DMSR (textos)

Iniciado por DMSR, 24 Junio 2005, 04:47:53

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hello01

Hola, al leer esto me ha entrado dolor de tripa, yo tambiém estuve en Las Vegas este invierno, en tres ocasiones diferentes, pero sobre todo la primera fue mu especial para mi, fue el día 9 de diciembre, llegue a Las Vegas a las 8 de la tarde de ese mismo día, deje las maletas en mi hotel y corrí a Río, no le veía desde el 99 en Madrid, estaba agotada del viaje y de los nervios que había pasado esa semana preparando el viaje. Cuando se levanto aquella cortina morada, no me lo podía creer se me paso el sueño el cansancio y todo, fueron dos horas de felicidad completa, y sobre todo en la segunda parte cuando salo estido de rosa y canto A CASE OF YOU, con los ojos cerrados, me puse allorar sin poder parar, no se explicar muy bien lo que me paso, recordándolo me dan ganas de llorar otra vez. Cuando el lunes llegue a mi casa solte la maleta y use A CASE OF YOU, y a llorar otra vez..........Me gustaron mucho los conciertos en Las Vegas, a pesar de tener que cruzar casi medio mundo, a Prince se le veía encantado con la gente y el sitio, estaba simpático, haciendo bromas, bailando..........increible, el mejor concierto de mi vida.
Besitos,
Hello. :bow:

openbook

Muchísisisisimas gracias, DMSR.

Simplemente, "mancantao"  :-*
Well, if happiness was standing at your door
I mean tell me what would you say?

Jose

Felicidades DMSR.¡Queeeee narración!.Gracias por compartirlo y a ti tambien Hello01.

goldie

Muchas gracias DMSR!!! Me has emocionado!!!!
Uh! Uh! uh! uhuh!... U SAID! ...Any dogs in the house?... I know U're nasty... SAID!!!

Enric

Cita de: DMSR en 28 Junio 2007, 02:13:25
Pasaba un cuarto de hora de las tres de la mañana. Si Prince tenía que coger un vuelo a las cinco parecía imposible que se dejara ver allí, con lo que la cerveza siguió siendo nuestra mejor aliada. "Date la vuelta", me dijo mi amigo. "¿Qué?", respondí. "Que te des la vuelta". Me giré ciento ochenta grados... y Prince estaba a un metro de mí.

Resulta sorprendente encontrarse con Prince en un bar. No sólo por lo poco frecuente de la situación sino por comprobar desde tan cerca aquella frase de que "Prince es siempre Prince": impoluto traje naranja, rostro impecable con el maquillaje perfecto, peinado casi científico, andares insuperables sobre sus tacones... y música girando a su alrededor. Llegó él y la noche dio un giro radical. Visualmente, su pequeña y gallarda figura llama mucho la atención, destacaría en cualquier contexto del mundo; auditivamente, tomó los mandos de la mesa de sonido y la diferencia no se hizo esperar.

¡Como si hubiese estado allí!
Gracias.   :thumbsup:

Chuck Romerales

     Como soy hombre de pocas palabras (a veces) solo decir MUCHAS GRACIAS. ;D
Me subí a la rejaaaa

Lucas

La verdad no se como ha podido pasar pero desconocía esta faceta de Juancar.
Toi pasmao de Tó!!!
¡No es nada fácil encontrar en estos tiempos a alguien que además de generoso que sepa iradiar tanta energía positiva!
Wow!  :sunny:


ibiza

Haberle levantado los palillos, hombre!  >:D

..Ha habido un momento en que casi me pongo de puntillas para ver algo del aftershow...ya te podias haber colocado un poquito  mejor chato  ;D

Babyknows


oh  yeah... fucking awesome DMSR! thank you so much! You freaking rule. I love you so much. At least, the duck is FREEEEEEE MWHAHHAAH
ale, practica ingles, demesrreeeeee! ;)

I believe that we don't have to change friends if we understand that friends change.   http://www.myspace.com/soulvigilantes

DMSR

#89
Hace mucho que no escribo en verso, jejeje, así que ahí va un espeso soneto en endecasílabos haciendo apología del pirateo  :pirate::


EARTH BOOT

Veintiuna noches de agosto y septiembre
cayó lluvia de tormenta en tormenta
sobre Londres, la ciudad que las cuenta
para que el mundo las recuerde siempre.

Mas como Londres no entiende la afrenta
de que se fíe a su frágil memoria
el legado, el placer y la euforia
en la piel de tanta gente contenta,

habrá de buscar una escapatoria
para extraer su emoción contenida;
y convocar para un gran abordaje

(y que pongan a oídos de la Historia)
a quienes ya curaron esa herida:
LadyBird, 4DaFunk o Sabotage.

              DMSR'2007




:pirate: :pirate: :pirate: :pirate: :pirate: :pirate: :pirate: :pirate: :pirate: :pirate: :pirate: :pirate: :pirate: :pirate: :pirate: :pirate:
Mi novela homenaje: "TRACK AND PRINCE"

DMSR

#90
He recuperado para un Foro de Atletismo un trabajo sobre Ben Johnson que hice hace once años, y me apetece dejarlo aquí por si a alguien le interesa el tema (alguno sé que hay, jeje). El 95% de los textos no son míos, sino que fueron una recopilación de artículos -ahora lo llamaríamos "copiar-pegar"-; yo me limité a darles algo de coherencia cronológica. El título ha quedado desfasado porque sus marcas ya han sido superadas, pero en 1996 (cuando hice el trabajo) el 9"79 aún parecía lejos del alcance de los velocistas de aquella generación. Al que lo lea -o curiosee en las fotos- le deseo que lo disfrute:


BEN JOHNSON: EL INQUEBRANTABLE TECHO DE LOS 100 METROS LISOS

INTRODUCCIÓN

La carrera de los 100 metros conecta con algunos de los rasgos distintivos del hombre, el deseo de vulnerar los límites de la naturaleza, la voluntad de competir y la fascinación que nos provocan los semidioses que se atreven a derribar el muro del tiempo. El plazo es de aproximadamente diez segundos. Este breve lapso supone una descarga brutal de energía física y psicológica. Un velocista es una bomba de relojería en el día de la competición. Quiere la máxima tensión, pero necesita autocontrolarse. Del inestimable equilibrio de estos factores depende buena parte de su suerte en la carrera.

Toda la rutina de las horas previas a la gran cita busca el grado máximo de excitación, optimismo, equilibrio y ambición. Un velocista apenas duerme en la víspera. Un exceso de descanso o sueño le coloca en una situación soporífera que traicionaría su rendimiento. El desayuno también es ligero. Desde ese momento, la carrera es una obsesión que regula toda la actividad del día, los ejercicios, la alimentación, el autocontrol, incluso las conversaciones o la falta de ellas.

Si la carrera se disputa a última hora, los atletas acostumbran a realizar dos sesiones de calentamiento. La primera es matinal y muy ligera. La comida que sigue es frugal. Por supuesto, no hay siesta. Los velocistas necesitan sentirse seguros. Ese rastreo de la seguridad es la respuesta al miedo que genera la carrera. Muchos se ponen en manos de psiquiatras para enfrentarse a la agonía.

El momento de la salida es decisivo. Todo el sistema neuromuscular estalla en un intento de ganar tiempo al disparo. Luego, todo sucede muy rápido.



La línea argumental de este trabajo está enfocada hacia el hombre que más ha impresionado al mundo del Atletismo y al mundo en general en la distancia de los 100 metros. Muchos han sido a lo largo de la historia los atletas que han causado admiración dominando esta mágica distancia que aproxima como ninguna otra los conceptos de espacio y tiempo. Los ha habido geniales como Jesse Owens, adelantados a su tiempo como Bob Hayes o majestuosos como Carl Lewis; sin embargo sólo un hombre ha sido capaz de asombrar a la vez al mundo y a sus rivales, empequeñecidos todos ante el poder de sus zancadas, su fuerza, su instinto asesino para la victoria. Ningún otro atleta ha sido tan querido como odiado, tan respetado como marginado. Su nombre: BEN JOHNSON, sus méritos: haber sido el mejor sprinter del mundo, su leyenda: haber sido el más tramposo de cuantos lo hayan sido.

Ben Johnson casi no existe oficialmente, fue semidesterrado del Atletismo cuando tras ser descalificado por emplear sustancias prohibidas lo reconoció públicamente. Tras dos años de ausencia y uno de mediocre regreso a la competición volvió a dar positivo en los controles antidopaje cuando sus marcas comenzaban a ser esperanzadoras. Su destierro fue definitivo, a perpetuidad; Ben Johnson prácticamente no existe, es una figura extraoficial, un personaje que pertenece al recuerdo y a la leyenda. Y sin embargo, legal o ilegal, dopado o no, está ahí, en la retina de aquellos que decidimos trasnochar aquella madrugada del 23 al 24 de septiembre de 1988, indeleble, inmortal. La verdad y la mentira, la ficción y la realidad, la magia y el truco, todas las sensaciones contrapuestas se despertaron tras aquella línea recta corrida en 9"79 por el colosal Johnson, por el tramposo Ben.

Esos 9"79 son el techo de los 100 metros. Es una marca que al igual que su autor no existe oficialmente, pero no importa, es la mecha que ha encendido la redacción de todo este trabajo. Veremos la trayectoria de Ben Johnson desde sus comienzos hasta esos 9"79, los elogios y las detracciones, su ascenso a la cumbre y su estrepitosa caída tras dar positivo; veremos su segunda oportunidad y su recaída final. Los éxitos deportivos más exaltados se redujeron a la tenebrosa mentira urdida por Johnson y el equipo que lo llevó de ser un héroe a ser villano, peor, a no ser nada, Ben Johnson no existe, aunque siga siendo el techo de los 100 metros lisos.



BEN JOHNSON EN CIFRAS. LO QUE LLEGÓ A HACER

Lo que sigue es un pequeño resumen estadístico de la progresión y las victorias y récords logrados por Ben Johnson. Adelantándonos al contenido de los siguientes capítulos y como ya ha quedado reflejado en la introducción, debemos comentar que al haber sido desposeído de todas sus marcas y medallas desde 1983 estos cuadros sólo tienen el valor referencial que se pueda conceder a la estadística.

Progresión en los 100m.:

1978 (16 años)... 10"79/10"4m
1979............. 10"66
1980............. 10"62/10"38v
1981............. 10"25
1982............. 10"30/10"05v
1983............. 10"19
1984............. 10"12/10"01v
1985............. 10"00
1986.............  9"95
1987.............  9"83
1988.............  9"79

Palmarés:

Juegos Olímpicos:

Los Ángeles'84: 3º en 100 metros; 3º en 4x100 metros
Seúl'88: 1º en 100 metros.

Campeonatos Mundiales:

Helsinki'83: semifinalista en 100 metros.
Roma'87: 1º en 100 metros; 2º en 4x100 metros.

Juegos Commonwealth:

Brisbane'82: 2º en 100 metros y 4x100 metros.
Edimburgo'86: 1º en 100 metros y 4x100; 3º en 200 metros.

Mundiales Indoor:

París'85: 1º en 60 metros.
Indianápolis'87: 1º en 60 metros.

Récords Mundiales:

50 metros: 5"55 (1987)
60 metros: 6"50 (1986); 6"44 y 6"41 (1987)
100 metros: 9"83 (1987); 9"79 (1988).


LOS PRIMEROS PASOS

Benjamin Sinclair "Ben" Johnson nació en Falmouth, Jamaica, el 30 de diciembre de 1961. A los catorce años se traslada con su madre y sus seis hermanos a la ciudad canadiense de Toronto. Su padre había decidido permanecer en Falmouth, un fondeadero de ron y azúcar venido a menos por el escaso calado de sus aguas. Cuenta Johnson que su primer invierno en Toronto fue inolvidable: "Tenía el calor de Jamaica en mi cuerpo. Cuando vi la nieve por primera vez salí a la calle en camiseta y jugué durante horas con mi hermana". Su colisión con una cultura tan alejada de la caribeña fue traumática. Muy introvertido, tartamudo, Johnson fue trasladado, en el Instituto Yorkdale, a un aula para chicos con problemas de relación.

Eddie, su hermano mayor, le presentó a Charlie Francis, entrenador de Atletismo. Eddie  había gastado una discreta carrera como velocista en la Universidad tejana de Lamar. En Toronto ingresó en el club que dirigía Francis. Aquel día comenzó una larga relación entre ambos. Lo que vio Francis fue un muchacho de quince años que apenas rebasaba el 1'65 y era incapaz de cubrir una vuelta a la pista. Lo recuerda el mismo Francis: "La primera vez que lo encontré fue en 1976. Pesaba cuarenta kilos, no era precisamente el chico más fuerte del mundo comparado con los chavales americanos que son dos veces más desarrollados de lo que era él". En apenas dos años ganó trece centímetros y dieciocho kilos.

Su progresión fue rápida pero no prodigiosa. Nadie vislumbraba en Johnson el talento de los grandes atletas. En una sesión de entrenamientos corrió un 200. Un grupo de entrenadores opinaba que tenía las piernas demasiado débiles. Un debut que no era verdaderamente un buen signo. Johnson recuerda aquella época: "Mi madre estaba preocupada. No sabía si mi hermano y yo, que practicábamos Atletismo en el mismo club, nos lo íbamos a tomar en serio. A veces, cuando ganábamos carreras, mi madre, más que alegrarse, se enfadaba. No quería que nos metiéramos en ese mundo sin la seguridad de que íbamos a ser grandes atletas, pero yo le dije que el Atletismo no podía dejar de gustarme. En aquella época un entrenamiento era algo durísimo para mí, tenía problemas con mi peso, no había manera, me cansaba muchísimo, me sobraba grasa por todas partes y me dolía todo el cuerpo. Estuve a punto de dejarlo, es más, lo dejé durante una semana. Charlie, mi entrenador, le dijo a mi hermano que por favor me hiciese volver y yo respondí "de acuerdo, pensaré en ello". Entonces mi madre escribió una carta que le entregó a mi hermano para que se la diese al entrenador. En ella se comprometía a facilitarme las cosas si realmente yo tenía posibilidades. Charlie, el entrenador, aceptó el compromiso, cambió mi dieta y me dedicó su atención especial."

Durante los primeros años su figura era anecdótica dentro del circuito atlético. No poseía ni las marcas ni la imagen para captar la atención de los aficionados. En 1980 es seleccionado por el equipo canadiense que iba a acudir a los Juegos de Moscú, pero el boicot de muchos países occidentales impidió su presencia. Durante tres años –entre 1981 y 1984- visitó Europa con alguna asiduidad, tanta como sus derrotas ante atletas de segundo orden. Una de las grandes autoridades del Atletismo italiano, el técnico Carlo Vittori, le recordaba en 1982 más bien flaco, sin demasiadas dotes para colocarse en el grupo de privilegiados de la velocidad mundial. Aún así, quedó segundo, detrás del escocés Allan Wells, en los 100 metros de los Juegos de la Commonwealth (10"05 contra 10"02, con viento a favor más allá del límite permitido).


Durante la disputa del I Campeonato Mundial de Atletismo en la ciudad finlandesa de Helsinki en el verano de 1983, ni los más intrépidos observadores pusieron sus ojos en este atleta que defendía la camiseta canadiense. Con un sexto puesto y una discreta marca de 10"44 no logró el paso a la final, dominada a placer por los tres representantes estadounidenses: Carl Lewis, Calvin Smith y Emmit King. Con un mejor tiempo a final de temporada de 10"19, Ben Johnson empezó a creer en sus propias posibilidades.

Su primer aviso serio llegó en una imagen velada una vez más por el fulgor de Carl Lewis. En la final de los 100 metros de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles'84, un desconocido canadiense arrancó con furia en la salida y mantuvo la racha hasta los 50 metros. Luego sólo se vio la imponente aceleración de Carl Lewis por la calle siete. Ben Johnson, el canadiense anónimo, terminó tercero y ganó la medalla de bronce con una marca de 10"22 contra los 9"99 de Lewis. Junto a sus compatriotas Tony Sharpe, Desai Williams y Sterling Hinds obtuvo una segunda medalla de bronce en los relevos 4x100 metros, por detrás de los Estados Unidos (que hicieron un nuevo récord del mundo con una marca de 37"83) y del equipo de Jamaica.

Alguien preguntó a Carl Lewis por un tal Ben Johnson. "Ben, ¿qué?", debió contestar el campeón estadounidense. Algunos biógrafos aseguran que aquella contestación desató la furia y el deseo de venganza de Ben Johnson.

Su registro a final de temporada, 10"12 (con una marca de 10"01 anulada por excesivo viento a favor), se incrustaba en el noveno lugar del ranking del año 84. Por primera vez en el "Top 10", Johnson estaba dispuesto a dar el gran salto al trono mundial de la velocidad. Todo pasaba por seguir mejorando.


1985-1986. LA CONFIRMACIÓN

En el breve margen de un año y medio Johnson derribó todos los obstáculos y se presentó como la gran amenaza de Carl Lewis. En la primavera de 1985 el estadounidense comenzó la temporada con unos registros que parecían presagiar que ese año sería la confirmación gloriosa de su verano anterior. Una lesión saltando longitud frenó sus aspiraciones, lo que fue aprovechado por sus rivales, en especial por Ben Johnson, para dejar constancia de que podía ser destronado en cualquier descuido.

El descuido llegó el 21 de agosto de ese año, cuando tras dos meses sin competir, Carl Lewis se enfrentó a sus más directos rivales en la reunión atlética de Zúrich, la más prestigiosa del mundo. Tras una salida nula, Ben Johnson dominó esa carrera, mientras un humillado Carl Lewis sólo pudo ser cuarto con la misma marca que el quinto, siendo derrotado también por su compatriota Calvin Smith y el canadiense Desai Williams.


Seis semanas después ganó su primer título importante en la Copa del Mundo de Canberra, logrando el registro que delimita la frontera del mito: 10"00, con ligero viento en contra de 0.4 m/s. La marca de Johnson se quedó a dos centésimas de la mejor del año, en poder de Lewis desde mayo, y le convirtió además en el sexto atleta más rápido de todos los tiempos junto al polaco Woronin. Por delante quedaban los míticos Calvin Smith (9"93), Jim Hines (9"95), Melvin Lattany (9"96), Carl Lewis (9"97) y Silvio Leonard (9"98).

Tras el triunfo Johnson afirmó: "En mejores condiciones podría haber mejorado el récord mundial. La pista es excelente, los 884 metros de altitud de Canberra ayudan pero el viento frenaba. Creo que Lewis no habría podido ganarme aquí. Me encontraba muy motivado".


En esta misma competición, junto a su compatriota Williams, el brasileño Da Silva y el cubano Peñalver, llevó al equipo de América al segundo puesto, tras el equipo estadounidense formado por Glance, Baptiste, Smith y Evans, quienes habían vetado la participación de Carl Lewis por haberse negado a entrenar los cambios de testigo.


El producto Johnson comenzó a vender. Poco se sabía de él excepto su tenacidad para acercarse a los límites del récord mundial. Frente al glamour de Lewis, Johnson presentaba una imagen huraña, enfurecida. En algún momento su clan interpretó que era necesario reforzar este perfil caníbal del atleta y presentarlo como la contrafigura de Lewis.

El mundo del deporte es proclive al maniqueísmo. De este reduccionismo participan los medios de comunicación, los organizadores de competiciones y los representantes financieros de los atletas. Dos figuras contrapuestas generan por igual expectación y dinero. Johnson sólo tenía que demostrar su capacidad para derrotar a Lewis en un gran acontecimiento. El resto vendría rodado.

1986 tuvo de bueno para Johnson todo lo malo que tuvo para el astro estadounidense, retirado por lesión mediada la temporada. Tras una exitosa campaña de invierno con récord mundial incluido en 60 metros (6"50), ambos atletas comenzaron la temporada enfrentándose el 31 de mayo en San José (EEUU), con victoria para el canadiense y segundo puesto para Lewis, con marcas de 10"01 y 10"18.


Como muestra de su potencial y de sus posibilidades ganó en los Juegos de la Commonwealth disputados en Edimburgo tanto la prueba individual de los 100 metros (10"07) como el relevo 4x100 (39"15). Probó suerte en una distancia a la que no estaba familiarizado, los 200 metros, en la que obtuvo un meritorio tercer puesto (20"64v). Con los primeros títulos importantes en su palmarés, los aficionados estaban a la espera de ver el enfrentamiento entre Johnson y Lewis con una medalla en juego. Lewis había ganado tres oros en el Mundial de Helsinki'83 y cuatro en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles'84. Era un ganador nato que vendería cara su piel en un campeonato oficial.

El necesario y esperado gran acontecimiento llegó ese verano del 86 en la primera edición de los Goodwill Games, en Moscú. Bañado en celebridad, Lewis tuvo que admitir la irrupción de un adversario temible. Johnson le batió, y lo hizo con una contundencia estrepitosa. Su victoria estuvo refrendada por un registro memorable:
9"95, a sólo dos centésimas del récord mundial de Calvin Smith, con el mérito añadido de haberlo hecho a nivel del mar, con un viento en contra de 0.79 m/s y, según el propio Ben Johnson, con problemas en los tacos de salida, que se le movieron en el momento de iniciarse la carrera.

Definitivamente, Johnson estaba en condiciones de reivindicar su supremacía ante Lewis. Le avalaban tanto sus marcas como sus victorias. Gracias a las ganancias obtenidas con su nueva notoriedad, compró en 1986 una mansión por valor de un millón de dólares en las afueras de Toronto, para su madre, sus hermanas y sus sobrinos. Lo que pocos imaginaban era que el 'fenómeno Johnson' no había hecho sino empezar a funcionar.

1987. BIG BEN. LA GRAN EXPLOSIÓN

La corte de consejeros de Ben Johnson comenzó a abultarse. Alrededor del atleta se fraguó un grupo de agentes encabezados por el estadounidense Larry Heidebrecht. Charlie Francis conducía los aspectos físicos y técnicos, además de recomendar la inclusión en el grupo de Jamie Astaphan, un oscuro médico de origen libanés.

Llegó la temporada de 1987 y Johnson mostró su talento asombrando por sus marcas que pasaban a ser récords mundiales: 5"55 en 50 metros y 6"44 en 60 metros. Las especulaciones sobre el registro que podría conseguir en verano en la prueba de los 100 metros le situaron muy por debajo del récord mundial de Calvin Smith. En la prensa especializada encontramos este comentario tras el 6"44 de Osaka: "Las posibilidades de Johnson no parecen tener límites. Si el año pasado sus 6"50 se convirtieron en 9"95 en 100 metros, ¿qué hará este año tras estos 6"44? Creo que no es exagerado esperar un registro en torno a los 9"80. "

La cita invernal más importante se iba a desarrollar en Indianápolis, en los I Campeonatos Mundiales en Pista Cubierta. Allí se presentó Johnson con todas sus armas y, en efectó, "la armó" batiendo su propio récord mundial de 60 metros con la fabulosa marca de 6"41. Se daba ya por seguro que el récord del mundo caería en verano. La revista "Atletismo Español" resumió así su carrera, su récord y sus posibilidades: "Su vencedor, Ben Johnson, fue la figura indiscutible de los campeonatos. A pesar de todas las "faenas" que le quisieron hacer los americanos y de los comentarios despectivos de Carl Lewis, ganó la final de forma contundente, con nuevo récord mundial. Ya en las series había sido muy superior al resto. En la final hubo dos salidas nulas, la primera sin adjudicar, y la segunda se la marcaron a él inicialmente, y ante sus protestas y de las de parte del público, acabaron dándosela a Haas. No consiguieron, sin embargo, ponerle nervioso y les sacó más de un metro a los dos americanos que le escoltaron en el podium. Es un deleite verle correr y estamos seguros de que este verano bajará de los 9"90. No pudo frenar en la llegada en cuesta, y saltó cayéndose al otro lado del contenedor".


Johnson empezó a ser sometido a la vigilancia de los convencidos de que algún fraude había detrás de estos maravillosos récords. Ben manifestaba su tranquilidad: "No me preocupo de lo que se dice de mí en los periódicos. No quiero perder mi tiempo, yo me conozco, yo sé quién soy y no me cambiarán". Mientras tanto ganaba carreras y cincelaba una figura descomunal, un cilindro negro de proporciones desconocidas en el Atletismo. Las victorias de Johnson comenzaban a merecer la atención de las empresas multinacionales -deseosas de anunciarse por medio de aquel depredador de las pistas- y los científicos. Un estudio realizado por la Universidad de Ottawa reveló que Johnson desplegaba una energía de 3000 vatios en cada zancada, una cantidad suficiente como para alumbrar una mansión.

Deportivamente, la cita máxima del verano se produciría en Roma, en los II Campeonatos Mundiales al Aire Libre. Desde el comienzo de la temporada, el enfrentamiento psicológico de Johnson y Lewis a través de la prensa fue enorme. Se creó un caldo de cultivo muy propicio para las grandes gestas, el público deseaba un enfrentamiento en la cumbre de los dos supercolosos del Atletismo. El único encuentro anterior a la cita italiana se produjo en suelo español, en Sevilla, el 28 de mayo. Ganó Ben por una sola centésima, 10"06 contra 10"07. La puerta quedaba abierta para ambos atletas.


Las semanas previas al Campeonato del Mundo fueron aprovechadas por Johnson y Lewis para mostrar por separado sus posibilidades. Johnson llegó a Roma habiendo corrido tres veces por debajo de los 10": 9"95 en Colonia, 9"97 en Zúrich y 9"98 en Ottawa. Lewis, más versátil, llegaba con 10"05 en 100 metros pero con 19"92 en 200 y 8'75 metros en salto de longitud. Johnson era el favorito pero las apuestas estaban absolutamente divididas. Partidarios de uno y otro se electrizaban con el espectáculo que se avecinaba, que se veía venir. Este es el relato de lo que ocurrió en Roma aquella tarde del 30 de agosto de 1987:

"Una fuerte ovación saludó su llegada a la pista. Eran las seis y media de la tarde de un domingo que, para uno de esos hombres, iba a ser de gloria. Eran los "purasangres" del Atletismo. Los rayos negros y las centellas blancas especialistas en comprimir más y más el tiempo que se emplea en correr 100 metros. Saltaron a la pista a las seis y media y 68.000 espectadores se arrellanaron en los asientos del estadio olímpico. Aquella iba a ser la carrera del siglo. Y aquella carrera no iba a defraudar.

Entre los ocho "purasangres" hay dos que atraen especialmente la atención. Carl Lewis, cuatro veces campeón olímpico, tres veces campeón mundial, un sprinter de fina estampa que parece deslizarse sobre la pista, volar como un ángel negro, haciendo fácil lo difícil. El otro es Ben Johnson, mejor marca de siempre a nivel del mar, imbatible en los últimos tiempos, un tosco toro negro que parece pelearse con el viento cuando corre a toda velocidad.

Las dos estrellas negras no se dirigen la mirada, Ben Johnson, canadiense de nacionalidad y jamaicano de origen, está embutido en un chándal verde. Carl Lewis, norteamericano del profundo Sur viste de azul y blanco. Preparan los tacos de salida, hacen los últimos ejercicios de calentamiento y unos pequeños sprints... Ni siquiera se miran.

"Estoy seguro de que voy a ganar, una cosa es hacer buenas marcas en los mítines y otra muy diferente correr un campeonato", ha dicho Carl Lewis nada más llegar a Roma. "Yo soy el mejor y lo voy a demostrar", ha replicado Johnson, molesto con el excesivo protagonismo de un hombre al que ha batido en las cuatro últimas carreras.

A las siete menos veinte de la tarde el juez de salidas ordena a los "purasangres" despojarse de sus chándals. Al fondo de la recta, una nube de fotógrafos se revuelve inquieta. Algunos se han aposentado allí a primera hora de la mañana para tener el mejor sitio y hacer la mejor foto. El silencio comienza a escucharse.

En la línea de salida cinco hombres negros y tres blancos. Estos son el húngaro Attila Kovacs, el soviético Viktor Bryzguin y el italiano Pier F. Pavoni. Entre los sprinters de color, además de Johnson y Lewis, el jamaicano Ray Steward, el estadounidense Lee McRae y el británico nacido en Jamaica Linford Christie. Por los altavoces se anuncian los nombres de todos y cada uno. Pavoni es el más aplaudido por la multitud... y después Carl Lewis. Las apuestas están equilibradas, porque, aunque nadie daba un duro por el norteamericano, su actuación en las series previas ha sido impresionante: 10"05 en series, cuando aún no eran las diez de la mañana del sábado; 10"38 en cuartos, con casi tres metros de viento en contra y dejándose ir, y 10"03 en semifinales... con 1'35 de brisa frontal. El campeón, corriendo muy rápido en esas series previas, ha querido poner nervioso a su oponente, que siempre se ha empleado al mínimo.

-"A'llo vostre posti"

Sesenta y ocho mil silencios se hicieron en el estadio y ocho hombres caminaron nerviosamente hacia los tacos de salida. Johnson corre por la calle cuatro; Lewis por la cinco. Johnson se santigua; Lewis no. Los dos aprietan el tartán, las zapatillas de clavos se asientan en los "starting blocks" y ya nadie pestañea, ni en el estadio ni en medio mundo.

-"Pronti..."

Las rodillas de los atletas despegan del suelo y los ocho "purasangres" semejan ocho muelles blancos y negros dispuestos a saltar.

Cuando suena el disparo, los sesenta y ocho mil silencios se cortan en un estallido y se desata la vorágine. Johnson reacciona como un hombre eléctrico, le roba valiosas centésimas de segundo a Carl Lewis, hace unos primeros apoyos en los que sus pies golpean el tartán con furia..., pero al mismo tiempo apenas lo tocan. Johnson adquiere una ventaja que no se sabe si va a ser definitiva... Un, dos, tres, cuatro segundos de carrera y parece por un momento que Carl Lewis comienza a remontar..., pero no. Cinco, seis, siete segundos y todo parece decidido. Los demás atletas no cuentan: sólo los dos rayos negros, tosco y brusco el uno, pero eficaz; elegante y armónico el otro, pero impotente ante la furia de Ben Johnson. Ocho, nueve segundos y ochenta y tres centésimas. "Big Ben" mira hacia la derecha para comprobar su victoria, inapelable. Y mira también hacia arriba, para ver el tiempo en el marcador gigante.

También han mirado los sesenta y ocho mil espectadores. El griterío se recrudece. Sí, hemos asistido a la carrera del siglo. ¡9"84 señala el crono!. Prodigioso. Y más prodigioso aún cuando oficialmente la marca queda en una centésima de segundo menos. Parecía imposible, antes del domingo 30 de agosto de 1987, a las siete menos veinte de la tarde, que alguien pudiera correr tan rápido.


Ben Johnson levanta su musculoso brazo y saluda, perseguido por los fotógrafos. Lewis se queda en la meta, derrotado, pero tras unos segundos de indecisión demuestra que es un caballero y persigue por la pista a su verdugo, hasta que le da alcance y le saluda: "Buena carrera Ben. Lo que has hecho es muy importante". Y Ben apenas le hace caso. Lewis se retira al túnel de atletas rumiando su amargura, pese a que ha igualado el récord mundial anterior. Johnson, en tanto, pasea por el estadio como un gladiador en tarde de triunfo."

Las reacciones fueron múltiples, con el común denominador del asombro y el elogio. Periodistas, investigadores, científicos, todos se lanzaron a buscar una explicación a semejante hazaña deportiva. Se analizaron concienzudamente los tiempos de reacción (lapso entre el disparo y la puesta en acción del atleta), los tiempos parciales metro a metro, la velocidad a cada momento de la carrera; todo salía de los márgenes lógicos, Ben Johnson, "Big Ben", era una fuerza de la naturaleza. Pietro Mennea, plusmarquista mundial de 200 metros declaró: "Johnson es de otro planeta. Su capacidad de aceleración no la he visto jamás en otro atleta". A Carlos Gil, máximo responsable del equipo español en Roma, se le puso la piel de gallina como le había ocurrido 19 años antes en México'68 tras presenciar el histórico salto de Bob Beamon (8'90m.): "Me pareció que Johnson había hecho salida nula pero no era posible por los sistemas actuales de medición. Le vi correr como jamás he visto a nadie. Sabía que había logrado el récord del mundo, pero cuando miré el reloj no podía creer lo que veía, 9"84. Después aún le rebajaron una centésima". Y proseguía: "Era alucinante, algo parecido a lo de Beamon. Aquello no se podía creer, pero esta carrera sí. Ha sido algo realmente fabuloso".


En la rueda de prensa del día siguiente Ben no ocultaba su satisfacción:

- ¿Por qué llevas corbata, Ben?
- Porque llevo traje.

Su cara de boxeador bondadoso reflejaba una espontánea alegría. Habían pasado diecisiete horas desde su gran hazaña y Ben Johnson era un hombre feliz y ocurrente. "Me siento muy bien", fue su respuesta cuando le preguntaron qué tal había descansado. "La tensión del domingo, las dos carreras, semifinal y final, y un par de copas de champán me hicieron dormir como un lirón", confesó.

Fue un lunes tranquilo para "Big Ben". No le inquietó ninguna pregunta, ni siquiera cuando le dijeron si su hazaña era comparable a la de Beamon, los famosos 8'90 metros en el salto de longitud de México'68. "Si yo hubiera corrido esta final en México habría hecho por lo menos 9"75. Y en cuanto a la duración de mi récord si comparamos con los 19 años que lleva Beamon con su plusmarca creo que mi récord podrá durar cincuenta años". Y añadió: "pero no durará tanto, porque yo lo batiré el año próximo". La declaración era creíble, ya había anunciado que en la final de Roma haría 9"85 y todo el mundo se lo tomó a broma. Le preguntaron por su rival estadounidense: "¿que por qué motivo no le di la mano a Lewis al terminar la carrera? Pues porque no tengo ojos en la espalda...". Una nueva sonrisa. Respuestas pausadas, algún tropezón de palabras al trabarse la lengua. Su capacidad de reacción no es la misma en la sala de prensa que en la pista donde en doce centésimas abandona los tacos de salida.

Por su parte Carl Lewis siguió compitiendo en Roma y ganó el salto de longitud y el relevo 4 x 100. Al preguntarle por Johnson respondió: "Johnson realizó una gran carrera. Así se lo hice saber cuando le di la mano. Pero creo que no es invencible". También hizo, días después, unas duras declaraciones en las que afirmaba que varios de los campeones de Roma habían competido bajo efectos del doping. Todo el mundo pensó que era una alusión directa hacia Ben Johnson y fue severamente criticado por hacer acusaciones sin dar nombres ni pruebas. La palabra doping no era ajena al Atletismo pero tampoco resultaba familiar, y el asunto no trascendió demasiado.

Los 9"83 de Ben Johnson fueron considerados como el máximo acontecimiento deportivo del año 1987 en una votación realizada por periodistas deportivos de medios informativos de todo el mundo, muy por delante de otros deportes supuestamente más mayoritarios como el fútbol, baloncesto, tenis o boxeo. También fue designado mejor atleta mundial del año habiendo conseguido la victoria en las 21 pruebas de 100 metros en las que participó.

El olímpico 1988 se presentaba más interesante que nunca. Hacía décadas que la opinión pública no era partícipe de un duelo atlético de la escala que habían alcanzado Johnson y Lewis. El antiguo campeón a la búsqueda del trono perdido y la nueva maravilla de la pista con la intención de no permitírselo.

1988. LA GLORIA Y EL ESCÁNDALO

"Hace diez años que practico Atletismo. Entreno cada día, paso seis días a la semana en las pistas, y cuando sé de alguien que toma drogas para ahorrarse todo el trabajo considero que es injusto. Yo nunca he hecho algo así. Carl Lewis pudo haberlo hecho en el 83 y en el 84, no digo que lo esté haciendo pero lo que sí me parece muy mal es que él haga afirmaciones como las de Roma. Yo nunca he dicho algo así de él, debería callarse, es lo justo". Con esta rotundidad se expresaba Ben Johnson al ser preguntado por el doping en el Atletismo, en una entrevista concedida a Televisión Española. Ni el propio Johnson ni los espectadores eran conscientes de la paradójica importancia que tomaría esa declaración en el futuro.

Con las puertas abiertas a la leyenda, Ben Johnson comenzó su campaña invernal con la misma majestuosidad a la que ya había acostumbrado al público. Los aficionados españoles tuvieron ocasión de verle en acción el 2 de febrero en Madrid, donde una peligrosa rampa de frenado impidió posiblemente un récord del mundo. Lo que sí se obtuvo en Madrid fueron unas jugosas declaraciones. Respecto a Carl Lewis, Ben Johnson se limitó a negarle tres veces: "no le tengo miedo", "no me gusta nada de él" y "no conozco sus declaraciones últimas sobre muertes a causa del doping". Carl Lewis había declarado días antes en Londres que algunos atletas británicos habían perecido por ingerir sustancias prohibidas, lo que le valió al cuádruple campeón olímpico una seria reprimenda de John Holt, secretario general de la IAAF: "Ya está bien de hacer acusaciones vagas y sin citar nombres. Lewis parece querer demostrar, más que nada, lo buen chico que es".

Para Johnson, la cita del año es evidentemente Seúl, pero piensa también en un nuevo récord del mundo que podría situar, según declaró en Madrid, "entre 9"75 y 9"78". Y anunció su retirada: "Mi último título lo ganaré en los Juegos Olímpicos de Barcelona, y esa será también mi última carrera".

Al día siguiente cogió un avión hacia Sindelfingen donde el día 5 se truncó su positiva racha. Tras conseguir en la semifinal un crono cercano a su récord del mundo (6"45), en la final se lesionó, aunque logró, pese a todo, cruzar la meta en primera posición. Johnson suspendió algunas de sus actuaciones en Europa y de nuevo intentó correr en Génova a mediados de febrero. No pudo, y a punto estuvo de perder su primera carrera en dos años a manos de su compatriota Desai Williams.

Los problemas de Johnson coincidieron con las primeras demostraciones de poderío de Carl Lewis. El 4 de mayo el estadounidense vencía sin oposición en una prueba de 100 metros celebrada en Houston. Su crono, 10"05, es excelente tratándose de su segunda carrera de la temporada. Lewis declaraba entre sonrisas: "He resucitado". Así quería contestar a parte de la prensa norteamericana que le había dado por muerto (deportivamente hablando) tras la ascensión irresistible de Ben Johnson. En sus declaraciones Lewis no cesaba de repetir dos ideas: "Voy a ganar a Ben Johnson y voy a hacer 9"80 en el 100".

Las apuestas se volcaron aún más a favor de Lewis tras el esperado debut de Johnson en Tokio. El canadiense, nuevamente lesionado, tuvo que retirarse a los 50 metros. Se complicaba así el camino a Seúl para el recordman mundial.

En las pruebas de selección estadounidenses celebradas en Indianápolis del 15 al 23 de julio, un Carl Lewis en plena forma consiguió su calificación para las pruebas de 100, 200, longitud y 4 x 100. Su objetivo: igualarse a sí mismo venciendo las cuatro pruebas en Seúl como ya hiciera cuatro años atrás en Los Ángeles.

Seúl se vislumbraba en el horizonte. Los atletas debían poner a punto sus "máquinas" afinando la forma en las reuniones europeas. Con muchos millones sobre la mesa, el mitin de Zúrich consiguió enfrentar seis semanas antes de los Juegos a los dos fenómenos de la velocidad. Fue el 17 de agosto. Nunca Zúrich había sido tan grande. El récord del mundo de Harry Reynolds en 400 metros hubiera justificado ya el mejor mitin del mundo, pero no mucho después de la plusmarca de Harry, el público volvió a tener su corazón a cien latidos por minuto. Carl Lewis había retado a Ben Johnson. Y además le había cerrado todas las puertas de escapatoria. Johnson aceptó el desafío, no se sabe si porque le apetecía medir de nuevo sus fuerzas con el hombre al que casi humilló en el Mundial de Roma o, tal vez más probablemente, porque no le quedó más remedio que recoger el guante.

En la pista ni se miraban. Ben Johnson llegaba a la carrera suiza con sólo tres carreras disputadas en la temporada al aire libre, tras recuperarse de la lesión de Tokio. Carl Lewis llegaba pletórico, con las mejores marcas mundiales del año en tres pruebas (100, 200 y longitud), habiendo renunciado a la música para centrarse en el Atletismo, con la mayor de las confianzas en sí mismo.

Se les adjudicaron calles aledañas. Ben se cayó cuando ensayaba una salida, y luego se escapó, aunque él clamase por su inocencia ante el juez. En la partida definitiva, puso tierra de por medio entre él y los demás, como suele suceder, pero esta vez no aguantó al final. Además Carl Lewis corrió tan rápido como la vez que más rápido ha corrido, e igualó sus 9"93 de Roma. Johnson se quedaba en 10 segundos justos, y se veía superado por Calvin Smith, el hombre al que el canadiense destronó como plusmarquista mundial.


Era la venganza de "King Carl" sobre "Big Ben", pero eso era casi mera anécdota. Sobre todo, la victoria inapelable y brillante del norteamericano suponía ganar la primera batalla de la guerra de Corea: la batalla sicológica. A Seúl Lewis irá con la moral a su más alto nivel; Johnson con la incertidumbre de qué pasará.

Días después volvió a quedar tercero en prueba de 100 metros de la reunión de Colonia, batido nuevamente por Calvin Smith y el también estadounidense Dennis Mitchell. Lewis, Smith y Mitchell iban a ser los representantes de su país en los Juegos de Seúl, así que el duelo USA-Canadá estaba servido.

Llegó la esperada cita coreana. Tras una semana de competiciones, el Atletismo irrumpió en el calendario olímpico. Los 100 metros son siempre la primera gran final, pero antes los atletas deben pasar tres carreras previas. Al igual que en Roma el año anterior, Carl Lewis daba generosas muestras de su talento y su estado de forma, con la indudable intención de intimidar a sus rivales. Por el contrario, Ben Johnson no parecía ser el 'hombre-récord' de 1987, sin duda arrastraba sus problemas físicos de Sindelfingen y Tokio y los síquicos de sus derrotas en Zúrich y Colonia. Para vencer a Lewis tendría que correr más y mejor.

La final de los 100 metros lisos se presentaba como el acontecimiento más esperado de los Juegos. Un auténtico duelo "a reacción", más allá de lo puramente deportivo. Era "la carrera del siglo". Por primera vez en tres años Ben Johnson partía como víctima propiciatoria de su "enemigo número uno". Televisión Española retransmitió así el histórico momento:

"Han parado todas las demás pruebas que se están celebrando porque toda la atención está en esa línea de salida de los cien metros lisos. Carl Lewis. Ben Johnson. Calle 3. Calle 6. ...

Salida válida. Como siempre, magnífico Ben Johnson en su puesta en acción. De momento va por delante. ¡Muy por delante Ben Johnson! ¡Ben Johnson muy por delante! ¡Ben Johnson! De nuevo victoria de Ben Johnson... ¡¡¡9"79!!! ¡Nuevo récord del mundo de Ben Johnson en la distancia!


Carl Lewis tras él a felicitarle. De nuevo el gesto magnífico de Carl Lewis, el primero en felicitar a Ben Johnson que ha sacrificado de nuevo a Carl Lewis. Había estado magnífico el estadounidense en las series, pero Ben Johnson parecía como si hubiese reservado sus mejores armas, sus fuerzas, para la final. 9"79, nuevo récord del mundo, de momento tiempo oficioso.

Ahí está, con su amigo y compatriota Desai Williams, 1.1 de viento a favor. Y Ben Johnson que va a dar la primera gran vuelta de honor al estadio olímpico de Seúl, que le brinda una calurosísima ovación como consecuencia de esta maravillosa carrera que nos ha ofrecido en directo. A las 13 y 31 hora de Seúl, 5 y 31 minutos en España, Ben Johnson acaba de imponer de nuevo su ley en la velocidad ganando a Carl Lewis, su gran rival, y estableciendo un nuevo récord del mundo".


Johnson, con sus pruebas clasificatorias, había conseguido engañar a todo el mundo, a los 70000 espectadores del estadio y cientos de millones por televisión, que no pudieron ni pestañear. La salida fue determinante. Johnson reaccionó en 132 milésimas de segundo por las 136 de Carl Lewis. La aceleración de Johnson de los 30 a los 60 metros superó todas las previsiones. Entre los 30 y los 40 metros hizo un parcial de 86 centésimas. Entre los 40 y los 50, de 84 centésimas, y entre los 50 y los 60 metros, de 83 centésimas. Esto hizo que pese a correr entre los 50 y los 60 metros los dos corredores a la misma velocidad -43'38 km/h- el norteamericano ya iba con 15 centésimas de retraso. En este intervalo de tiempo pulverizó a Carl Lewis, en una carrera de intensidad casi insoportable. Ben Johnson se permitió el lujo de levantar su brazo derecho en señal de júbilo al entrar en meta, despreciando un par de centésimas. Detrás de él llegaba Carl Lewis, casi como un niño asustado. Sin embargo el norteamericano corrió en 9"92, su récord personal. Lewis volvió a ser "el Hijo del Viento", pero Johnson fue el viento mismo.


Nadie hallaba explicación a lo ocurrido. Nadie podía esperar que esta final iba a ser una copia mejorada de la de Roma. ¿Cómo era posible correr así cuando un mes antes le vencían claramente todos sus rivales? Los números, esos 9-7-9, eran una imagen imborrable, escapaba a cualquier explicación racional que se le quisiera dar. Ben Johnson había pulverizado su récord y había pulverizado a sus rivales, y no había mucho más que añadir a su hazaña.

La hazaña de Johnson en Seúl anunciaba el paso inmediato a la riqueza. Había acabado con Lewis y de paso había conseguido el imposible: rebajar en cuatro centésimas su anterior plusmarca mundial.

Tenía contratos millonarios con la empresa de equipaje deportivo Diadora, con la Kiodo Oil, con la marca de automóviles Mazda y con la de electrónica Toshiba. En Finlandia, los alimentos Valio se anunciaban con la imagen de Johnson. En Tokio le ofrecían 50 millones de pesetas por competir con Lewis en octubre de aquel año. Pocas horas después, la jefa de la delegación canadiense llamó a la puerta de su habitación. Le habían atrapado.

Los acontecimientos que se sucedieron a partir del anuncio del control positivo de Ben Johnson fueron casi tan rápidos como lo había sido el atleta en la pista. Este es el seguimiento cronológico del escándalo que agitó a los Juegos, a Seúl y al mundo entero:

SÁBADO

13,30            Ben Johnson gana la final de 100 metros en 9"79.

15,30            Después de dos horas y doce cervezas Ben consigue orinar para que le haga el control antidoping.

DOMINGO

10,00            Se analiza la muestra de Johnson en el laboratorio del Comité Olímpico Internacional.

18,30            Los miembros de la Comisión Médica reciben la primera noticia sobre el positivo.

21,00            Se produce la confirmación plena del resultado.

LUNES

01,45            La jefa de la delegación canadiense, Carolina Heder, recibe la noticia a través de una carta de la Comisión Médica del COI.

3,00              Carolina Heder llama a Charlie Francis y le muestra la carta. Hablan durante una hora.

8,00              Francis comunica la noticia a su pupilo.

10,00            Tres miembros de la delegación canadiense acuden al laboratorio para presenciar el contraanálisis.

13,30            Estos regresan a la Villa Olímpica con la noticia de que el segundo análisis también es positivo.

15,30            Carolina Heder se reúne con Francis y Johnson, al que acompañan su madre y su hermana.

19,30           Durante dos horas, Francis y Johnson aseguran su inocencia. Plantean la posibilidad de un sabotaje.

20,00           La delegación canadiense presenta sus alegaciones ante la Comisión Médica del COI.

22,00             La Comisión se ratifica y da a conocer el comunicado oficial.

22,30             Un diario local, "The Chosu Sun", publica en su edición nocturna la noticia que "nadie sabe" quién les dio.

22,35             Juan Antonio Samaranch, presidente del COI, es informado de la situación por el príncipe Alexander de Merode, presidente de la Comisión Médica.

MARTES

8,00               Ben Johnson, acompañado por su entrenador, su madre y su hermana, llega al aeropuerto de Kimpo, donde emprende viaje de regreso a su país.


Ben Johnson abandonó Seúl bajo enormes medidas de seguridad. Perseguido en el aeropuerto por un ejército de periodistas y fotógrafos, en las imágenes de televisión podía parecer que un terrorista había sido detenido. Se acabaron los Juegos para Ben Johnson, se esfumó su medalla de oro, su título olímpico y su galáctico récord del mundo. Por su parte la IAAF, ciñéndose a las normas que rigen su reglamentación antidoping, le sancionó a dos años de inhabilitación, mientras que el ministro de Deportes de Canadá, Jean Charest, se mostraba muchísimo más severo y le inflingió un castigo a perpetuidad.

Por segunda vez en su carrera deportiva Carl Lewis se proclamaba campeón olímpico de los 100 metros, y al día siguiente, en un acto realizado en la más estricta intimidad, recibió la medalla de oro que se había atribuido a Ben Johnson y que había tenido que devolver. La plata fue concedida al británico de origen jamaicano Linford Christie y el bronce del tercer puesto a Calvin Smith.

Los expertos en drogas se encuentran con que Johnson tomó la sustancia prohibida, el Stanozolol, no una vez "por equivocación o por sabotaje", sino sobre un largo periodo. Queda abierta la duda de si el atleta sabía lo que hacía, o si un médico o cuidador le iba mezclando el diabólico cóctel. Si pudiera demostrar que no sabía nada, eso no le devolvería la medalla pero podría influir en una reducción del tiempo de sanción. También mejoraría su reputación y su "honor familiar".

Esto significa mucho para Ben: "Me quedé como si me hubieran dado un mazazo en la cabeza cuando oí lo del análisis. Pero lo que más me ha dolido es que mi madre lloró al volver a casa en avión". El mánager, Larry Heidebrecht, cifra los ingresos fallados de contratos firmados y de aquellos que estaban en espera de su victoria olímpica por valor de 10 a 15 millones de dólares.

Carl Lewis se manifiesta de una forma sorprendentemente amistosa sobre su competidor: "Ben es un gran deportista. Lo que aquí ha pasado parece una tragedia y yo espero que Ben vuelva de nuevo". La reacción de Johnson ante estas manifestaciones de su rival estadounidense fue la siguiente: "De éste ni me dejo insultar ni que me elogie. La próxima vez le batiré de nuevo". Parece dar la impresión de que no se quiera dar cuenta que su descalificación durará aún dos años y que por ello, probablemente, su carrera deportiva como atleta de elite ha terminado.

Altezas reales le han colgado medallas distinguiéndole con Órdenes, presidentes de Gobierno le han felicitado, y príncipes y actores famosos le han invitado a sus fiestas para adornarse con él. Ahora le han expulsado, aunque a la mayoría les interesa menos el "pecado de Ben" que la insuficiente ocultación de la droga. El monumento a Ben Johnson se deshace en el verdadero sentido de la palabra. La estatua que se iba a erigir en Ottawa en su honor se queda sin terminar y probablemente acabe en el vertedero. Ello es un símbolo más de lo que se puede perder o ganar en 9"79 segundos.

1989-1990. MENTIRAS Y CONFESIONES

Antes de los JJOO (marzo de 1987). Entrevista concedida a "L'Equipe Magazine": "¿El doping? No tengo nada que decir al respecto. Estos problemas no me conciernen. Simplemente no lo conozco".

Cinco días después de conocerse el positivo (2 de octubre de 1988). Entrevista concedida al "Toronto Sun": "Soy inocente y nunca he tomado sustancias prohibidas de manera consciente. Y estoy dispuesto a hacer lo que sea para limpiar mi nombre, el de mi familia y el de mi país".

28 de noviembre en Roma. Entrevista emitida por el segundo canal de la televisión italiana (RAI-2): "Sólo tomé ginseng. Esta sustancia no te hace correr mejor. Para ser veloz se necesita talento y eso no se consigue con ningún compuesto químico".

De nada sirvieron a Ben Johnson sus manifestaciones en defensa propia. Ni las voces y explicaciones que buscaban su salvación. ¿Sabotaje? ¿Error de cálculo? ¿Manipulación? ¿Quién dopó a Ben? ¿La mano negra de su doctor Jamie Astaphan? ¿Quizá las enseñanzas y recomendaciones de su preparador Charlie Francis le indujeron al delito? ¿Actuó a conciencia?

Unos defendían a muerte su limpieza. Por contra, otros decían que su doping saltaba a la vista. Para los defensores, su aumento de peso era atribuible a un simple y duro trabajo con pesas. Para sus detractores, en cambio, tal incremento de masa muscular sólo era posible mediante la ingestión de anabolizantes. Todo quedó en especulaciones, en medias verdades, contradicciones. Y para averiguar toda la verdad, el Gobierno canadiense constituyó -en diciembre de 1988- una comisión y abrió una investigación judicial sobre el caso y el impacto del doping en Canadá. El juez Charles Dubin fue el elegido para presidir dicha investigación, realizada siempre cara al público y a los medios de comunicación, y que no tardó en llamarse la "Comisión Dubin".

Fueron necesarios 11 meses (hasta septiembre de 1989), alrededor de 3,5 millones de dólares y un total de 122 testimonios -entre atletas, dirigentes, deportistas, médicos y entrenadores- para desvelar el entramado del "caso Johnson" y descubrir, además, ante la opinión pública todos los trapos sucios. Para que nadie pudiese jamás poner en duda la culpabilidad de Ben.

De nada sirvió la defensa del abogado Ed Futherman, basándose en la escasa madurez, capacidad intelectual e inconsciencia de Ben Johnson, para salvar a su cliente. Su entrenador Charlie Francis y su médico George Mario Astaphan, alias Jamie, reconocieron bajo juramento haberle suministrado productos dopantes a él y a otros atletas; la sprinter Angela Issajenko -compañera de entrenamientos de Johnson- admitió su propia culpabilidad y acusó a Ben Johnson de ingerir drogas de forma consciente, alegando que ella misma se las había inyectado; el vallista Mark McKoy reconoció tres cuartos de lo mismo y por último, y tras un rosario de acusaciones, el 12 de junio, el propio Ben Johnson confesó con lágrimas en los ojos haber tomado anabolizantes durante casi toda su carrera deportiva. En concreto desde 1983, un año antes de conseguir la medalla de bronce en Los Ángeles y cuatro antes de haber arrollado a Carl Lewis en el hectómetro del Mundial de Roma'87 y batir el récord universal de la distancia. Su confesión fue emitida en directo por la televisión canadiense y transmitida posteriormente a todo el mundo.


He aquí la confesión de Johnson ante "la Comisión Dubin":

- El procurador Robert Amstrong: El señor Charlie Francis, su entrenador, que ya ha presentado su testimonio aquí, nos ha dicho que en el verano de 1981 le habló de la utilidad de tomar esteroides y que le acompañó a visitar al doctor Koch. ¿Qué recuerdo guarda de esta discusión?
- Ben Johnson: Charlie lo ha explicado, no tengo nada que decir.
- R.A.: ¿Le habló de esteroides?
- B.J.: No me acuerdo.
- R.A.: Francis dijo que la discusión fue sobre el Dianabol, ¿se acuerda?
- B.J. : Sí
- R.A.: ¿Le habló Francis de los efectos secundarios del Dianabol?
- B.J.: No me habló de ello.
- R.A.: ¿Sabía que estos comprimidos estaban prohibidos por la Federación Canadiense?
- B.J.: No lo sabía. Nadie me había dicho que fueran prohibidos y que tuvieran efectos secundarios.
- R.A.: Pero sabía que el periodo de eliminación era de 28 días.
- B.J.: No. Él me decía simplemente, ahora lo tomas, ahora lo dejas.
- R.A.: Cuando le daba los comprimidos de color rosa, ¿usted sabía que eran de Winstrol y los comprimidos azules de Dianabol?
- B.J.: Sí.
- R.A.: ¿Usted sabía que estaba prohibido?
- B.J.: En cierta manera, sí.
- R.A.: ¿Tomó anabolizantes para preparar el Campeonato del Mundo de Roma en 1987?
- B.J. : Sí.
- Juez Dubin: ¿Por qué no dijo usted la verdad sobre todo este asunto?
- B.J.: Por no avergonzar a mi familia, a mis amigos, a los atletas canadienses...
- J.D.: ¿Se opone usted completamente ahora a la utilización de esteroides anabolizantes?
- B.J.: Completamente.
- J.D.: ¿Quiere usted correr en los próximos Juegos Olímpicos?
- B.J.: Por supuesto.
- J.D.: ¿Por qué país quiere usted hacerlo?
- B.J.: Por Canadá.
- J.D.: ¿Quiere usted volver a ser el hombre más rápido sin la ayuda del dopaje?
- B.J.: ¡SÍ!

Las repercusiones de esta confesión no tardaron en llegar. Tres meses más tarde, el 5 de septiembre de 1989, el Congreso de la Federación Internacional de Atletismo aprobó una nueva regla antidoping en el hotel Reina Sofía de Barcelona, que dejó a Ben Johnson sin el título y el récord mundial que había conseguido en Roma, por saber a ciencia cierta que fueron conseguidos bajo la influencia de sustancias prohibidas. Dicha regla, que permite la abolición de títulos y récords si el deportista confiesa su culpabilidad, fue duramente criticada por muchos gobernantes y dirigentes deportivos, especialmente canadienses, por considerar que incitaba a la ley del silencio y por tanto contribuía a no desvelar más prácticas sobre el doping. Por otro lado, cuando Ben Johnson confesó su culpabilidad, la regla en cuestión todavía no existía y, por tanto, desconocía por completo las consecuencias que tendría posteriormente.

Con esta medida Carl Lewis fue el gran beneficiado, convirtiéndose en el plusmarquista mundial con los 9"92 que había conseguido en Seúl. Mientras tanto, el juez Dubin se tomaba su tiempo para redactar un laborioso informe sobre la investigación -ya finalizada- a fin de presentarlo a los gobernantes canadienses, quienes en función de las conclusiones sacadas por el magistrado debían deliberar sobre el caso y decidir si mantenían la sanción de por vida impuesta al atleta.

Las conclusiones del informe se conocieron a principios de junio de 1990 y las noticias eran alentadoras para Ben Johnson. Dubin recomendaba a su Gobierno dar una segunda oportunidad al velocista, aunque aconsejaba mantenerle una sanción económica a perpetuidad. El gobierno de Canadá siguió empeñado en mantener en vilo al corredor y todavía tardó un mes en deliberar. Finalmente, en agosto de 1990, anunció que Ben Johnson quedaría en libertad dos años después de su carrera fatídica en Seúl.

Todavía hoy la gente se pregunta cómo un deportista de la experiencia de Ben Johnson -conocedor de la sistemática de controles establecidos durante las competiciones y del listado de sustancias prohibidas- pudo cometer el tremendo error de dar positivo. Johnson y sus allegados más próximos (entrenador, médico, fisioterapeuta, mánager...) conocían perfectamente las reglas del juego y que en Seúl resultaba imposible evitar los análisis.

Sin embargo, existen dos hipótesis que podrían explicar el grave "desliz" del corredor canadiense:

1.- El médico de Ben Johnson, Jamie Astaphan, pudo equivocarse en el programa de administración de la sustancia prohibida, ante la urgencia de recuperar al atleta de sus lesiones. El Stanozolol es un anabolizante cuya vida media es muy corta en el organismo de quien lo ingiere. El hecho de que a Ben Johnson se le detectasen metabolitos de dicha sustancia (sus productos de deshecho) podría atribuirse a un error de cálculo en el tiempo de su eliminación. En la "comisión Dubin" se supo que Ben Johnson tomó Stanozolol un mes antes de la cita olímpica, a fin de recuperar más rápidamente su forma física, un tanto menguada a causa de los entrenamientos perdidos por culpa de las lesiones.

2.- En los JJOO de Seúl, el método analítico de detección del Stanozolol tenía únicamente dos años de vigencia y desde entonces la sensibilidad del mismo había mejorado ostensiblemente. Este producto era conocido por ser fácilmente escurridizo en los análisis. Johnson podría haberlo ingerido -o su médico habérselo suministrado- teniendo el pleno convencimiento de que su detección era todavía imposible o muy remota.

En la orina de Ben Johnson no se detectó el Stanozolol en sí, sino la sustancia ya metabolizada (digerida). Ello desecha la posibilidad de que en Seúl Johnson fuera víctima de un complot y que alguien manipulara su bebida tras la final de los 100 metros. En tal caso, el Stanozolol no habría tenido tiempo de ser metabolizado por el organismo. Además, en el perfil esteroideo realizado en la muestra de orina del canadiense, quedó reflejado que en su organismo existía una represión de la testosterona, lo que demuestra científicamente que había estado usando anabolizantes desde hacía un largo periodo de tiempo.

Levantada la sanción a perpetuidad que le había impuesto su país, Ben Johnson tuvo idéntico castigo que los otros casos de doping existentes en el Atletismo mundial. No obstante, el trato recibido no fue precisamente igual que el que recibieron los otros 1152 casos de doping que existieron en 1988. En los años 89 y 90, Johnson fue tratado como un hombre inteligentemente limitado, agresivo e incluso sexualmente impotente a consecuencia de los esteroides. Con su sanción Johnson pagó su merecido, pero el precio de la fama fue, sin duda, demasiado caro. Tras conocer su perdón manifestó: "¿Quién es Lewis? Lo único que me interesa ahora es demostrar que sin drogas también puedo ser el más rápido y devolverle el orgullo a mi país".
Mi novela homenaje: "TRACK AND PRINCE"

DMSR

1991-1992. EL REGRESO

Una inusual expectación se creó en torno al regreso de Ben Johnson a las pistas. Tras muchos meses de rumores sobre contratos multimillonarios con los que pretendían enfrentarle a Carl Lewis, la cita tuvo lugar, sin el estadounidense, el once de enero de 1991 en Hamilton (Canadá) en una carrera patrocinada por el periódico local "The Hamilton Spectator".

Los técnicos dividían su opinión sobre si Ben Johnson volvería a las marcas previas a la suspensión. Su ex entrenador, Charlie Francis, lo daba por imposible. En cambio su nuevo preparador, Loren Seagrave, afirmaba que Ben Johnson volvería a sus registros.

Los 17000 espectadores que abarrotaban el aforo del Coliseo de Hamilton fueron testigos de la derrota de Ben Johnson ante un atleta prácticamente desconocido, el estadounidense Darren Council, que curiosamente acudió a Hamilton a última hora en sustitución de su compañero de entrenamientos Dennis Mitchell.


Johnson completó la temporada de pista cubierta con varias victorias, con marcas aceptables pero muy mediocres para lo que se esperaba de él. En los Mundiales Indoor de Sevilla consiguió la cuarta plaza en la final de 60 metros, a la postre su mejor resultado del año. Poco a poco, debido a sus pobres resultados, su cotización se resintió notablemente hasta llegar al punto de que el 15 de junio se clasificó segundo en la prueba de los 100 metros de Tonsber (Noruega) con un crono de 10"41. La victoria había sido para el alemán Haupt con 10"37. Johnson no cobró ni un centavo por su participación.

El 1 de julio de 1991 pasó a la historia del Atletismo por ser el día en que Ben Johnson y Carl Lewis volvieron a enfrentarse en una prueba de 100 metros tras el escándalo de Seúl'88. El estadounidense llegó pletórico a la ciudad francesa de Lille, escenario escogido para el gran acontecimiento, tras haber realizado un tiempo de 9"93 en los Trials americanos para el Mundial de Tokio que se aproximaba. En cambio Johnson llevaba una temporada al aire libre muy gris, con un mejor registro de 10"40 que no le otorgaba ni el derecho a participar en los Mundiales japoneses. La diferencia pronosticaba que el tan esperado duelo no se iba a producir. De hecho, el mismo Ben Johnson, consciente de su bajo estado de forma propuso una rebaja del 25 por ciento en su prima si la marca que realizaba era superior a 10"17.

La sorpresa vino del tercer hombre en discordia, Dennis Mitchell, que impuso su ley, derrotando a Lewis con 10"09 contra 10"20. Lewis quedó atónito al traspasar la meta en segunda posición. Por si acaso, se había asegurado de que Johnson hubiera quedado atrás. Johnson fue séptimo con un ridículo crono de 10"46.


En la rueda de prensa, Lewis quitó importancia a su derrota, argumentando problemas con la temperatura y la lluvia, y se centró en los comentarios sobre la victoria sobre Ben Johnson. "Como veis, se acabó el duelo Johnson-Lewis", dijo. Y así fue. Este es el completo y definitivo cuadro de enfrentamientos entre Ben Johnson y Carl Lewis:


Del 23 de agosto al 1 de septiembre de 1991 se disputó en Tokio el III Campeonato Mundial de Atletismo. Ben Johnson no pudo participar en la prueba individual de los 100 metros al no haber conseguido la mínima exigida para competir. Desde la grada pudo contemplar cómo, contra pronóstico, se impuso un genial Carl Lewis, quien, para mayor desgracia del canadiense, estableció un nuevo récord mundial en la distancia (9"86).

Ben Johnson no fue a Tokio a ver el Campeonato desde la grada. Allí participó junto a sus compañeros Mike Dwyer, Cyprian Enweani y Peter Ogilvie en el relevo 4x100. En la semifinal, de forma sorprendente, hizo la tercera posta, cuando lo normal en él es la primera por su explosiva salida. Tanto su carrera como su cambio de testigo fueron discretos, si bien colaboró a que Canadá se metiera en la final con récord nacional de 38"76.

En la final, el equipo de los Estados Unidos (Cason, Burrell, Mitchell y Lewis) pulverizó el récord del mundo y lo dejaron en 37"50. En la cola de la carrera, el equipo de Canadá. Ben Johnson corrió esta vez la primera parte, pero por la calle 1 su actuación fue muy pobre. Su tiempo de reacción de 169 milésimas nada tiene que ver con lo que tres años antes había hecho en Seúl.

La temporada de Ben Johnson al aire libre había resultado preocupantemente pobre. Sus registros no se correspondían ni siquiera a los que había logrado en invierno, en las competiciones de pista cubierta. Nadie ha demostrado nunca cuál es la diferencia existente entre competir con anabolizantes y competir "limpio", sin embargo, parecía claro que la diferencia no podía ser tan grande y se buscaron explicaciones más razonables como los continuos cambios de entrenador o su fragilidad de carácter, que no habría conseguido asumir y superar todo lo acontecido durante sus años de sanción. A decir de muchas expertos, Johnson se preocupó más de decir "voy a vencer a Carl Lewis" o "volveré a correr en menos de 9"80, pero esta vez sin anabolizantes", que en analizar sus propios problemas de personalidad.

El olímpico año 1992 se presentaba ante Ben Johnson abierto a la esperanza de demostrar que su mal año anterior había sido sólo un problema de readaptación a la competición.

No fue así. El 18 de enero Ben se clasificó cuarto en su primera carrera del año. Señaló un crono de 5"88 en la prueba de 50 metros de la reunión indoor de Ottawa. El vencedor fue el estadounidense Boris Goins con 5"78. Tras la prueba Johnson declaró que se había visto perjudicado por un pequeño tropiezo en la salida. Sus marcas se van diluyendo al punto de no aparecer entre los veinte primeros del ranking de ese año.

Al aire libre no tiene mayor suerte y abre su temporada quedando sexto en una prueba de 100 metros celebrada en Kingston. Su tiempo de 10"39 será representativo de lo que seguiría haciendo posteriormente. Los Juegos Olímpicos de Barcelona fueron testigos del regreso de Ben Johnson a la cita olímpica tras el escándalo de Seúl cuatro años atrás. El canadiense participó como relevista del 4x100 de Canadá (descalificados en semifinales) e individualmente en la prueba de los 100 metros. Fue segundo en su eliminatoria con una marca de 10"55 y un viento contrario de 2m/s. En cuartos de final llegó el cuarto con 10"30 y viento nulo. Quedó último en su semifinal con una marca de 10"70 (-1.3 de viento), aunque se dejó ir en los últimos metros al saberse fuera de la final, dominada ésta por el británico Linford Christie con un tiempo de 9"96. Tras su fiasco olímpico y viendo su estrella reducida a sus mínimas cenizas sólo pudo declarar: "Todos los finalistas estaban dopados".

1993. EL DESTIERRO DEFINITIVO

Para sorpresa de los observadores, Johnson comienza a recuperar su poderosa masa muscular y a hacer marcas de relieve en los 50 metros, cercanas al récord del mundo. En Gante, el 10 de febrero, gana la prueba de 60 metros con 6"60 pero se lesiona apenas traspasada la línea de meta. Esa fue su última carrera. El diario canadiense "Toronto Star" desvela que un control realizado al atleta el 17 de enero en Montreal ha dado resultado positivo.

Al día siguiente la Federación Internacional anuncia que el nivel de testosterona del atleta es "especialmente alto" y pocas fechas después, el 5 de marzo, la Comisión de Dopaje del máximo organismo mundial hace oficial el consumo de esteroides anabolizantes por parte de Ben Johnson y recomienda una sanción a perpetuidad. Tenía un coeficiente de testosterona de 10.3, cuando lo máximo permitido es de 6.

Un Johnson desolado proclama una vez más su inocencia pero consciente de que su credibilidad es nula decide no presentar alegación alguna. Confirmada su sanción a perpetuidad Ben Johnson desaparece para siempre de las pistas.

Un rústico emigrante jamaicano consiguió ser el número uno, el más indiscutible de los número uno del Atletismo, y fue el propio Atletismo quien lo borró de sus libros, inflexible ante su reincidencia en las prácticas prohibidas. No volveremos a ver a Ben Johnson, ni al del 9"79 ni al del 10"30. Según la IAAF Johnson nunca bajó de diez segundos, nunca ganó una carrera, jamás hizo 9"79. Para la IAAF Ben Johnson prácticamente no existe. Es posible, pero jamás se podrá olvidar que un día, en Seúl, un hombre corrió 100 metros en nueve segundos y setenta y nueve centésimas. Es el inquebrantable techo de los 100 metros. Benjamin Sinclair Johnson, "Big Ben", es el techo de los 100 metros lisos.

Mi novela homenaje: "TRACK AND PRINCE"

Chuck Romerales

     Interesantísimo. Gracias por la lectura ;D
Me subí a la rejaaaa

voyager-3

Bueno, yo de doping no entiendo mucho la verdad, pero creo que se puede alcanzar esa masa muscular de manera natural.

ShockadelicQuake

Voy a tardar en leermelo todo, pero gracias por el enorme trabajo realizado  :thumbsup:

Madriles

Gracias DMSR, muy interesante  ;)

Una duda. La velocidad de reacción suponemos que es la única cualidad innata que tenía Ben Johnson. No hay forma de mejorar eso mediante el dopaje, ¿o si?

DMSR

Cita de: Madriles en 27 Septiembre 2007, 11:36:11
Gracias DMSR, muy interesante  ;)

Una duda. La velocidad de reacción suponemos que es la única cualidad innata que tenía Ben Johnson. No hay forma de mejorar eso mediante el dopaje, ¿o si?

Hola, Madriles, tu pregunta es demasiado técnica para mí así que mi respuesta es sólo semifiable.

En primer lugar, Ben Johnson tenía cualidades innatas prodigiosas para absolutamente todas las fases de la carrera de los cien metros, desde el metro 0 al metro 100; si no fuera así no se corre a esas velocidades si no tienes una bici o una moto entre las piernas, jejjeje. Por otro lado, esos tiempos de reacción en torno a 120-130 milésimas son relativamente comunes entre los velocistas de elite (por debajo de 100 se considera salida nula). Esa capacidad para que los músculos se pongan en acción en esas milésimas es algo que se entrena, y se entrena mucho, aunque dudo -como dices- que exista algo que ayude a mejorarlo. De todos modos, lo que Johnson hacía como nadie había hecho y como -probablemente- nadie hará, era el primer apoyo (hay un hipervínculo muy bueno de la salida de Roma'87) y ahí es donde lo innato tenía una ayudita, jejejejee.
Mi novela homenaje: "TRACK AND PRINCE"

ShockadelicQuake

Muy buen trabajo DMSR. Ahora si que me lo he leido de un tiron y me ha encantado  :thumbsup:

voyager-3

Desde luego, Big Ben tenía mucho talento, pero sus mejores marcas como se puede ver fueron hechas bajo esteroides. Si todos los demás se hubieran dopado también, seguro hubieran obtenido marcas espectaculares.

Es una pena esto del dopaje. Acaba pudriendo todos los deportes.


Madriles

Cita de: DMSR en 27 Septiembre 2007, 20:37:27
Cita de: Madriles en 27 Septiembre 2007, 11:36:11
Gracias DMSR, muy interesante  ;)

Una duda. La velocidad de reacción suponemos que es la única cualidad innata que tenía Ben Johnson. No hay forma de mejorar eso mediante el dopaje, ¿o si?

(hay un hipervínculo muy bueno de la salida de Roma'87) y ahí es donde lo innato tenía una ayudita, jejejejee.

Joder, el muy cabrón ya tenía el pie derecho en el suelo cuando los demás todavía no lo han bajado, y de hecho el corredor que esta a su lado tiene el pie todavía en el taco de salida!!! No me habia fijado en esta foto, es cojonuda.

De todas formas es lo que dice Sergio, este tio se puso hasta las cejas de anabolizantes. Supongo que de no haberlo hecho hubiera sido un corredor mediocre y simplón, pq sus inicios no es que fueran especialmente brillantes.

Eso de que si estuvieran todos dopados me ha hecho pensar que quizá la solución fuera que todo dios estuviese dopado jejjejeje. Veríamos marcas brutales y ninguno estaría en desventaja por el tema de las sustancias.

Esto último es broma........o eso creo  ;D