Cuentos

Iniciado por PatricioRey, 11 Septiembre 2008, 22:54:40

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PatricioRey

Se me ocurre q en este post podríamos postear cuentos de nuestros autores favoritos, o, si algun@ se anima, cuentos de su propia autoría.

Para empezar, este es un cuento de Borges q se llama "El otro":

El hecho ocurrió en el mes de febrero de 1969, al norte de Boston, en Cambridge. No lo escribí inmediatamente porque mi primer propósito fue olvidarlo, para no perder la razón. Ahora, en 1972, pienso que si lo escribo, los otros lo leerán como un cuento y, con los años, lo será tal vez para mí.
Sé que fue casi atroz mientras duró y más aún durante las desveladas noches que lo siguieron. Ello no significa que su relato pueda conmover a un tercero.
Serían las diez de la mañana. Yo estaba recostado en un banco, frente al río Charles. A unos quinientos metros a mi derecha había un alto edificio, cuyo nombre no supe nunca. El agua gris acarreaba largos trozos de hielo. Inevitablemente, el río hizo que yo pensara en el tiempo. La milenaria imagen de Heráclito. Yo había dormido bien; mi clase de la tarde anterior había logrado, creo, interesar a los alumnos. No había un alma a la vista.
Sentí de golpe la impresión (que según los psicólogos corresponde a los estados de fatiga) de haber vivido ya aquel momento. En la otra punta de mi banco alguien se había sentado. Yo hubiera preferido estar solo, pero no quise levantarme enseguida, para no mostrarme incivil. El otro se había puesto a silbar. Fue entonces cuando ocurrió la primera de las muchas zozobras de esa mañana. Lo que silbaba, lo que trataba de silbar (nunca he sido muy entonado), era el estilo criollo de 'La tapera' de Elías Regules. El estilo me retrajo a un patio, que ha desaparecido, y a la memoria de Álvaro Melián Lafinur, que hace tantos años ha muerto. Luego vinieron las palabras. Eran las de la décima del principio. La voz no era la de Álvaro, pero quería parecerse a la de Álvaro. La reconocí con horror.
Me le acerqué y le dije:
—Señor, ¿usted es oriental o argentino?
—Argentino, pero desde el catorce vivo en Ginebra —fue la contestación.
Hubo un silencio largo. Le pregunté:
—¿En el número diecisiete de Malagnou, frente a la iglesia rusa?
Me contestó que sí.
—En tal caso —le dije resueltamente— usted se llama Jorge Luis Borges. Yo también soy Jorge Luis Borges. Estamos en 1969, en la ciudad de Cambridge.
—No —me respondió con mi propia voz un poco lejana.
Al cabo de un tiempo insistió:
—Yo estoy aquí en Ginebra, en un banco, a unos pasos del Ródano. Lo raro es que nos parecemos, pero usted es mucho mayor, con la cabeza gris.
Yo le contesté:
—Puedo probarte que no miento. Voy a decirte cosas que no puede saber un desconocido. En casa hay un mate de plata con un pie de serpientes, que trajo del Perú nuestro bisabuelo. También hay una palangana de plata, que pendía del arzón. En el armario de tu cuarto hay dos filas de libros. Los tres volúmenes de Las mil y una noches de Lane con grabados en acero y notas en cuerpo menor entre capítulo y capítulo, el diccionario latino de Quicherat, la Germania de Tácito en latín y en la versión de Gordon, un Don Quijote de la casa Garnier, las Tablas de sangre de Rivera Indarte, con la dedicatoria del autor, el Sartor Resartus de Carlyle, una biografía de Amiel y, escondido detrás de los demás, un libro en rústica sobre las costumbres sexuales de los pueblos balkánicos. No he olvidado tampoco un atardecer en un primer piso de la plaza Dubourg.
—Dufour —corrigió.
—Está bien. Dufour. ¿Te basta con todo eso?
—No —respondió—. Esas pruebas no prueban nada. Si yo lo estoy soñando, es natural que sepa lo que yo sé. Su catálogo prolijo es del todo vano.
La objeción era justa. Le contesté:
—Si esta mañana y este encuentro son sueños, cada uno de los dos tiene que pensar que el soñador es él. Tal vez dejemos de soñar, tal vez no. Nuestra evidente obligación, mientras tanto, es aceptar el sueño, como hemos aceptado el universo y haber sido engendrados y mirar con los ojos y respirar.
—¿Y si el sueño durara? —dijo con ansiedad.
Para tranquilizarlo y tranquilizarme, fingí un aplomo que ciertamente no sentía. Le dije:
—Mi sueño ha durado ya setenta años. Al fin y al cabo, al recordarse, no hay persona que no se encuentre consigo misma. Es lo que nos está pasando ahora, salvo que somos dos. ¿No querés saber algo de mi pasado, que es el porvenir que te espera?
Asintió sin una palabra. Yo proseguí un poco perdido:
—Madre está sana y buena en su casa de Charcas y Maipú, en Buenos Aires, pero padre murió hace unos treinta años. Murió del corazón. Lo acabó una hemiplejia; la mano izquierda puesta sobre la mano derecha era como la mano de un niño sobre la mano de un gigante. Murió con impaciencia de morir, pero sin una queja. Nuestra abuela había muerto en la misma casa. Unos días antes del fin, nos llamó a todos y nos dijo: "Soy una mujer muy vieja, que está muriéndose muy despacio. Que nadie se alborote por una cosa tan común y corriente". Norah, tu hermana, se casó y tiene dos hijos. A propósito, en casa, ¿cómo están?
—Bien. Padre siempre con sus bromas contra la fe. Anoche dijo que Jesús era como los gauchos, que no quieren comprometerse, y que por eso predicaba en parábolas.
Vaciló y me dijo:
—¿Y usted?
—No sé la cifra de los libros que escribirás, pero sé que son demasiados. Escribirás poesías que te darán un agrado no compartido y cuentos de índole fantástica. Darás clases como tu padre y como tantos otros de nuestra sangre.
Me agradó que nada me preguntara sobre el fracaso o éxito de los libros. Cambié de tono y proseguí:
—En lo que se refiere a la historia... Hubo otra guerra, casi entre los mismos antagonistas. Francia no tardó en capitular; Inglaterra y América libraron contra un dictador alemán, que se llamaba Hitler, la cíclica batalla de Waterloo. Buenos Aires, hacia mil novecientos cuarenta y seis, engendró otro Rosas, bastante parecido a nuestro pariente. El cincuenta y cinco, la provincia de Córdoba nos salvó, como antes Entre Ríos. Ahora, las cosas andan mal. Rusia está apoderándose del planeta; América, trabada por la superstición de la democracia, no se resuelve a ser un imperio. Cada día que pasa nuestro país es más provinciano. Más provinciano y más engreído, como si cerrara los ojos. No me sorprendería que la enseñanza del latín fuera reemplazada por la del guaraní.
Noté que apenas me prestaba atención. El miedo elemental de lo imposible y sin embargo cierto lo amilanaba. Yo, que no he sido padre, sentí por ese pobre muchacho, más íntimo que un hijo de mi carne, una oleada de amor. Vi que apretaba entre las manos un libro. Le pregunté qué era.
—Los poseídos o, según creo, Los demonios de Fyodor Dostoievski —me replicó no sin vanidad.
—Se me ha desdibujado. ¿Qué tal es?
No bien lo dije, sentí que la pregunta era una blasfemia.
—El maestro ruso —dictaminó— ha penetrado más que nadie en los laberintos del alma eslava.
Esa tentativa retórica me pareció una prueba de que se había serenado.
Le pregunté qué otros volúmenes del maestro había recorrido.
Enumeró dos o tres, entre ellos El doble.
Le pregunté si al leerlos distinguía bien los personajes, como en el caso de Joseph Conrad, y si pensaba proseguir el examen de la obra completa.
—La verdad es que no —me respondió con cierta sorpresa.
Le pregunté qué estaba escribiendo y me dijo que preparaba un libro de versos que se titularía Los himnos rojos. También había pensado en Los ritmos rojos.
—¿Por qué no? —le dije—. Podés alegar buenos antecedentes. El verso azul de Rubén Darío y la canción gris de Verlaine.
Sin hacerme caso, me aclaró que su libro cantaría la fraternidad de todos los hombres. El poeta de nuestro tiempo no puede dar la espalda a su época.
Me quedé pensando y le pregunté si verdaderamente se sentía hermano de todos. Por ejemplo, de todos los empresarios de pompas fúnebres, de todos los carteros, de todos los buzos, de todos los que viven en la acera de los números pares, de todos los afónicos, etcétera. Me dijo que su libro se refería a la gran masa de los oprimidos y parias.
—Tu masa de oprimidos y de parias —le contesté— no es más que una abstracción. Sólo los individuos existen, si es que existe alguien. El hombre de ayer no es el hombre de hoy sentenció algún griego. Nosotros dos, en este banco de Ginebra o de Cambridge, somos tal vez la prueba.
Salvo en las severas páginas de la Historia, los hechos memorables prescinden de frases memorables. Un hombre a punto de morir quiere acordarse de un grabado entrevisto en la infancia; los soldados que están por entrar en la batalla hablan del barro o del sargento. Nuestra situación era única y, francamente, no estábamos preparados. Hablamos, fatalmente, de letras; temo no haber dicho otras cosas que las que suelo decir a los periodistas. Mi alter ego creía en la invención o descubrimiento de metáforas nuevas; yo en las que corresponden a afinidades íntimas y notorias y que nuestra imaginación ya ha aceptado. La vejez de los hombres y el ocaso, los sueños y la vida, el correr del tiempo y del agua. Le expuse esta opinión, que expondría en un libro años después.
Casi no me escuchaba. De pronto dijo:
—Si usted ha sido yo, ¿cómo explicar que haya olvidado su encuentro con un señor de edad que en 1918 le dijo que él también era Borges?
No había pensado en esa dificultad. Le respondí sin convicción:
—Tal vez el hecho fue tan extraño que traté de olvidarlo.
Aventuró una tímida pregunta:
—¿Cómo anda su memoria?
Comprendí que para un muchacho que no había cumplido veinte años, un hombre de más de setenta era casi un muerto. Le contesté:
—Suele parecerse al olvido, pero todavía encuentra lo que le encargan. Estudio anglosajón y no soy el último de la clase.
Nuestra conversación ya había durado demasiado para ser la de un sueño.
Una brusca idea se me ocurrió.
—Yo te puedo probar inmediatamente —le dije— que no estás soñando conmigo. Oí bien este verso, que no has leído nunca, que yo recuerde.
Lentamente entoné la famosa línea:
L'hydre — univers tordant son corps écaillé d'astres.
Sentí su casi temeroso estupor. Lo repitió en voz baja, saboreando cada resplandeciente palabra.
—Es verdad —balbuceó—. Yo no podré nunca escribir una línea como ésa.
Hugo nos había unido.
Antes, él había repetido con fervor, ahora lo recuerdo, aquella breve pieza en que Walt Whitman rememora una compartida noche ante el mar, en que fue realmente feliz.
—Si Whitman la ha cantado —observé— es porque la deseaba y no sucedió. El poema gana si adivinamos que es la manifestación de un anhelo, no la historia de un hecho.
Se quedó mirándome.
—Usted no lo conoce —exclamó—. Whitman es incapaz de mentir.
Medio siglo no pasa en vano. Bajo nuestra conversación de personas de miscelánea lectura y gustos diversos, comprendí que no podíamos entendernos. Éramos demasiado distintos y demasiado parecidos. No podíamos engañarnos, lo cual hace difícil el diálogo. Cada uno de los dos era el remedo caricaturesco del otro. La situación era harto anormal para durar mucho más tiempo. Aconsejar o discutir era inútil, porque su inevitable destino era ser el que soy.
De pronto recordé una fantasía de Coleridge. Alguien sueña que cruza el paraíso y le dan como prueba una flor. Al despertarse, ahí está la flor.
Se me ocurrió un artificio análogo.
—Oí —le dije—, ¿tenés algún dinero?
—Sí —me replicó—. Tengo unos veinte francos. Esta noche lo convidé a Simón Jichlinski en el Crocodile.
—Dile a Simón que ejercerá la medicina en Carouge y que hará mucho bien... ahora, me das una de tus monedas.
Sacó tres escudos de plata y unas piezas menores. Sin comprender me ofreció uno de los primeros.
Yo le tendí uno de esos imprudentes billetes americanos que tienen muy diverso valor y el mismo tamaño. Lo examinó con avidez.
—No puede ser —gritó—. Lleva la fecha de mil novecientos setenta y cuatro.
(Meses después alguien me dijo que los billetes de banco no llevan fecha.)
—Todo esto es un milagro —alcanzó a decir— y lo milagroso da miedo. Quienes fueron testigos de la resurrección de Lázaro habrán quedado horrorizados.
No hemos cambiado nada, pensé. Siempre las referencias librescas.
Hizo pedazos el billete y guardó la moneda.
Yo resolví tirarla al río. El arco del escudo de plata perdiéndose en el río de plata hubiera conferido a mi historia una imagen vívida, pero la suerte no lo quiso.
Respondí que lo sobrenatural, si ocurre dos veces, deja de ser aterrador. Le propuse que nos viéramos al día siguiente, en ese mismo banco que está en dos tiempos y en dos sitios.
Asintió en el acto y me dijo, sin mirar el reloj, que se le había hecho tarde. Los dos mentíamos y cada cual sabía que su interlocutor estaba mintiendo. Le dije que iban a venir a buscarme.
—¿A buscarlo? —me interrogó.
—Sí. Cuando alcances mi edad habrás perdido casi por completo la vista. Verás el color amarillo y sombras y luces. No te preocupes. La ceguera gradual no es una cosa trágica. Es como un lento atardecer de verano.
Nos despedimos sin habernos tocado. Al día siguiente no fui. El otro tampoco habrá ido.
He cavilado mucho sobre este encuentro, que no he contado a nadie. Creo haber descubierto la clave. El encuentro fue real, pero el otro conversó conmigo en un sueño y fue así que pudo olvidarme; yo conversé con él en la vigilia y todavía me atormenta el recuerdo.
El otro me soñó, pero no me soñó rigurosamente. Soñó, ahora lo entiendo, la imposible fecha en el dólar.

Do you promise the funk?

mecky

Este es un cuento corto de uno de mis escritores favoritos, Mario Benedetti.

Ahí va........

A Imagen y Semejanza

Era la última hormiga de la caravana, y no pudo seguir la ruta de sus compañeras. Un terrón de azúcar había resbalado desde lo alto, quebrándose en varios terroncitos. Uno de éstos le interceptaba el paso. Por un instante la hormiga quedó inmóvil sobre el papel color crema. Luego, sus patitas delanteras tantearon el terrón. Retrocedió, después se detuvo. Tomando sus patas traseras como casi punto fijo de apoyo, dio una vuelta alrededor de sí misma en el sentido de las agujas de un reloj. Sólo entonces se acercó de nuevo. Las patas delanteras se estiraron, en un primer intento de alzar el azúcar, pero fracasaron. Sin embargo, el rápido movimiento hizo que el terrón quedara mejor situado para la operación de carga. Esta vez la hormiga acometió lateralmente su objetivo, alzó el terrón y lo sostuvo sobre su cabeza. Por un instante pareció vacilar, luego reinició el viaje, con un andar bastante más lento que el que traía. Sus compañeras ya estaban lejos, fuera del papel, cerca del zócalo. La hormiga se detuvo, exactamente en el punto en que la superficie por la que marchaba, cambiaba de color. Las seis patas hollaron una N mayúscula y oscura. Después de una momentánea detención, terminó por atravesarla. Ahora la superficie era otra vez clara. De pronto el terrón resbaló sobre el papel, partiéndose en dos. La hormiga hizo entonces un recorrido que incluyó una detenida inspección de ambas porciones, y eligió la mayor. Cargó con ella, y avanzó. En la ruta, hasta ese instante libre, apareció una colilla aplastada. La bordeó lentamente, y cuando reapareció al otro lado del pucho, la superficie se había vuelto nuevamente oscura porque en ese instante el tránsito de la hormiga tenía lugar sobre una A. Hubo una leve corriente de aire, como si alguien hubiera soplado. Hormiga y carga rodaron. Ahora el terrón se desarmó por completo. La hormiga cayó sobre sus patas y emprendió una enloquecida carrerita en círculo. Luego pareció tranquilizarse. Fue hacia uno de los granos de azúcar que antes había formado parte del medio terrón, pero no lo cargó. Cuando reinició su marcha no había perdido la ruta. Pasó rápidamente sobre una D oscura, y al reingresar en la zona clara, otro obstáculo la detuvo. Era un trocito de algo, un palito acaso tres veces más grande que ella misma. Retrocedió, avanzó, tanteó el palito, se quedó inmóvil durante unos segundos. Luego empezó la tarea de carga. Dos veces se resbaló el palito, pero al final quedó bien afirmado, como una suerte de mástil inclinado. Al pasar sobre el área de la segunda A oscura, el andar de la hormiga era casi triunfal. Sin embargo, no había avanzado dos centímetros por la superficie clara del papel, cuando algo o alguien movió aquella hoja y la hormiga rodó, más o menos replegada sobre sí misma. Sólo pudo reincorporarse cuando llegó a la madera del piso. A cinco centímetros estaba el palito. La hormiga avanzó hasta él, esta vez con parsimonia, como midiendo cada séxtuple paso. Así y todo, llegó hasta su objetivo, pero cuando estiraba las patas delanteras, de nuevo corrió el aire y el palito rodó hasta detenerse diez centímetros más allá, semicaído en una de las rendijas que separaban los tablones del piso. Uno de los extremos, sin embargo, emergía hacia arriba. Para la hormiga, semejante posición representó en cierto modo una facilidad, ya que pudo hacer un rodeo a fin de intentar la operación desde un ángulo más favorable. Al cabo de medio minuto, la faena estaba cumplida. La carga, otra vez alzada, estaba ahora en una posición más cercana a la estricta horizontalidad. La hormiga reinició la marcha, sin desviarse jamás de su ruta hacia el zócalo. Las otras hormigas, con sus respectivos víveres, habían desaparecido por algún invisible agujero. Sobre la madera, la hormiga avanzaba más lentamente que sobre el papel. Un nudo, bastante rugoso de la tabla, significó una demora de más de un minuto. El palito estuvo a punto de caer, pero un particular vaivén del cuerpo de la hormiga aseguró su estabilidad. Dos centímetros más y un golpe resonó. Un golpe aparentemente dado sobre el piso. Al igual que las otras, esa tabla vibró y la hormiga dio un saltito involuntario, en el curso del cual, perdió su carga. El palito quedó atravesado en el tablón contiguo. El trabajo siguiente fue cruzar la hendidura, que en ese punto era bastante profunda. La hormiga se acercó al borde, hizo un leve avance erizado de alertas, pero aún así se precipitó en aquel abismo de centímetro y medio. Le llevó varios segundos rehacerse, escalar el lado opuesto de la hendidura y reaparecer en la superficie del siguiente tablón. Ahí estaba el palito. La hormiga estuvo un rato junto a él, sin otro movimiento que un intermitente temblor en las patas delanteras. Después llevó a cabo su quinta operación de carga. El palito quedó horizontal, aunque algo oblicuo con respecto al cuerpo de la hormiga. Esta hizo un movimiento brusco y entonces la carga quedó mejor acomodada. A medio metro estaba el zócalo. La hormiga avanzó en la antigua dirección, que en ese espacio casualmente se correspondía con la veta. Ahora el paso era rápido, y el palito no parecía correr el menor riesgo de derrumbe. A dos centímetros de su meta, la hormiga se detuvo, de nuevo alertada. Entonces, de lo alto apareció un pulgar, un ancho dedo humano y concienzudamente aplastó carga y hormiga.

U + me, what a ride

teacher teacher

#2
Hay va uno mio, otra pasion musical que tengo ademas de prince es el disuelto grupo catalan ELEFANTES, su cuarto album, titulado "la forma de mover tus manos" me trasporto a una historia que cree hilando, por orden, el titulo de las canciones del disco, (en rojo) el resultado es este, y espero que os guste.
LA FORMA DE MOVER TUS MANOS

El joven Sonam Sut sueña con mil formas diferentes de amor, aun no lo conoce personalmente pero en su cabeza ha amado a mujeres con tal intensidad que a veces cree haberlas amado de verdad.
Se sienta a la sombra del único árbol que hay en la puerta de su casa, en un pequeño pueblo al sur de Tánger, pasa horas y horas esperando el amor, vigilando la desierta calle de casas bajas e inmaculada blancura  bajo un suave cielo azul, viendo como el sol cruza la calle de lado a lado a lo largo del día. Así pasan los días para Sonam, no conoce otra vida, solo se limita a dejar que se escape el tiempo mientras esboza en su joven rostro una continua sonrisa, producida por las fantásticas historias de amor que continuamente está inventando; así día tras día.
Una mañana Sonam, al despertar siente una angustia que no puede justificar, piensa que quizás sea por un mal sueño; mientras desayuna sus padres notan que su hijo parece hoy distinto, ya no sonríe y sus ojos están apagados y tristes. Su madre preocupada se acerca a el y acariciándole el pelo le pregunta
-¿Te encuentras bien hijo?-
Sonam, algo enfurecido, se levanta bruscamente de la mesa y en un tono de voz que sus padres jamás le habían oído exclama
Hoy no me grites!-
Su madre no le ha gritado, pero a Sonam le suena en su cabeza como un grito ensordecedor. Sus padres no entienden que le está pasando a su hijo; Sonam sale de su casa dando un fuerte portazo, y sin pensarlo, empieza a andar calle arriba, dejando atrás su casa, su familia, el árbol que acogía sus sueños y el banco de piedra en el que se sentaba a ver pasar la vida; atraviesa todo el pueblo sin detenerse un segundo y sin echar la vista atrás y así continua hasta llegar al límite del pueblo, y una vez allí se detiene, se calma, siente miedo, angustia, y un calor que viene de dentro y quema todo su cuerpo, y allí se queda, tembloroso, esperando que pase algo o que alguna fuerza extraña le diga que es lo que debe hacer.
A lo lejos ve como una figura se acerca hacia él, en la lejanía no puede distinguir qué es, cada vez siente más miedo y ansiedad por ver quien es esa extraña figura que se acerca. Poco a poco empieza a distinguir a un hombre cubierto de pies a cabeza con una chilaba negra polvorienta; lleva en sus manos las riendas de un caballo blanco de larga cabellera y de aspecto suave. A medida que aquel hombre y su caballo se aproximan a Sonam, siente como su corazón se acelera, presiente que aquel hombre tiene la respuesta al porqué de su locura. El extraño individuo se detiene a su lado, va con los pies descalzos y una capucha que no deja ver ni un ápice de su rostro; después de unos segundos de silencio que a Sonam le parecen horas, el hombre rompe por fin el silencio con una voz aguda que estremece a Sonam
-¿Tienes miedo muchacho? -dice el extraño hombre sin levantar la cabeza-; Sonam vacila unos segundos y contesta
-Nunca he sentido algo así, he sentido algo....., no se´y es que yo no lo sabia......no pensé que pudiera sentir miedo como le siento ahora-; el hombre sonriendo pone su mano sobre el hombro de Sonam y dice
-Tienes aún mucho que sentir y mucho que vivir muchacho, terminaron ya los sueños y fantasías y ahora debes de emprender un viaje a la vida-. Sonam ya más calmado y buscando los ojos del hombre pregunta
-¿Debo de sentir el miedo que siento? ¿Encontraré algún tipo de amor de los que he soñado?. Tengo un nudo en la garganta, me falta el aliento y mis piernas flaquean-.
El hombre levanta la cabeza pero Sonam no consigue ver su cara, le da unos golpecitos en el hombro y dice
-No tienes por que temer, ve y busca-, y dicho esto da un golpe a las riendas y el extraño personaje y su caballo prosiguen su camino; Sonam permanece unos segundos viendo como se adentran en el pueblo y cuando los pierde de vista la sonrisa vuelve a su rostro y emprende el viaje a ninguna parte. En el camino intenta imaginar qué cosas encontrará en su destino y de qué manera hallará el amor, pero su mente está en blanco, no puede imaginar nada, sus ojos no paran de ir de un lado a otro descubriendo en su camino cosas que nunca antes había visto. Camina durante horas, o días, o tal vez semanas. Para Sonam Sut el tiempo se detiene y solo tiene ante él todo un mundo por descubrir.
Al paso por un riachuelo ve a unos niños jugando en el agua y desde el puente de piedra que lo cruza permanece unos minutos sonriendo, viendo como disfrutan los chiquillos y decide acercarse a charlar con ellos; los niños desde el agua le invitan a jugar.
-¿Cómo os llamáis? -pregunta Sonam-.
-Soy Kayr-ohs y ésta es mi hermana pequeña Helleny.
-No soy tan pequeña -replica la niña, salpicando con el agua a su hermano-.
-¿Vienes a la fiesta? -preguntó Kayr a Sonam-.
-¿Qué fiesta? No, ... no sé nada de una fiesta, ¿qué festejáis?-.
-Hoy celebramos la mayoría de edad de nuestra prima Zannalee ¿por qué no vienes con nosotros?-.
-Pero, ¿a vuestros padres no les importará que vaya? ¿Y a vuestra prima?-.
-Estarán encantados -gritó Helleny-, -¡ven a conocerlos!-. Salieron del agua y echaron a correr.
-¡Ven!, Te vamos a presentar a nuestros padres-; Sonam corrió tras ellos ilusionado por conocer gente nueva; los niños irrumpieron en un caserón que estaba a pocos metros de riachuelo
-¡Papá! ¡Mamá!, Venid, fuera tenemos un amigo, tenéis que conocerlo-, los niños arrastraron a sus padres hasta la calle, y un tanto extrañados se acercaron a saludar a joven.
-Hola, soy Kair Shuarman y esta es mi mujer Ihs-akel-.
-Hola soy Sonam Sut, vengo de Al-mirra-.
-Pasa, pasa, íbamos a empezar a comer, comerás con nosotros y nos cuentas que haces tan lejos de tu tierra-. Sonam, durante la comida, relató a sus anfitriones el porqué de su viaje, la búsqueda de unos sueños que había perdido y de cómo aquel extraño personaje con su caballo le indicó el camino a su búsqueda.
Ihs y Kayr invitan al joven a la fiesta, que en honor a su sobrina, se celebraría esa misma noche, los niños insistieron efusivamente en que aceptara la invitación.
-Iré con gran agrado, pero no tengo más que lo que llevo puesto y no creo que sea apropiado para una fiesta-.
-No te preocupes, -exclamó Kayr dando un fuerte golpe en la mesa-, -te prestaré mis mejores galas para que las luzcas en la fiesta-.
Después de comer empezaron los preparativos para asistir a la esperada fiesta; Sonam no podía creer lo que estaba viviendo, aquella gente lo acogió cálidamente. Enseguida llega el momento de ir a la fiesta de mayoría de edad de la prima Zannalee; los niños están muy excitados, quieren disfrutar del baile, el banquete y quieren que todos conozcan a su nuevo amigo. Salen de casa y se dirigen al centro del pueblo, es un pueblo algo más grande que el de Sonam y está lleno de gente que acude a la fiesta, las calles están decoradas con guirnaldas y papeles de colores, y toda la gente sonríe y se acercan a saludar al invitado, todos son muy amables con él, y enseguida se contagia de la alegría de aquella gente.
Al llegar a la plaza del pueblo su rostro se llena con una sonrisa y su corazón empieza a latir con mucha fuerza, los tambores, los laúdes, los cánticos, los niños corriendo de un lado a otro, la gente danzando, ya empieza a contagiarse de toda aquella alegría cuando de pronto la música cesa y la gente para de bailar y hace un pasillo que cruza toda la plaza. Sonam no entiende que está pasando, la gente que tiene delante no le permite ver
-¿Qué ocurre? -pregunta-.
-Es la niña morena, Zannalee, -le responden-, mientras ella cruza el pasillo formado por la gente del pueblo y familiares hacia una especie de púlpito donde se va a oficiar la ceremonia de mayoría de edad. Sonam no puede ver a la homenajeada e intenta abrirse paso entre la multitud para ver a Zannalee, la gente clama su nombre y grita vítores en su honor. Sonam se empieza a inquietar; quiere ver a la niña morena, lucha entre las masas para abrirse paso y en su ímpetu llega al pasillo tropezando y cayendo a los pies de la muchacha. Desde el suelo Sonam escucha cómo todo el mundo se ríe de la cómica situación y entre las risas oye una suave voz que dice
-Anda, levántate-. Desde el suelo Sonam levanta la mirada para ver quién le habla. Lentamente sus ojos le llevan a ver un rostro angelical; en sus sueños jamás alcanzó a imaginar semejante belleza, su piel parecía tan suave que el sol se deslizaba por su rostro dejando en el un brillo deslumbrante, su sonrisa es dulce miel, su pelo rizado de intenso negro, su mirada invita a la ternura y sus ojos negros como la noche sin luna trasmiten una paz indescriptible. Es Zannalee, la niña morena se agacha para ayudar al joven a incorporarse, Sonam no tiene palabras, sus manos están temblorosas y siente el extraño cosquilleo en el estómago, la niña sonríe una vez más y prosigue su camino entre el pasillo de gente; Sonam no puede moverse, no puede creer que lo que acaba de ver y de sentir es algo que jamás pensó que le pudiera pasar. Es entonces cuando comprende el porqué de su viaje y en ese momento empieza de nuevo a soñar e imaginar cómo sería toda una vida junto a aquella muchacha, construyendo un hogar y una familia con aquel ángel, y piensa que vale la pena vivir así, siempre había pensado que algo tan difícil como amar le estuviera vetado y que jamás sería merecedor de amar y sólo podría soñar con como sería ese sentimiento, pero ahora siente que el amor inunda su ser.
La ceremonia transcurre entre fiestas y alegrías pero Sonam está al margen de todo eso porque no puede dejar de mirar a Zannalee; la muchacha, de vez en cuando lo mira y le sonríe avergonzada. Finalizada la fiesta Zannalee, junto a sus padres se retiran ya a casa. Sonam tiene aún su mirada clavada en la muchacha. Cuando ésta pasa a su lado le pregunta
-¿Te volveré a ver?-, la chiquilla, sonrojada, se acercó a su oído y le susurró
-Por la maña .... aquí-, y prosigue su camino. Detrás de ella van su séquito de familiares, niños y las sublimes amigas de Zannalee que al llegar a la altura del enamorado ríen ocultando con sus manos sus sonrisas. Pronto queda la plaza vacía y Sonam se queda allí parado intentado asimilar todo lo que ha ocurrido aquella noche; no está preparado para algo así pero no tiene miedo, sólo se limita a disfrutar de la espera, a que llegue el momento en que vuelva a ver a la niña morena. En una esquina, medio escondidos, están Kair e Ihs, y viendo el joven, en mitad de la plaza comprenden que, una vez más, el amor ciega y embriaga a quién lo sufre, se abrazan, se miran a los ojos y en sus miradas encuentran ese amor que una vez les cegó como a Sonam y que de vez en cuando resurge para recordarles que por encima de aquel sentimiento no hay nada; se pierden en un beso mientras sus ojos se llenan de lágrimas de alegría, cogen a sus hijos de la mano y se retiran a casa.
Allí se queda Sonam, en mitad del silencio, en el centro de la plaza, contemplando la noche llena de estrellas, pasan las horas y el sol despunta por el horizonte, cuando ve que por la calle principal que conduce a la plaza se acerca una mística figura, cubierta por un velo blanco que sólo deja ver sus pies descalzos, se adivina una figura de mujer que poco a poco se le acerca. El joven esperando que sea su amada no puede disimular su inquietud, y a medida que la mujer se aproxima, su corazón encogido, casi se detiene roto al ver que pasa de largo por su lado, entristece pero ve que se detiene a escasos metros de él, Sonam sonríe y con voz firme dice
-Esperaría aquí toda la vida sólo por verte pasar-. La misteriosa figura se gira hacia Sonam y lleva sus manos hacia el velo que cubre su rostro y lentamente se descubre mostrando la mejor de sus sonrisas. Sí, es Zannalee, ambos dan unos pasos para acercarse, se cogen de las manos y se miran a los ojos
-Quedémonos aquí, quedémonos juntitos, que el mundo gire si tiene que girar, o que pare si ha de parar, pero yo te quiero cerca de mí-. Sonam Sut había soñado durante toda una vida como sería el amor, y ahora tiene toda la vida para hacerla un sueño, con el amor de Zannalee. La muchacha, ve en su mirada sinceridad.
-La forma de mover tus manos me muestra que jamás encontraría a alguien que me ame tanto como tu, Sonam-.
Lentamente sus cuerpos se encuentran, sus manos abrazan, tocan, acarician y sueñan, ahora sí, con amar de verdad

PatricioRey

Muy bueno, teacher! Parece q tenemos todo un escritor en el Poblado. Me encantó tu cuento y estoy a la espera de la segunda entrega ;D

Y, mecky, fantástico el cuento de Benedetti. Debo decir q me sentí bastante identificado con la hormiguita...

Gracias x postear ;)
Do you promise the funk?

mecky

Cita de: PatricioRey en 13 Septiembre 2008, 01:46:29
Muy bueno, teacher! Parece q tenemos todo un escritor en el Poblado. Me encantó tu cuento y estoy a la espera de la segunda entrega ;D

Y, mecky, fantástico el cuento de Benedetti. Debo decir q me sentí bastante identificado con la hormiguita...

Gracias x postear ;)

No eres el único PR, la primera vez que lo leí, tuve esa sensación.
U + me, what a ride

PatricioRey

#5
Este es un cuento de Alejandro Dolina, escritor argentino.


El recuerdo y el olvido en el barrio de Flores

En nuestros tiempos, no son muchas las personas de buena memoria. Salvo, desde luego, en el barrio de Flores. Todos sabemos las cosas que se cuentan sobre el barrio del Ángel Gris.
Y, aunque conviene desconfiar de cualquier testimonio al respecto, es casi un hecho que los Hombres Sensibles hacen alarde de recordarlo todo y suelen ejercitarse en lances tan complicados como la tabla del 113.
Esto puede sorprender a quienes han oído que los Hombres Sensibles de Flores huyen de las precisiones científicas como de la peste y son mas bien proclives a la improvisación.
Pero también ocurre que estos espíritus atorrantes odian la muerte y sospechan que lo que se olvida, se muere.
Por eso no es raro encontrar en los atardeceres de la calle Artigas a los muchachos sombríos memorizando versos murgueros, recordando la formación de Boca en 1955 o repitiendo en voz baja la lista de asistencia del colegio secundario.
Están rescatando cosas de la muerte. A su manera, son salvadores.

Entre tantos enemigos como tienen los Hombres Sensibles, se hallan los Amigos del Olvido, organización con sede en Caballito, que propugna la abolición del recuerdo, según dicen porque duele.

"Todo recuerdo es triste" declaran estos caballeros.

Lo peor de estos impíos es su aire de inocencia, hijo del olvido de sus culpas. Sus semblantes sonrientes despiertan la simpatía de todos y cada día, docenas de socios nuevos se inscriben en la sede de la calle Rojas.
El grupo se organiza en subcomisiones que se encargan a su turno de olvidar ciertas porciones del universo.
Así, existe la Comisión del Olvido Permanente de Marcos Ciani, destinada a borrar las huellas del veterano piloto de Venado Tuerto. En sus reuniones la subcomisión delibera sobre toda clase de asuntos, con la excepción de aquellos que se vinculen de algún modo con Marcos Ciani.
Una rama radicalizada de los Amigos del Olvido declara que los recuerdos no sólo son tristes sino también falsos.

"Jamás recuerda uno las cosas tal cual fueron", declaman.

De modo que para esa gente, los recuerdos son especies de sueños y los sueños no merecen sino el desprecio.
Mientras tanto, los Hombres sensibles tienen decidido que solo los sueños y los recuerdos son verdaderos, ante la falsedad engañosa  de lo que llamamos el presente y la realidad.
¿Qué es mas verdadero?, se preguntan. ¿El amable recuerdo de nuestra 
primera novia, dulce, ansiosa, inexplicable, o esta señora contundente que compra fruta en la verdulería de la calle Condarco?
No hace falta decir que los Amigos del Olvido son más numerosos que los Hombres Sensibles o -al menos- presumen de ello. Más justo sería aclarar que muchas personas son Hombres Sensibles sin siquiera sospecharlo.
Vale la pena admitir en este punto que hay quienes se acercan a los Amigos del Olvido, no por simpatía filosófica, sino animados por propósitos tan mezquinos como el deseo de olvidarse de una señorita inconstante.
Tales infiltrados son descubiertos casi siempre por los miembros de alguna comisión, quienes poseen un olfato especial para distinguirlos. Las sanciones son, en general, muy severas. Pero rara vez se cumplen, precisamente porque los encargados de ejecutarlas se olvidan de hacerlo.
Los Amigos del Olvido aman el futuro.
Pasan largas veladas contando hazañas que aun no han cumplido y jactándose de los amores que tendrán alguna vez.
Sostienen -además- que siempre es mejor lo que ha ocurrido después.
Constituye una experiencia interesante proponer a la elección de un amigo del Olvido dos objetos cualesquiera, siempre elegirán lo que se menciona en último termino.

- ¿Quiere usted un helado de crema o de chocolate?
- De chocolate.
- ¿Lo prefiere usted de chocolate o de crema?
- De crema.

De este criterio surge un insoportable optimismo y espíritu progresista. Cualquier novedad es acogida en la sede de la calle Rojas con aplausos y vítores.
Los Hombres Sensibles  -como todo el mundo sabe- odian el futuro, porque han descubierto que en el futuro está la muerte.
El enfrentamiento entre ambos grupos ha llegado muchas veces a una módica violencia.
Pero las ofensas no dejan rastros
En unos, porque olvidan. En los otros, porque perdonan.

Según los Amigos del Olvido, la existencia de medios idóneos para almacenar el conocimiento torna inútil todo esfuerzo mental al respecto.
Poco sentido tiene -arguyen- memorizar la historia de los fenicios, cuando hay libros que la atesoran cabalmente.
Al oír esto, los Hombres sensibles se enfurecen:

- Eh... los libros sólo son recipientes que contienen lo que luego han de beber los hombres!

Pero a estas alturas, los Amigos del Olvido ya están en otra cosa.
Muchos Hombres Sensibles temen a las computadoras, a las calculadoras electrónicas y al Cerebro Mágico.
Sostienen que el uso de estos aparatos embota el ingenio y atrofia el intelecto. Por eso es que, con toda frecuencia, una melancólica patota recorre el barrio del Ángel Gris, destruyendo las maquinas de pensar que suelen cundir en oficinas, para no mencionar las cajas registradoras de los bares, los fixtures de Glostora, las balanzas y los relojes automáticos. (A la hora de destruir, los Hombres Sensibles se enardecen y no se andan con sutilezas)

En su larga lucha contra el recuerdo y la memoria, los Amigos del Olvido han desarrollado interesantes estrategias. Pero, sin ninguna duda, su más importante hallazgo fue el Licor del Olvido, un cordial de existencia incierta que -según parece- tiene la virtud de abolir el pasado en quien lo toma.
En épocas lejanas, los hombres de la calle Rojas se limitaban a beber ellos mismos su licor, emborrachándose locamente de esperanzas sin presagios.
Pero luego empezaron a mezclar el licor en la ginebra de los Hombres Sensibles para inducirlos a olvidar.
Pero lo peor ocurrió cuando los Hombres Sensibles alcanzaron a destilar el Vino del Recuerdo, cuyos efectos son -como ya se sospechara- opuestos a los del licor.
También los muchachos del Ángel Gris recorrieron el mismo camino: bebieron solos primero y trataron después de usurpar las copas de los que nada recuerdan.
Y eso fue terrible. Porque si el Licor del Olvido y el Vino del Recuerdo son de por sí peligrosos, la mezcla es verdaderamente mortal.

El autor de esta crónica cree haber probado -sin sospecharlo- ese espantoso coctel.
Sus efectos se traducen en oscuras añoranzas de lo que vendrá, en olvidos de lo que nunca fue y en un sabor amargo y dulce que hace llorar.
Las señoritas Amigas del Olvido suelen pasearse por el barrio de Flores para enamorar a los Hombres Sensibles.
Los muchachos del Ángel Gris -bien lo sabemos- son de corazón blando y se enamoran para siempre.
Entonces las señoritas de Caballito se olvidan de ellos y los abandonan sin remordimiento.
Estos tristes episodios propenden -sin embargo- al florecimiento de las artes en Flores, pues los Hombres Sensibles suelen componer sus mejores versos, elaborar sus canciones más sentidas y tallar sus más hermosos anillos cuando sufren.
Poco cuesta imaginar cual será el fin de esta lucha entre  olvido y memoria.

Los Hombres Sensibles de Flores están derrotados. De nada les valdrá oponerse a la muerte, porque la muerte llegara de todos modos.
De nada les servirá su pasión por la memoria, pues toda memoria es perecedera. Y -en definitiva- el tiempo es el mejor aliado de los Amigos del Olvido.
Pero es obligación de todos nosotros hacer un poco de fuerza por los muchachos de Flores, para que su derrota sea mas honrosa.
Recordemos todo el tiempo. No olvidemos nada. Ni el color de nuestras corbatas perdidas, no el olor a tiza y sudor del colegio, ni el calor del asfalto sobre los pies descalzos, ni el gusto a jazmín de los besos en la noche, ni el aroma de la untura blanca.
Si nos espera el olvido, tratemos de no merecerlo.
Y pensemos que después de todo, aunque la victoria final sea de los
Amigos del Olvido, será un triunfo sin festejo. Nadie lo recordará jamás.
Do you promise the funk?

Guybrush Threepwood

Aprovecho para colgar el último "cuento" que he recibido vía email:

EL HIJO PUTA

Estaba sentado el otro día delante de mi ordenador cuando me acordé que tenía que llamar por teléfono a un compañero. Descolgué el auricular y marqué el número de memoria. Me contestó un tipo con muy mal humor diciendo: 'Qué quiere?'.

'Soy Ignacio Martínez, ¿podría hablar con Roberto Espárrago?' dije amablemente.
'Te has equivocado, gilipollas', me respondió y acto seguido colgó.

No daba crédito a lo que me estaba ocurriendo. Cogí mi agenda para buscar el número de mi compañero y comprobé que, efectivamente, me había equivocado. Pero como aún recordaba el número 'erróneo' que había  marcado anteriormente, decidí volver a llamar a aquel tipo y cuando me cogió el teléfono no esperé a que contestase y le dije:
'Eres un hijoputa', y colgué rápidamente.

Inmediatamente apunte aquel número en mi agenda junto a la palabra 'hijoputa'. Cada dos o tres semanas, cada vez que estaba cabreado porque me llegaba una letra inesperada, o un aviso de multa, o discutía con mi mujer,o alguna situación por el estilo volvía a llamarlo y sin dejarle Contestar le decía:
'Eres un hijoputa'.

Esto me servía de algún modo como terapia y me hacía sentirme mucho más relajado. Unos meses después, la maldita Telefónica introdujo el servicio de identificación de llamadas, lo cual me deprimió un poco porque tuve que dejar de llamar al 'hijoputa'.

Pero de repente, un día se me ocurrió una idea: Marqué su número de teléfono y cuando escuché su voz le dije:
'Hola, le llamo del departamento de ventas de Telefónica para ver si conoce nuestro servicio de identificación de llamadas'.
'No' me dijo el tío grosero, y me colgó el teléfono.

Rápidamente lo volví a llamar y le dije:
'Eres un hijoputa'.

Un mes después, estaba yo esperando con mi coche a que una anciana salierde la plaza de aparcamiento del Hipercor. Esta lo hacía muy lentamente y cuando terminó la maniobra y me disponía yo a ocupar la plaza libre,apareció un Golf GTI negro a toda velocidad y se metió en el hueco que iba yo a ocupar.

Comencé a tocar el claxon y a gritar: '¡Eh, oiga!, ¡que estaba yo esperando!, ¡no puede hacer eso!'. El tipo del Golf se bajo, cerró el coche y se fue hacia el centro comercial ignorándome como si no me hubiera oído. Yo me quedé completamente frustrado y pensé Es te tío es un hijoputa. El mundo está lleno de ellos'. Justo en ese momento vi un letrero de 'SE VENDE' en el cristal de atrás del Golf. Lógicamente anoté el número y me fui a buscar otra plaza de aparcamiento. A los dos o tres días, vi en mi agenda el número del 'hijoputa' y me acordé que había anotado el número del tipo del Golf. Inmediatamente le llamé y le dije:

'Buenos días. ¿Es usted el dueño del Golf GTI negro que se vende?'
'Sí, yo mismo'
'¿Podría decirme donde puedo ver el coche?'
'Sí, por supuesto. Yo vivo en la calle de Don Ramón de la Cruz esquina con Montesa, es un bloque amarillo y el coche esta aparcado justo enfrente de la casa'
'¿Cómo se llama usted?' ,pregunte.
'Enrique Juárez'
'¿Que hora sería la mejor para encontrarme con usted y discutir los detalles de la operación, Enrique?'
'Pues yo suelo estar en casa por las noches'.
'¿Puedo decirle algo, Enrique?'
'Si, claro'
'Enrique, eres un hijoputa de la hostia', y colgué el Teléfono.

Inmediatamente después de colgar anoté el número en mi agenda al lado del otro, pero en este puse el nombre de 'hijoputa II'. Ahora tenía dos 'hijoputas' para llamar y así estuve durante dos o tres meses, llamando ahora a uno, ahora a otro; hasta que comenzaba a aburrirme un poco. Me puse a pensar en serio sobre como resolver este problemilla y al cabo de un par de whiskies se me ocurrió algo. Primero llamé al 'hijoputa I':

'Dígame'
'Hola hijoputa' - pero esta vez no colgué.
'¿Estas ahí todavía, verdad, cabrón?' ,me dijo.
'Si, hijoputa'
'Deja ya de llamarme o ....'
'Noooooo'
'Si supiera quien eres te rompía la boca', me dijo.
'Me llamo Enrique Juárez y si tienes cojones vienes a buscarme. Vivo en calle Don Ramón de la Cruz esquina Montesa, en un bloque amarillo, justo en la puerta donde hay aparcado un Golf GTI negro, so hijoputa'
'¡¡¡Ahora mismo voy para allá!!! Tu sí que eres un hijoputa y ya puedes ir rezando todo lo que sepas. Te voy a matar a hostias'
'¿Si?. ¡Que miedo me das, hijoputa!' y colgué el teléfono.

Inmediatamente llame al hijoputa II:
'Dígameee ?'
'Hola hijoputa' y no colgué
'Como te pille algún día...'
'¿Que me vas a hacer, hijoputa?'
'Te voy a patear las tripas, pedazo de cabrón'
'¿Sí?, pues a ver si es verdad, hijoputa. Ahora mismo voy hacia tu casa' y colgué

Por ultimo, cogí el teléfono y llame a la policía. Les dije que estaba en la calle Don Ramón de la Cruz esquina con Montesa y que iba a matar a mi novio homosexual en cuanto llegara a casa.
Luego hice otra llamada rápida a 'Madrid directo' y les dije que iba a haber una pelea de pandillas en la calle Don Ramón de la Cruz esquina Montesa. Y entonces me monté en mi coche y me fui para allá a toda leche.

Te juro que es una experiencia que nunca olvidaré. La mayor pelea que he visto en mi vida. Hasta los cámaras de Telemadrid se llevaron lo suyo. En fin, después de esto espero que cuando te llame por teléfono me contestes en tono amable.
Ya sabes, no es bueno que yo me irrite.
1

Chuck Romerales

     Un viejo cuento castellano ;D

En un antiguo condado
de estirpe prosaica y noble
vive un pueblo acojonado
por la Leyenda del Roble.

Afincado entre jarales
de altas torres derruidas
ve fenecer los días
entre los vastos nogales
de hojas secas y sombrías.

Y como nido de cuervos
entre peñascos acervos
de caídos torreones,
se alza un castillo protervo
de mil pares de cojones.

Era el amo del castillo,
por vida y gracia disoluta
un gachó de horca y cuchillo,
mala leche, bruto y pillo,
un verdadero hijo de puta

Se llamaba Vergabundo
de Apalanca a Punta Pala
y era el cabrón tan fecundo
que, cuando se encandilaba,
daba por el culo a todo el mundo.

Cortejaba una doncella,
de carnes duras y prietas,
una gachí cojonuda
de exuberantes tetas.

Esta moza era sin faja
asombro de medio mundo
y en su honor Don Vergabundo
se hizo más de una paja.

Caminando con sus huestes
por los caminos de Olmedo,
vió cerca de una fuente
como la niña inocente
se estaba metiendo el dedo.

Al verla Don Vergabundo,
quedose un instante fijo,
más de pronto, en un segundo,
y enarbolando su pijo
arrastrola hasta un roble
y abriéndole los muslazos,
le sacudió cinco polvazos.

La doncella, aunque cachonda,
resistiose cual un mulo,
¿Otra ronda? - gritó el Conde -
y hasta la dió por el culo.

La muchacha cayó muerta.
No se sabe a ciencia cierta
qué fue lo que la mató,
si la embriaguez de la dicha
o los tres quince de picha
que el conde la regaló.

Y aquí termina la historia de
Vergabundo, el conde noble
que jamás enemigos tuvo
pues usó siempre la picha por lanza
y los huevos por escudo.

     ;D
Me subí a la rejaaaa

PatricioRey

Dejando de lado el humor escatológico de Mike T., este es un cuento de Cortázar, para reirse con un poquito más de nivel.


Instrucciones para subir una escalera

Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se situá un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de transladar de una planta baja a un primer piso.

Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).

Llegando en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.

Do you promise the funk?

Chuck Romerales

Cita de: PatricioRey en 14 Septiembre 2008, 17:41:47
Dejando de lado el humor escatológico de Mike T., este es un cuento de Cortázar, para reirse con un poquito más de nivel.

     De humor mío escatológico nada. Es un romance anónimo auténtico.

     Leyendo la historia de Julio Cortázar, me he acordado de porque no fuí capaz en su día de pasar del primer capítulo de 'Rayuela' (que, como todo el mundo sabe, era la biografía del Sr. Rayuela, jefe de Pedro Picapiedra) ;D
Me subí a la rejaaaa

PatricioRey

Cita de: Mike T. en 15 Septiembre 2008, 01:38:32
De humor mío escatológico nada. Es un romance anónimo auténtico.

Pero lo posteó Mike T., o me equivoco?

Sobre Rayuela, decirte q te estás perdiendo una de las más grandes "novelas" de la literatura hispanoamericana. El único defecto q le encuentro es q uno nunca termina de leerla realmente ;D.

Y aprovecho para dejar un cuento de un grande, Osvaldo Soriano:


La California Argentina

Ahí va Hipólito Bouchard, viento en popa y cañones limpios, a arrasar la California donde no están todavía el Hollywood del cine ni el Sillicon Valley de las computadoras. Lleva como excusa la flamante bandera argentina que ha hecho reconocer en Kameha-Meha, aunque los oficiales de su estado mayor se llamen Cornet, Oliver, John van Burgen, Greyssa, Harris, Borgues, Douglas, Shipre y Miller.
El comandante de la infantería, José María Piris, y el aspirante Tomás Espora son de los pocos criollos a bordo. Entre los marineros de la "Argentina" y la "Chacabuco" van decenas de maleantes recogidos en los puertos del Asia, 30 hawaianos comprados al rey de Sandwich, casi un centenar de gauchos mareados y diez gatos embarcados en Karakakowa para combatir las ratas y pestes.
Al terrible Bouchard, como a todos los marinos, lo preocupa la indisciplina: sabe que algunos de los desertores que habían sublevado la "Chacabuco" en Valparaíso se han refugiado en la isla de Atoy y quiere darles un escarmiento. Manda a José María Piris que se adelante a bordo de una fragata de los Estados Unidos e intime al rey que protege a los rebeldes.
Antes de partir, los piratas norteamericanos, que roban cañones y los revenden, dan una fiesta a la oficialidad de las Provincias Unidas: corre el alcohol, se desatan las lenguas y un irlandés con pata de palo comenta, orgulloso, la intención argentina de bombardear la California. El capitán de los piratas anota: en la bodega lleva doce cañones recién robados, y se adelanta con la noticia a Monterrey -la capital de California-, podrávenderlos a cinco veces su precio.
El rey de Atoy no sabe donde quedan las Provincias Unidas, nunca oyó hablar de la nacionalidad argentina y teme una represalia española. Piris lo amenaza con la cólera del infierno, y el rey, por las dudas, hace capturar a los sublevados entre los que se encuentra el cabecilla. El comandante duerme en la playa y cuando divisa los barcos de Bouchard se hace conducir el bote para dar la buena nueva.
El francés desconfía: en la entrevista con el rey comunica la sentencia de muerte para los asilados en Atoy y trata, como en Karakakowa, de hacer reconocer la soberanía argentina. El rey se insolenta y dice, muy orondo, que los prisioneros se le han escapado.
"Comprometidos así la justicia y el honor del pabellón que tremolaba en mi buque, fue necesario apelar a la fuerza", cuenta Bouchard en sus Memorias. En realidad, basta con amagar. El rey manda un emisario a parlamentar a la "Argentina" y lleva a los prisioneros a la playa. Bouchard baja, arrogante y triunfal, les lee la sentencia y ahí nomás fusila a un tal Griffiths, cabecilla del amotinamiento. A los otros los conduce al barco y les hace dar "doce docenas de azotes".
El 22 de diciembre de 1818 llega a las costas de Monterrey sin saber que los norteamericanos han armado la fortaleza a precio vil. Bouchard traza su plan: pone 200 hombres de refuerzo en la corbeta "Chacabuco", les hace enarbolar una engañosa bandera de los Estados Unidos y la manda al frente a las ordenes de William (o Guillermo) Shipre.
Ya nadie recuerda la letra del Himno Nacional y Shipre hace cantar cualquier cosaantes de ir al ataque. Están calentándose los pechos cuando advierten que cesa el viento y la "Chacabuco" queda a la deriva. Desde el fuerte le tiran diecisiete cañonazos y no fallan ninguno. La "Chacabuco" empieza a naufragar en medio del desbande y los gritos de los heridos. Shipre se rinde enseguida. "A los diecisiete tiros de la fortaleza tuve el dolor de ver arriar la bandera de la patria".
Todo es desolación y sangre en la "Chacabuco" pero Bouchard no quiere pasar vergüenza en Buenos Aires. Las Provincias Unidas de la Revolución han autorizado a más de sesenta buques corsarios para que recorran las aguas con pabellón celeste y blanco y las presas capturadas son más de cuatrocientas. De pronto, la joven nación esta asolando los mares y las potencias empiezan a alarmarse. Todavía hoy la Constitución argentina autoriza al Congreso a otorgar patentes de corso y establecer reglamento para las presas (art. 67, inc. 22).
Los pobres españoles de California no tenían un solo navío para su defensa. Bouchard ordena trasladar a los sobrevivientes de la "Chacabuco" a la "Argentina" pero abandona a los mutilados y heridos para que con sus gritos de espanto distraigan a los españoles. Al amanecer del 24, mientras en Monterrey se festeja la victoria, Bouchard comanda el desembarco con doscientos hombres armados con fusiles y picas de abordaje. Lo acompañan oficiales que no saben para quién pelean pero esperan repartirse un botín considerable. A las ocho de la mañana, después de un tiroteo, la tropa española abandona el fuerte y retrocede hacia las poblaciones. A las diez, Bouchard captura veinte piezas de artillería y con mucha pompa hace que los gauchos y los mercenarios formen en el patio mientras hace izar la bandera.
Sin embargo el capitán no esta contento. Quiere que en el mundo se sepa de él, que le paguen la afrenta de la "Chacabuco". Arenga a la tropa enardecida y la lanza sobre la población aterrorizada. Los marinos de Sandwich son implacables con la lanza y la pistola; otros tiran con fusiles y los gauchos manejan el cuchillo y el fuego a discreción. Dicen los historiadores de la Marina que Bouchard respeta a la población de origen americano y es feroz con la española. Difícil es saber cómo hizo la diferencia en el vértigo del asalto. La fortaleza es arrasada hasta los cimientos. También el cuartel y el presidio. Las casas son incendiadas y la Nochebuena de 1818 es un vasto y horroroso infierno de llamas y lamentos. Después del pillaje, Bouchard manda guardar dos piezas de artillería de bronce para presentar en Buenos Aires con las barras de plata que encuentra en un granero.
Durante seis días, sobre los escombros y los cadáveres, flamea la bandera argentina. Los prisioneros liberados de la cárcel ayudan a reparar la "Chacabuco" mientras los soldados arman juerga sobre juerga con las aterradas viudas de España, episodios que las historias oficiales eluden con pudor.
Tanto escándalo arman Bouchard y los suyos en el norte que el Departamento de Estado norteamericano -cuenta el historiador Harold Peterson- "dio instrucciones a sus agentes para que protestaran vigorosamente contra los excesos cometidos con barcos que navegaban bajo la bandera y con comisiones de Buenos Aires". Sin embargo, recién en 1821, con Rivadavia como ministro de guerra, los Estados Unidos obtendrían un decreto de revocación de las patentes de loscorsarios: "En su forma literal -dice Peterson-, este decreto representaba una entrega total a la posición por la cual Estados Unidos había luchado durante cinco años".
Para entonces, Bouchard ya había quemado toda California. Después de destruir Monterrey arrasa con la misión de San Juan, con Santa Bárbara y otras poblaciones que quedan en llamas. El 25 de enero de 1819 bloquea el puerto de San Blas y ataca Acapulco de México. En Guatemala destruye Sonsonate y toma un bergantín español. En Nicaragua, por fin, se echa sobre Realejo, el principal puerto español en los mares de Sur, y se queda con cuatro buques españoles cargados con añil y cacao y 27 prisioneros. Esa fue su última hazaña. Al llegar a Valparaíso, maltrecho por el ataque de otro pirata, Bouchard reclama la gloria pero lo espera la cárcel. Lord Cochrane, corsario al servicio de Chile, lo acusa de piratería, insubordinación y crueldad con los prisioneros capturados. Bouchard argumenta: "Soy un teniente coronel del Ejército de los Andes, un vecino arraigado en la Capital, un corsario que de mi libre voluntad he entrado a los puertos de Chile con el preciso designio de auxiliar a sus expediciones". Sobre las torturas ordenadas, se defiende así: "Que se pregunte por el trato que recibieron los tripulantes chilenos del corsario chileno Maipú u otro de Buenos Aires que, luego de apresado, entró a Cádiz con la gente colgada de los penoles".
Pasa apenas cinco meses en prisión. Al salir pone sus barcos a las ordenes de San Martín y le lleva granaderos a Lima. Ya en decadencia, reblandecido por dos hijas a las que apenas había conocido, se pone a las ordenes de Perú y en 1831 se retira a una hacienda. En 1843, un mulato harto de malos tratos lo degüella de un navajazo. Es una muerte en condicional: los apólogos de la Marina, que le justifican torturas y tropelías, no consignan ese indigno final.
Do you promise the funk?

mecky

Reflexiones y análisis sobre los pecados capitales por Paulo Coelho, otro de mis favoritos: Aquí os dejo "La Lujuria"....

Tercer pecado capital: Lujuria
Definición del diccionario: sustantivo femenino, derivado del latín luxuria. Libertinaje; sensualidad; lascivia. Puede ser definido también como abundancia, exuberancia, especialmente cuando se hace referencia a plantas.

Según la Iglesia Católica: deseo desordenado por el placer sexual. Los deseos y actos son desordenados cuando no se conforman con el propósito divino, que consiste en propiciar el amor mutuo entre los esposos y favorecer la procreación. Incumple el Sexto Mandamiento (No cometerás actos impuros).

Según Henry Kissinger: no existe nada más afrodisiaco que el poder.

En una historia budista: Chu y Wu regresaban a casa tras una semana de meditación en el monasterio. Conversaban sobre cómo las tentaciones se ponen frente a los hombres.

Llegaron a la orilla de un río. Allí, una bella mujer esperaba para poder atravesar la corriente. Chu la cargó en brazos, la llevó hasta la otra orilla, y prosiguió el viaje con su amigo.

Más adelante, en determinado momento, dijo Wu:

-Estábamos hablando sobre la tentación, y tú cargaste a esa mujer en el regazo. Le diste una oportunidad al pecado para que ocupase un lugar en tu alma.

Chu respondió:

-Amigo Wu: yo me comporté de manera natural. Llevé a esa mujer en brazos a través del río y la dejé en la otra orilla. Sin embargo, tú aún la cargas en tu pensamiento, y por eso mismo eres tú quien está más cerca del pecado.

Del diario de una prostituta: Gano 350 francos suizos por pasar una hora con un hombre. En realidad estoy exagerando. Si descontamos el tiempo de quitarse la ropa, fingir un poco de cariño, decir unas cuantas obviedades y vestirse, no habremos dedicado al sexo propiamente dicho más de once minutos.

Once minutos. El mundo gira alrededor de algo que apenas dura once minutos. Es debido a estos once minutos de todo un día de veinticuatro horas (considerando que todos hiciesen el amor con sus mujeres todos los días, algo que, además de un tremendo absurdo, es completamente mentira) por lo que se casan, mantienen una familia, soportan el llanto de los niños, se deshacen en justificaciones al llegar tarde a casa, miran a decenas o centenas de otras mujeres con las que les gustaría pasear alrededor del lago de Génova, se compran ropas caras, compran ropas aún más caras para ellas, pagan a prostitutas para compensar lo que les está faltando, aun sin tener claro qué podrá ser, sustentan una gigantesca industria de cosméticos, dietas, ejercicio físico, pornografía, poder... Y cuando se juntan con otros hombres, a pesar de lo que dice el mito, nunca hablan de mujeres: conversan sobre trabajo, dinero y deportes. Debe de haber algo muy equivocado en la civilización.

La lujuria en números (año de 2002): William Lyon, de la Free Speech Coalition, estima que, sólo en Internet, el sector pornográfico ya obtenga unos beneficios anuales de entre diez y doce mil millones de dólares (entre veintitrés y veintiséis mil millones de reales), muy superiores a los beneficios de la Microsoft. En 1999, la Asociación de Vendedores de Vídeo y Software constató que la venta o alquiler de películas pornográficas alcanzó alrededor de 4.100 millones de dólares (8.700 millones de reales) superando a la mayoría de las carísimas películas de Hollywood. (Fuente: Caslon Analitics Profiles).

Dice el Tao Te King: Mantén unidos el alma sensible y el cuerpo animal para que no puedan separarse.

Controla tu fuerza vital, y te transformarás de nuevo en una criatura recién nacida.

Cuando ahuyentes las visiones misteriosas de tu imaginación, lograrás alcanzar la pureza.

Limítate a purificarte, sin buscar explicaciones racionales al Misterio.

Cuando el discernimiento penetra las cuatro regiones, tal vez no conozcas, sin embargo, lo que da la vida y la mantiene.

Lo que da vida no exige posesión ninguna. Beneficia, pero no pide gratitud a cambio. Lidera, pero sin ejercer autoridad. Ésta es la llamada "cualidad misteriosa".

U + me, what a ride

PatricioRey

Un cuento de Hermann Hesse.

Parábola china

Un anciano llamado Chunglang, que quiere decir «Maese La Roca», tenía una pequeña propiedad en la montaña. Sucedió cierto día que se le escapó uno de sus caballos y los vecinos se acercaron a manifestarle su condolencia.

Sin embargo el anciano replicó:

-¡Quién sabe si eso ha sido una desgracia!

Y hete aquí que varios días después el caballo regresó, y traía consigo toda una manada de caballos cimarrones. De nuevo se presentaron los vecinos y lo felicitaron por su buena suerte.

Pero el viejo de la montaña les dijo:

-¡Quién sabe si eso ha sido un suceso afortunado!

Como tenían tantos caballos, el hijo del anciano se aficionó a montarlos, pero un día se cayó y se rompió una pierna. Otra vez los vecinos fueron a darle el pésame, y nuevamente les replicó el viejo:

-¡Quién sabe si eso ha sido una desgracia!

Al año siguiente se presentaron en la montaña los comisionados de «los Varas Largas». Reclutaban jóvenes fuertes para mensajeros del emperador y para llevar su litera. Al hijo del anciano, que todavía estaba impedido de la pierna, no se lo llevaron.

Chunglang sonreía.

Do you promise the funk?

PRiNCe_


"Se decía que un tripi lo había dejado "asi". "Así" se refería a una sonrisa quasipermanente que se alternava con estados de ira. Quizás se hubiera podido establecer una correlación estadística con los litros de alcohol ingeridos o la calidad de la marihuana fumada en una temporada determinada.

Vivía en un pueblo mediano en el que se mantenían costumbres antiguas y rasgos rurales que convivían sin problemas con las fabulosas aportaciones de la modernidad.

La juventud del pueblo podía escoger entre dos bares. Uno lo frecuentaban los tuneros pelados, partidarios de los combinados y las drogas químicas, el tunning y la música chatarra. El otro, los alternativos de reminiscencias hippies y puretas por encima de la treintena, adeptos de la cerveza, los petas , el guitarreo y el buen rollo.

Cada uno de los bares se mantenía fiel a una estética que solo era alterada por las máscaras de Carnaval. En el bar de focos de colores y lasser en la pared se preferían los disfraces de vaquero, de Rambo, de hombre bomba, de narco colombiano... En el bar de luz tenue se preferian los disfraces currados y originales o los disfraces en grupo y las comparsas.

El último carnaval fue algo distinto. El que se había quedado así de un tripi se presentó en el bar moderno como todos los sábados. El no se disfrazaba pero tenía un presupuesto extra, tanto en efectivo como en especie, para noches como esa. Estaba más "feliz" que otros días aunque ese día no había llegado a hacer su numerito "que bien bailo" en el centro de la pista, desde primea hora de la noche, se tambaleaba demasiado y había optado por sentarse en la barra a reirse de los disfraces de la peña mientras alternaba tragos de vaso lago con rondas de chupitos con todos los que tuviera alrededor y con diversas maniobras y "busineses" en el WC.

El sábado de Carnaval no había hora de cierre y a las 5 el pedal era considerable y la fiesta estaba en pleno apogeo. Cada uno se había metido de lleno en un papel acorde con el disfraz que llevaba y el del tripi le daba ola a todo el mundo.

De golpe se apagó la música y se encendieron las luces "de cerrar". El del tripi, algo deslumbrado miró alrededor. Le sorprendió ver a seís o siete tios disfrazados de verde con fusiles en la mano que fingían una redada. Qué bien lo hacían los cabrones.

Uno pateó las puertas de los lavabos para sorprender a los que hacían cosas malas. Otro pidió a todos que se pusieran de cara a la pared, se apoyaran con las manos y separaran las piernas. Que bueno tio, como se lo curran. Ja ja Que bueno. No se dió cuenta de que él era el único que se reía. Ja ja tio. No me metas mano, que te has disfrazado de madero para tocar paquetes ¿o que?. Que marica. Jaja. Qué cabrón Tio. Ja ja tio. Mira todo lo que llevo. Jaja. ¿qué buscais? ¿Esto? ¿O esto? No me jodas, yo te invito a un tirito pero no me vayas a joder la harina. Ja ja que cabrón, te crees que te vas a quedar mis gramitos por que vas disfrazado de madero. Que bueno, que morro. Bueno vale ya, que tengo una copa a medias y se me va a derretir el hielo. Ja ja no, yo a la calle no salgo que hace un frio de cojones. Joder que no me pongas las esposas. Que pareceis los de la Cubana, ¿lo habeís ensayado o que? Jaja que os den el premio al mejor disfraz. Venga Torrente, que te pago una copa.

Lo despertaron sin ninguna delicadeza. Joder que frio hace aquí ¿no nen?. ¿No me vais a traer desayuno? ¿Ya me llevaís a casa? Joder que resaca.



SIN CAUSA EN CASA

Chuck Romerales

Cita de: mecky en 15 Septiembre 2008, 11:00:48Según Henry Kissinger: no existe nada más afrodisiaco que el poder.

     Pues entonces cuando ordenó a la CIA motar el golpe de Pinochet en Chile debió de estar corriéndose varios meses seguidos... y ya no digamos cuando le dieron el Nobel de la Paz después de hacer eso y otras barrabasadas...

Cita de: mecky en 15 Septiembre 2008, 11:00:48Once minutos. El mundo gira alrededor de algo que apenas dura once minutos.

     Si, pero... ¡que once minutos! ;D
Me subí a la rejaaaa

cat

Interesante idea PR

Recupero éste de hace unos años.

;)

Shockadelica

Cita de: cat en 17 Septiembre 2008, 13:02:48
Interesante idea PR

Recupero éste de hace unos años.

;)

Gracias por recordarlo, Cat :D.

Cita de: cat en 07 Noviembre 2005, 20:27:46
En este lejano país vivían, además de este Príncipe,  un Rey del Rock, un Rey y una Reina del Pop , aunque uno y otra no tenían mucho que ver, también un Rey del Soul,  incluso tiempo después apareció una Princesa del Pop y más y más personajes cuyos títulos  ahora no recuerdo. De vez en cuando aparecían por allí algunos miembros de monarquías y aristocracias vecinas, venidos allende los mares, como el gran Duque Blanco, o los  conocidos como Sus Satánicas Majestades e incluso alguien había oído decir que en otro lejano país existía hasta  un Rey del Pollo Frito y   un Príncipe gitano, pero de  éstos mejor no hablar :bigcry:.

Esta parte me encanta ;D.
Oh baby, I really like your look
When U lay your eyes on me, U know I'm hooked
I'm waiting 2 feel your touch
Your body, your mind, and soul...
Is that 2 much?

PatricioRey

Cita de: cat en 17 Septiembre 2008, 13:02:48
Interesante idea PR

Recupero éste de hace unos años.

;)

Muy bueno Cat! Gracias x recuperarlo :thumbsup:
Do you promise the funk?