas veces para entender la música que hace alguien tienes que comprender cómo fue su vida. El libro que citas de Ian Carr tiene momentos que son un puto coñazo, la verdad, como muchos otros escritos por gente más o menos ajena a Miles Davis que se empeñan en analizar todos lo mismo: que si el solo en la canción tal fue fabuloso pq tocando en la escala cual metió una quinta disminuida, etc, etc.... A mi acaban aburriéndome.

La única pega que le pongo al libro de Miles y Quincy Troupe es la traducción al castellano. Tenemos muchos más insultos que hijoputa, y habría más palabras alternativas según el contexto en el que se dice. Al principio te hace gracia, pero ya luego acabas un poco hasta las narices de tanto hijoputa por aquí e hijoputa por allá

Madriles

Cita de: PatricioRey en 06 Agosto 2009, 16:06:42
Cita de: Nuria1999 en 06 Agosto 2009, 10:39:44
Ha Hablado PatricioRey.... que calle el mundo XD

¿El mundo? Yo diría el Universo entero. Un poco más de respeto, por favor, gracias, muy amable.

Cita de: eldoctorjota en 06 Agosto 2009, 14:42:17
Es Miles quién habla, ¿no?. Patricio sólo transcribe...
El libro no está mal si te va el morbo (me va  ;D ) pero, al menos en el primer tercio sólo habla de drogas, de drogas y de drogas. De vez en cuando se sale del tema para hablar de racismo y sólo si se le va mucho la pinza hace algún comentario musical interesante (decir que éste o el otro es un hijoputa tocando no lo veo muy técnico, la verdad).
Como soy carne de Tómbola, terminaré de leerlo.

¿Sólo drogas? Yo creí que hablaba de su infancia, su familia, sus amigos, su ciudad, el racismo, su acercamiento a la música, sus primeros amoríos, su llegada a Nueva York, su encuentro con los monstruos del jazz, su modo de ver y sentir la música y... las drogas ;D

Precisamente habla de todo eso, y más! ;)


PatricioRey

Creo que el doctor y yo leímos dos libros diferentes ;D

A mi me fascinó el modo en que cuenta las cosas. Me parecen muy interesantes este tipo de libros, hechos a partir de entrevistas desgrabadas (como el de Maradona, por ejemplo), porque se llega a captar mejor la personalidad de la persona en cuestión.
Do you promise the funk?

Pablo

Hola pobladores, tanto tiempo ...

Dr. Jota, después de leer la bio de Chet Baker, Miles Davis casi ni toca el tema drogas jejeje además que era un bebe de pecho al lado de otros jazzeros!. Creo que el libro solo es interesante para los fans de Miles y del Jazz en general, sobretodo. Las palabras de él son como la biblia del género, estuvo en todas las corrientes estilísiticas desde la post guerra hasta que murió ... yo lo disfruté mucho cuando lo leí por primera vez hace mucho, y ahora culpa de uds. lo estoy releyendo jejeje

Salu2 para todos, cuidense, sobretodo del malicioso usuario llamado PRINCe_ que vaya a saber en que anda ahora  ;D ;D

PD: En este tiempo que estuve ausente, lanzó algún disco nuevo este muchacho llamado P? gracias!

eldoctorjota

Bueno, yo prefiero el de Ian Carr pero como digo, éste terminaré de leerlo porque Miles es un tipo que me interesa dentro y fuera del escenario. Lo que no tengo tan claro es que su vida fuera del mismo influya en medida alguna en su vida dentro de él.
Respecto al la traducción, es lamentable pues traducen, por ejemplo, "terrific" por "terrible"  ::)

eldoctorjota

Hablamos de un Miles "limpio" (para él tomar coca y beber no es ser drogadicto  ::) ).

"Teníamos diferencias, discusiones, como las tienen todas las parejas, pero aquella vez fue la primera vez que la maltraté, y no sería la últma. Cada vez que le pegaba me sentía mal, porque en realidad no toda la culpa era suya, sino consecuencia de mi manera de ser: temperamental y celosa".

Puedo entender que los genios están todos algo desiquilibrados, pero se puede afirmar que Miles, como bien le gusta decir a él de los demás, sí que era un auténtico hijoputa (pero en toda la extensión de la palabra) :P

PRiNCe_

#18
Cita de: Pablo en 07 Agosto 2009, 01:06:32
Hola pobladores, tanto tiempo ...

Dr. Jota, después de leer la bio de Chet Baker, Miles Davis casi ni toca el tema drogas jejeje además que era un bebe de pecho al lado de otros jazzeros!. Creo que el libro solo es interesante para los fans de Miles y del Jazz en general, sobretodo. Las palabras de él son como la biblia del género, estuvo en todas las corrientes estilísiticas desde la post guerra hasta que murió ... yo lo disfruté mucho cuando lo leí por primera vez hace mucho, y ahora culpa de uds. lo estoy releyendo jejeje

Salu2 para todos, cuidense, sobretodo del malicioso usuario llamado PRINCe_ que vaya a saber en que anda ahora  ;D ;D

PD: En este tiempo que estuve ausente, lanzó algún disco nuevo este muchacho llamado P? gracias!

Pablo Eres un  >:D, ya te daré badana cacho de güebon(1).  :rifle:, sabes de sobra donde ando, ¿dónde voy a andar?, leyendo la autobigrafía de Miles.  :tongue3:

Por cierto Guybrush Threepwood gracias por el enlace al texto completo.  :thumbsup:




(1) no confundir con la expresión "boludo".

wembley

hablando de Miles, buscando precios sobre las famosas cajas me he topado sin querer con esto:

http://www.amazon.de/Complete-Miles-Davis/dp/B002EOF7U8/ref=sr_1_1?ie=UTF8&s=music&qid=1252527142&sr=1-1

alguien me puede aclarar que es esta locura? me parece algo imberosimil y posiblemente sea una ida de olla de amazon.de, ojala sea verdad y por ese precio te puedas hacer con 70 discos de Miles. He ojeado el interminable tracklist por encima y parece contener la gran mayoria de los discos con columbia, no?

por cierto, terminada la lectura de la autobiografia me pille el libro sobre el kind of blue que tambien lo he deborado y el cual os recomiendo, super interesante.
"Don't need no reefer, don't need cocaine, FUNKY music does the same 2 my brain and I'm high, so high"