Ahora q el Poblado está atravesando una época sin demasiada actividad (Prince, dónde estás?) propongo un silly game para animar un poco la cosa. Se trata de escribir una historia, cuento, novela, o lo q salga, entre todos, escribiendo un máximo de 6 palabras cada uno. Se puede volver a postear después de q lo hagan 3 Pobladores.
A ver q sale :juggle:
Había una vez un señor que...
había perdido la ilusión por seguir......
puede resultar chulo, si la gente se anima y participa. Gracias, PR. ;)
... buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio... ;D
...así que decidió volver a su casa...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una bañera repleta de agua caliente
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007".
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de ;D
HabÃa una vez un señor que habÃa perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, asà que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que habÃa comprado en una...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí...
(//)Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción.....
:yes:
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal[/i]... ;D
jajajajaja.... por cierto, os habéis comido la intervención de eldoctorjota., "bañera de agua caliente"...
me lo dejas bastante difícil Mike T. .......
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal[/i]... pero esa es otra historia, así
Hola mecky, no nos hemos comido la intervención de eldoctorjota: ayer él publicó la frase "una de sus más preciadas posesiones" y acto seguido DMSR publicó la suya. Después yo leí la intervención de DMSR y publiqué mi frase, después Mike, etc.
Al rato vi que eldoctorjota había modificado su mensaje minutos después, pero ya se habían dado tres respuestas. Habría que intentar no modificar las frases una vez publicadas, o una vez respondidas por otro poblador, puesto que la gente va corriendo a contestar y no te fijas mucho. Es mi opinión :).
Hecha esta aclaración, ahí voy:
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono...
^
Hola Shocka, llevaba tiempo sin leerte, me alegra verte de nuevo... ;)
:-[ lo siento.....desconocía esa corrección, es la impresión que me ha dado al leer , así que ..... :lipsrsealed2:
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y solo quedaba pizza hawaiana
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y solo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y solo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y solo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y solo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino ;D
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y solo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos
^ axn, las reglas del juego dicen q cada uno puede agregar un máximo de 6 palabras a la historia, pudiendo postear nuevamente después de q lo hagan 3 Pobladores.
Reduzo tu aportación a 6 palabras:
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y solo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre ;D
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su ...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico ;D
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella.....
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino...
peacefully exist
_
FOROfo total
Conectado
Sexo:
Mensajes: 952
Ver es creer, pero sentir es estar seguro
Re: Juego: la historia
« Respuesta #42 en: Hoy a las 10:15:56 »
--------------------------------------------------------------------------------
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya"
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince? ;D
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince? ... con cara de estupefacción se le
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince? ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba....
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince? ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, ...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta ;D
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le...
Hola, Patricio, Ametlla ha cometido el mismo error que corregiste a ~axn... (//http://)
Lo sé, DMSR. Ametlla sólo se ha pasado x 3 palabras, en cambio axn se pasó como por 20. Si no me equivoco, también thedawn en algún post usó 7 palabras. Eso lo dejo pasar. Tampoco es cuestión de andar corrigiendo "errores" a cada rato.
Ah, tu link no me lleva a ninguna parte :thinking:
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquélla jácara de rufianes pintiparados ;D
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquélla jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales
pd: si alguna vez he usado + de 6 palabras como apuntan x ahí pido perdón...intento utilizar las 6 de rigor pero hay veces que...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquélla jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión la...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquélla jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión la vecinita, que respondía al nombre de...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquélla jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo ....
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar
Cita de: DMSR en 23 Diciembre 2008, 21:42:41
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar
"chupariencia me da miedo" pero solo se que no se nada..
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno... ;D
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta...
¿Caramelos de criadillas?.....qué asco :sick: ..... :laugh4: :laugh4: :laugh4:...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó Â"va a arder TroyaÂ". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso ;D
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se.....
(//)Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se aparto sigilosamente hacia el rincón de...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se aparto sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se aparto sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ánsia... ;D
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se aparto sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se aparto sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se aparto sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa con anhelos de libertad, le dijo...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa con anhelos de libertad, le dijo: estoy amedrentado, pero sigo sin poder ...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa con anhelos de libertad, le dijo: estoy amedrentado, pero sigo sin poder. Ella simulaba ser incapaz de soportar...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa con anhelos de libertad, le dijo: estoy amedrentado, pero sigo sin poder. Ella simulaba ser incapaz de soportar llevar la camisa empapada, comenzó a desabotorársela...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa con anhelos de libertad, le dijo: estoy amedrentado, pero sigo sin poder. Ella simulaba ser incapaz de soportar llevar la camisa empapada, comenzó a desabotonársela, apareciéndo una pelambrera entre los senos...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó Â"va a arder TroyaÂ". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa con anhelos de libertad, le dijo: estoy amedrentado, pero sigo sin poder. Ella simulaba ser incapaz de soportar llevar la camisa empapada, comenzó a desabotonársela, apareciéndo una pelambrera entre los senos que ocultaba el tatuaje de un....
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa con anhelos de libertad, le dijo: estoy amedrentado, pero sigo sin poder. Ella simulaba ser incapaz de soportar llevar la camisa empapada, comenzó a desabotonársela, apareciéndo una pelambrera entre los senos que ocultaba el tatuaje de un chipirón en su tinta tuerto y ;D
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa con anhelos de libertad, le dijo: estoy amedrentado, pero sigo sin poder. Ella simulaba ser incapaz de soportar llevar la camisa empapada, comenzó a desabotonársela, apareciéndo una pelambrera entre los senos que ocultaba el tatuaje de un chipirón en su tinta tuerto y alguna que otra ladilla trepadora
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa con anhelos de libertad, le dijo: estoy amedrentado, pero sigo sin poder. Ella simulaba ser incapaz de soportar llevar la camisa empapada, comenzó a desabotonársela, apareciéndo una pelambrera entre los senos que ocultaba el tatuaje de un chipirón en su tinta tuerto y alguna que otra ladilla trepadora...
¡Santo Dios!! - exclamó aterrorizado el señor.
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa con anhelos de libertad, le dijo: "estoy amedrentado, pero sigo sin poder". Ella simulaba ser incapaz de soportar llevar la camisa empapada, comenzó a desabotonársela, apareciéndo una pelambrera entre los senos que ocultaba el tatuaje de un chipirón en su tinta tuerto y alguna que otra ladilla trepadora...
"¡Santo Dios!!", exclamó aterrorizado el señor. "No hay forma de que pueda...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa con anhelos de libertad, le dijo: "estoy amedrentado, pero sigo sin poder". Ella simulaba ser incapaz de soportar llevar la camisa empapada, comenzó a desabotonársela, apareciéndo una pelambrera entre los senos que ocultaba el tatuaje de un chipirón en su tinta tuerto y alguna que otra ladilla trepadora...
"¡Santo Dios!!", exclamó aterrorizado el señor. "No hay forma de que pueda depilarte esa selva de tu canalillo?
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó Â"va a arder TroyaÂ". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa con anhelos de libertad, le dijo: "estoy amedrentado, pero sigo sin poder". Ella simulaba ser incapaz de soportar llevar la camisa empapada, comenzó a desabotonársela, apareciéndo una pelambrera entre los senos que ocultaba el tatuaje de un chipirón en su tinta tuerto y alguna que otra ladilla trepadora...
"¡Santo Dios!!", exclamó aterrorizado el señor. "No hay forma de que pueda depilarte esa selva de tu canalillo?", ella asintió "cera, cuchilla o pinzas".
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa con anhelos de libertad, le dijo: "estoy amedrentado, pero sigo sin poder". Ella simulaba ser incapaz de soportar llevar la camisa empapada, comenzó a desabotonársela, apareciéndo una pelambrera entre los senos que ocultaba el tatuaje de un chipirón en su tinta tuerto y alguna que otra ladilla trepadora...
"¡Santo Dios!!", exclamó aterrorizado el señor. "No hay forma de que pueda depilarte esa selva de tu canalillo?", ella asintió "cera, cuchilla o pinzas"."¿Pinzas?", preguntó. "Le saldrán ronchas como
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa con anhelos de libertad, le dijo: "estoy amedrentado, pero sigo sin poder". Ella simulaba ser incapaz de soportar llevar la camisa empapada, comenzó a desabotonársela, apareciéndo una pelambrera entre los senos que ocultaba el tatuaje de un chipirón en su tinta tuerto y alguna que otra ladilla trepadora...
"¡Santo Dios!!", exclamó aterrorizado el señor. "No hay forma de que pueda depilarte esa selva de tu canalillo?", ella asintió "cera, cuchilla o pinzas"."¿Pinzas?", preguntó. "Le saldrán ronchas como puños, mejor un tironcito de cera".
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa con anhelos de libertad, le dijo: "estoy amedrentado, pero sigo sin poder". Ella simulaba ser incapaz de soportar llevar la camisa empapada, comenzó a desabotonársela, apareciéndo una pelambrera entre los senos que ocultaba el tatuaje de un chipirón en su tinta tuerto y alguna que otra ladilla trepadora...
"¡Santo Dios!!", exclamó aterrorizado el señor. "No hay forma de que pueda depilarte esa selva de tu canalillo?", ella asintió "cera, cuchilla o pinzas"."¿Pinzas?", preguntó. "Le saldrán ronchas como puños, mejor un tironcito de cera".
De pronto todo se oscureció en
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa con anhelos de libertad, le dijo: "estoy amedrentado, pero sigo sin poder". Ella simulaba ser incapaz de soportar llevar la camisa empapada, comenzó a desabotonársela, apareciéndo una pelambrera entre los senos que ocultaba el tatuaje de un chipirón en su tinta tuerto y alguna que otra ladilla trepadora...
"¡Santo Dios!!", exclamó aterrorizado el señor. "No hay forma de que pueda depilarte esa selva de tu canalillo?", ella asintió "cera, cuchilla o pinzas"."¿Pinzas?", preguntó. "Le saldrán ronchas como puños, mejor un tironcito de cera".
De pronto todo se oscureció en Cuenca, donde ya se sabe que...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa con anhelos de libertad, le dijo: "estoy amedrentado, pero sigo sin poder". Ella simulaba ser incapaz de soportar llevar la camisa empapada, comenzó a desabotonársela, apareciéndo una pelambrera entre los senos que ocultaba el tatuaje de un chipirón en su tinta tuerto y alguna que otra ladilla trepadora...
"¡Santo Dios!!", exclamó aterrorizado el señor. "No hay forma de que pueda depilarte esa selva de tu canalillo?", ella asintió "cera, cuchilla o pinzas"."¿Pinzas?", preguntó. "Le saldrán ronchas como puños, mejor un tironcito de cera".
De pronto todo se oscureció en Cuenca, donde ya se sabe que por la noche no es conveniente...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa con anhelos de libertad, le dijo: "estoy amedrentado, pero sigo sin poder". Ella simulaba ser incapaz de soportar llevar la camisa empapada, comenzó a desabotonársela, apareciéndo una pelambrera entre los senos que ocultaba el tatuaje de un chipirón en su tinta tuerto y alguna que otra ladilla trepadora...
"¡Santo Dios!!", exclamó aterrorizado el señor. "No hay forma de que pueda depilarte esa selva de tu canalillo?", ella asintió "cera, cuchilla o pinzas"."¿Pinzas?", preguntó. "Le saldrán ronchas como puños, mejor un tironcito de cera".
De pronto todo se oscureció en Cuenca, donde ya se sabe que por la noche no es conveniente salir de paseo vestido como un...
Había una vez un señor que había perdido la ilusión por seguir buscando ornitorrincos en Calasparra de Enmedio, así que decidió volver a su casa y para relajarse pensó en poner una de sus más preciadas posesiones a disposición de los niños sordomudos: el libro "Prince en Benidorm 2007", de regalo con un kilo de chocolate que había comprado en una subasta. ¿Ornitorrincos en Benidorm? He ahí un camino abierto a la seducción de la deflación del empréstito inguinal... Pero esa es otra historia, así que el señor llamó por teléfono a Telepizza para satisfacer su ilusión de aumentar unos kilitos y así poder parecerse a Santa Claus.
Era tarde y sólo quedaba pizza hawaiana, su favorita, qué rica la piñita. Tanto le gustaba que pidió 7 mil para repartirlas entre todos los sexadores de pollos melancólicos de Vitigudino; siendo sólo 3, empacháronse, muriéndose dos. Resultaron ser dos impostores que se aprovechaban sexualmente de las gallináceas cuando ya llevaban demasiado tiempo sin poder satisfacer una de sus necesidades biológicas. Lejos quedaban los tiempos en que repartían latas de mejillones en vinagre por las calles de la bella Florencia, donde vivieron parte de su perversión zoofílica bajo la supervisión de un anciano abstraido al estudio de la refracción dodecaédrica del zancarrón espasmódico.
Días después, el señor decidió salir, a pesar del diluvio que caía, obsesionado con encontrarse con la vecinita pseudo intelectual árbitra de fútbol sala. Pero, en lugar de a ella, se tropezó con el enigmático vecino... y pensó "va a arder Troya". "¡Eh, usted, enigmático vecino de los cojones! ¿Escuchó lo nuevo de Prince?" ... con cara de estupefacción quedóselo mirando Camilo Sesto que pasaba por allí con un peinado nuevo que le escondía las orejas. "Perdonen, tengo unos calzoncillos usados en venta". Pero entonces apareció la vecinita empapada por la lluvia, y con su dulce voz le estropeó el negocio. Los dobles raseros de aquella jácara de rufianes pintiparados eran dignos de unos cínicos profesionales.
En medio de aquella confusión, la vecinita, que respondía al nombre de Madame Lulú, le dijo al jefe de la jácara: "chupar caramelos de criadillas no es bueno, por eso vengo a ofrecerles esta caja de baklavas recién traída de Lekeitio. Prueben, prueben, nunca probarán nada tan pantagruélico y tan espasmódicamente zarrapastroso". El señor, cuyo nombre era Terencio, enmudeció durante un instante y se apartó sigilosamente hacia el rincón de los buzones. Recobró el ánimo y, colocándose el braguero ortopédico, con ansia dirigióse nuevamente hacia la esbelta vecinita y con voz temblorosa, sin dejar de mirarle los voluptuosos y redondos pezones, que taladraban su húmeda blusa con anhelos de libertad, le dijo: "estoy amedrentado, pero sigo sin poder". Ella simulaba ser incapaz de soportar llevar la camisa empapada, comenzó a desabotonársela, apareciéndo una pelambrera entre los senos que ocultaba el tatuaje de un chipirón en su tinta tuerto y alguna que otra ladilla trepadora...
"¡Santo Dios!!", exclamó aterrorizado el señor. "No hay forma de que pueda depilarte esa selva de tu canalillo?", ella asintió "cera, cuchilla o pinzas"."¿Pinzas?", preguntó. "Le saldrán ronchas como puños, mejor un tironcito de cera".
De pronto todo se oscureció en Cuenca, donde ya se sabe que por la noche no es conveniente salir de paseo vestido como un pordiosero y con aires de altanero.....